Dos alcaldes republicanos
La Telaraña en El Mundo.
Ya sé que las comparaciones, como dice el refrán, son odiosas.
No lo discuto o, al menos, no lo voy a discutir aquí y ahora, porque puedo considerar,
sin sonrojarme más allá de lo habitual, que el aserto es cierto, que es bastante
cierto, al menos, y que todos hacemos cosas similares con resultados, en
ocasiones, sorprendentemente distintos. O radicalmente opuestos. Así, por
ejemplo, llevo unas horas escrutando los bandos de Enrique Tierno Galván, el alcalde (republicano) de Madrid entre 1979
y1986, para compararlos con la última carta abierta, a guisa de bando, que ha
publicado Antoni Noguera, el autodenominado
primer alcalde republicano de Palma sobre la financiación de la ciudad. No hay
demasiado color, por supuesto.
Tierno Galván, ese viejo profesor al que tanto quisimos,
habla a los madrileños como un padre a sus hijos, dándoles consejos que, por
ser expresiones del más huidizo de los sentidos, el sentido común, se
convierten en órdenes universales de convivencia, en pautas ejemplares de un civismo
que acaba prestigiando a la ciudad igual que a sus moradores y visitantes.
Porque Tierno habla de la realidad íntima y transversal de la ciudad (la
limpieza de los jardines y fachadas, los botellones de entonces, las basuras,
el tráfico, la cultura, la lengua, la educación, la vida y también la muerte)
con tanto respeto y cautela que casi no nos lo podemos creer. Sobre el turismo,
por ejemplo, dice en febrero de 1982: “el turismo o, lo que es igual, la
concurrencia cuidadosamente ordenada de viajeros que, conducidos por la
curiosidad y el placer, visitan nuestra patria, es hoy provechoso e
insustituible caudal de abundantes bienes tanto para el espíritu, en cuanto
fomenta la paz y el entendimiento entre los pueblos, como para el material
bienestar de todos, ya que acrecienta la moneda que nutre las arcas públicas y
beneficia a la vez considerablemente a los sujetos particulares de esta
monarquía”.
Antoni Noguera, sin embargo, nos envía una carta abierta a
lo que no sabríamos qué dirección, qué destinatarios, qué timbre ponerle.
Noguera escribe sobre sus obsesiones ideológicas como si fueran las nuestras y,
además, debieran serlo. No lo son. O no como él quisiera. La injusta
financiación de las islas y el expolio fiscal al que Madrid nos somete una y
mil veces, según reitera el bando epistolar de Noguera, no son temas en los que
ningún alcalde tenga competencia alguna. La terrible mezcla de conceptos, el
turismo, por un lado, y la falta de vivienda social, por el otro, constituyen
un discurso tan pintoresco y alejado de la realidad que lo mejor es quedarse
anclado al principio del segundo párrafo. Exactamente allí donde asegura que
Palma es la capital del país. ¿Pero de qué país nos está hablando este buen hombre?
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