El imperio de Jolly Roger
La Telaraña en El Mundo.
El miércoles me quedé más que prendado, prendido, del terrible
espectáculo que sucedía en el Parlament de Cataluña. Escuché los discursos completos
de Miquel Iceta e Inés Arrimadas y me entraron ganas de
aplaudirles; les aplaudí, de hecho, con todas mis fuerzas interiores, porque no
es fácil predicar en el desierto de la estulticia, desplegar el lenguaje donde
las palabras ya no significan nada, enarbolar la bandera del escurridizo sentido
común, la libertad o la democracia donde la única bandera vigente, por
desgracia, es la Jolly Roger, la
bandera negra con las tibias cruzadas, la calavera y los ojos absolutamente
vacíos, torvos y amenazadores de la muerte (o de la CUP, vaya panda).
Más tarde, los diputados votaron la Ley del Referéndum y se
pusieron a cantar «Els Segadors». No lo negaré, pero me dio una risa
incontenible que intenté, sin éxito, contener; pensé que nunca volvería a ver
algo así de ridículo e impostado y que, cuando el esperpento alcanza su máximo
esplendor, lo único que podemos hacer es observarlo con suma atención y dejarlo
ser, en definitiva, lo que es, el frágil y bellísimo canto de un cisne que se
sabe absolutamente condenado. La imagen es triste, por desgracia, porque la
metáfora es real.
Intento acceder a la nueva página web -referendum.cat- del
gobierno catalán sobre el referéndum del 1-O y me encuentro con un descriptivo
mensaje: «500 Internal Server Error». La informática siempre lanza mensajes así
de exagerados, pero no. Nada es exagerado, cuando la página en blanco de la
vida se nos antoja una pesadilla, un agujero negro que hay que rellenar con mil
garabatos a toda prisa; el vacío nos duele, el horror nos paraliza y el brillo
inhumano de la página en blanco, más que deslumbrarnos, nos ciega del todo.
Cerramos entonces los ojos porque necesitamos regresar muy adentro en busca de los
cristales adecuados con que protegernos de la lluvia ácida de la intemperie. O
de la página que ahora sí funciona, qué horror.
Me asomo a la ventana. No llueve ni va a llover. Pero
mientras escribo estas líneas deben deambular por la Plaza Mayor, concentrados en
pro de la inefable República Catalana, los selectos miembros de la Assemblea
Sobiranista de Mallorca, la OCB y la Plataforma Avançam. Son los habituales: Jaume Mateu, Cristòfol Soler, Miquel
Oliver y sus diez o doce acólitos en esta magníficamente bien subvencionada
tarea de ser absolutamente catalán en Mallorca. Me alegra no tener ninguna necesidad
de explicarles que prefiero, simplemente, vivir y dejar vivir antes de
convertirme en títere o cómplice de ese monstruo ideológico llamado la
identidad, esa voluntad castradora, esa rancia llamada a filas, ese espíritu
uniformador, ese pretexto perfecto para que algunos vivan a costa de los demás.
Etiquetas: Artículos
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