LA TELARAÑA: Dos alcaldes republicanos

martes, agosto 1

Dos alcaldes republicanos


La Telaraña en El Mundo.



 Ya sé que las comparaciones, como dice el refrán, son odiosas. No lo discuto o, al menos, no lo voy a discutir aquí y ahora, porque puedo considerar, sin sonrojarme más allá de lo habitual, que el aserto es cierto, que es bastante cierto, al menos, y que todos hacemos cosas similares con resultados, en ocasiones, sorprendentemente distintos. O radicalmente opuestos. Así, por ejemplo, llevo unas horas escrutando los bandos de Enrique Tierno Galván, el alcalde (republicano) de Madrid entre 1979 y1986, para compararlos con la última carta abierta, a guisa de bando, que ha publicado Antoni Noguera, el autodenominado primer alcalde republicano de Palma sobre la financiación de la ciudad. No hay demasiado color, por supuesto.
 Tierno Galván, ese viejo profesor al que tanto quisimos, habla a los madrileños como un padre a sus hijos, dándoles consejos que, por ser expresiones del más huidizo de los sentidos, el sentido común, se convierten en órdenes universales de convivencia, en pautas ejemplares de un civismo que acaba prestigiando a la ciudad igual que a sus moradores y visitantes. Porque Tierno habla de la realidad íntima y transversal de la ciudad (la limpieza de los jardines y fachadas, los botellones de entonces, las basuras, el tráfico, la cultura, la lengua, la educación, la vida y también la muerte) con tanto respeto y cautela que casi no nos lo podemos creer. Sobre el turismo, por ejemplo, dice en febrero de 1982: “el turismo o, lo que es igual, la concurrencia cuidadosamente ordenada de viajeros que, conducidos por la curiosidad y el placer, visitan nuestra patria, es hoy provechoso e insustituible caudal de abundantes bienes tanto para el espíritu, en cuanto fomenta la paz y el entendimiento entre los pueblos, como para el material bienestar de todos, ya que acrecienta la moneda que nutre las arcas públicas y beneficia a la vez considerablemente a los sujetos particulares de esta monarquía”.
 Antoni Noguera, sin embargo, nos envía una carta abierta a lo que no sabríamos qué dirección, qué destinatarios, qué timbre ponerle. Noguera escribe sobre sus obsesiones ideológicas como si fueran las nuestras y, además, debieran serlo. No lo son. O no como él quisiera. La injusta financiación de las islas y el expolio fiscal al que Madrid nos somete una y mil veces, según reitera el bando epistolar de Noguera, no son temas en los que ningún alcalde tenga competencia alguna. La terrible mezcla de conceptos, el turismo, por un lado, y la falta de vivienda social, por el otro, constituyen un discurso tan pintoresco y alejado de la realidad que lo mejor es quedarse anclado al principio del segundo párrafo. Exactamente allí donde asegura que Palma es la capital del país. ¿Pero de qué país nos está hablando este buen hombre?




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