LA TELARAÑA: Rebajas y saldos

martes, noviembre 28

Rebajas y saldos


La Telaraña en El Mundo.




 Está bien, nos ponen constantemente a prueba, pero está bien. Conviene andar despiertos por esta selva económica donde el dinero de nuestros bolsillos fluctúa de valor según explosionan la especulación bursátil, los desastres ecológicos, las matanzas terroristas, siempre que sean, por supuesto, en algún lugar mínimamente civilizado, la sucia guerra cibernética o cualquier otro tipo de sabotaje al sentido común y la paz, al equilibrio necesario entre el esfuerzo y el descanso, el trabajo y su justa remuneración. He escrito que nuestro dinero fluctúa, pero la verdad es que no estoy muy seguro de que sea así: el dinero de mis bolsillos siempre parece estar convirtiéndose en calderilla, menguando, languideciendo, tendiendo definitivamente a la nada, aproximándose, de una manera vertiginosa, al vacío.
 Estaba en estas cábalas tristísimas sobre el valor menguante y relativo del dinero (en estos tristes tiempos todo es menguante y, sobre todo, relativo) cuando me atropelló, literalmente, una multitud en pleno Black Friday y pensé en Charlton Heston, ceñudo y bien armado, cómo no, cuando rugía la marabunta y el mundo parecía que se le venía abajo y todo alrededor era un mar crujiente de colmillos negros devorando, a su paso, lo que hubiera. A veces, a mi alrededor ruge también la marabunta y miro y remiro, entonces, las facturas que van llegando (la luz, el gas, el teléfono, los inagotables impuestos del Estado del Bienestar) con sus colmillos abiertos y les coloco un par de billetes de curso legal entre los dientes para que muerdan y rumien, para que no dejen nunca de morder y rumiar, y la vida siga su curso normal y tranquilo, su calvario teatral y apacible, su posado pretendidamente épico, pero no. Metafóricamente lapidario.
 Qué mundo tan maravilloso, canta Louis Armstrong en mi móvil sin que me atreva, por supuesto, a contradecirle. Ya quedó atrás el Black Friday, pero hoy, mientras escribo estas líneas, es Cyber Monday, que no es lo mismo, pero como si lo fuera. Para quedar bien con todos, porque esto de la tecnología es un nido infernal de fobias y filias, un nido de víboras digitales con dientes de diseño y corazón de silicio, tenía ganas de hacerme, entre otros artefactos, con una Surface de Microsoft y un IPad Pro y un IPhone X de Apple. Casi nada al aparato. En Nueva York intenté comprarlos, pero acabé desistiendo, aunque el precio (cambio de divisas e impuestos incluidos) saliera a cuenta. Tuve miedo a la aduana. O pereza. O qué sé yo. Me quedan unas pocas horas de este lunes cibernético para encontrar en Internet esa oferta irrechazable y dejarla, por supuesto, escapar. Esa es la gracia definitiva del juego de saldos y rebajas que es la vida. Dejar pasar todo aquello que, finalmente, ha de pasar; y pasa.

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