Ri Chun-hee
La Telaraña en El Mundo.
Encuentro en YouTube un video de La Sexta, concretamente del
programa de Wyoming, en que le
hacían burla, bastante pobre y chusquera, por cierto, a Ri Chun-hee, la célebre e inconmensurable presentadora de noticias
a mayor gloria del impresentable Kim
Jong-un, ese joven rollizo y mal peinado que pasa sus días en el poder
posando con sus intrépidos generales entre risas y pruebas bélicas más o menos
nucleares. Parece que le gusta jugar con los misiles y las bombas y hacerlas
explotar y generar, así, enormes terremotos por la zona de la catástrofe que le
rodea, dejándonos, de paso, a todos más que avergonzados, cabizbajos y hasta
tristes, porque así no se va a ninguna parte y ya va siendo hora de que
alguien, y mejor que no tenga que ser Trump,
le pare los pies y le borre la sonrisa de la cara o la podredumbre del alma. O
ambas cosas.
No he encontrado en YouTube ninguna otra parodia española de
Ri Chun-hee y mal que me sabe. Me extraña que TV3, de cuya gran capacidad
paródica nadie duda, no haya tenido la enfermiza ocurrencia de dedicarle alguno
de sus espacios. Sin duda, la veterana presentadora le daría un tono más
solemne y hasta marcial a la inminente Diada del día 11. O podría, incluso,
ponerse a llorar a moco tendido cuando se consume el fracaso final del
referéndum o la caída anunciada de Puigdemont
y su exquisita corte de alucinados.
Tampoco sobraría en IB3, que ya va siendo hora de aumentar
un poco la audiencia. Ahí podría, por ejemplo, abrillantar el ego multisecular de
Més, agigantar la importancia de las iniciativas de Podem o glosar, ya puesta
en faena, el inigualable temple político de Armengol o Ensenyat, la
talla republicana de Noguera o el
irresistible carisma de Baltasar Picornell,
Balti. Así, entre bromas, parodias y tomas falsas nos lo pasaríamos mejor que
bien, nos lo pasaríamos bomba.
Habría, eso sí, que solucionar antes algún problemilla, pero
estoy seguro de que, a falta del incómodo requisito del catalán, Ri Chun-hee
ostenta méritos incontestables. En 1994 lloró ante las cámaras de la televisión
única norcoreana la muerte de Kim Il
Sung y en 2011, la de su sucesor, el eminente Kim Jong Il. Se mire como se mire, eso es como anunciar en vivo y
en directo la muerte de Lenin, luego
la de Trotsky y, finalmente, la de Stalin. O las de Mussolini y Hitler, así
de corrido y en tan sólo un par de días gloriosos de 1945. O la de Franco, mucho tiempo, quizá demasiado
tiempo después, en 1975, y ríanse de las lágrimas de Arias Navarro mientras me disponía a coger un barco de regreso a la
isla, no fuera a complicarse la situación y quedarme tirado en la tierra de
nadie que aún era, para mí, Valencia. Es curioso, 42 años después me da que
sigo en tierra de nadie.
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