La trama rusa
Al
abrir los ojos, el esqueleto expuesto del dinosaurio seguía mirándome como si
me viera, pero sin verme. Estoy seguro de ello. Eso pensé al reincorporarme, tras
haber descansado algunos minutos, en una de las salas más concurridas del Museo
Americano de Historia Natural. Los museos, como algunas iglesias en las que
nadie se atreve a alzar la voz, me seducen porque me permiten abstraerme del
mundo y dejar de observar todo lo que, con mayor o menor insistencia, se me
muestra, para concentrarme en lo que, de verdad, quiero ver. No sabría muy bien
decir qué. Quizá una mota de polvo en el hombro de la mujer que amo, un trozo
de papel abandonado en el suelo donde hay escritas, con buena caligrafía, unas
palabras en un idioma que no conozco, la sonrisa fatigada de alguien con quien
casi tropiezo por segunda o tercera vez, una arruga imprevista en las líneas
imaginarias de mi mano. Cualquier cosa.
Observamos
continuamente lo que nos rodea buscando algo que nos falta. No se trata,
en absoluto, de apropiarse de lo que no es nuestro, sino de reconocer como
nuestro lo que no sabíamos que lo era. ¡Eso éramos y eso somos, menuda sorpresa!
Nuestra identidad es, desde siempre, una especie de catálogo muy variable y hasta
tormentoso donde se mezclan, sin que apenas podamos distinguirlas, posesiones y
carencias, nubes negras como canes negros y nubes blancas como canes blancos, ilusiones,
anhelos, esperanzas, tal vez decepciones.
Llevo tiempo sin oír hablar de Cataluña, pero es lógico porque
aquí en Nueva York nadie habla de Cataluña y quien lo intenta -y yo lo he
intentado varias veces- sólo recibe una mirada sarcástica o un mohín sardónico como
respuesta. Lo único que une, tal vez, a la Cataluña imaginaria de los independentistas
con cualquier estado, como Nueva York, por ejemplo, de los actuales Estados
Unidos es padecer o haber padecido, en el peor de los momentos posibles, la
lacra del terrorismo cibernético ruso y sus consecuencias. El populismo chavista
o las groserías de Trump, la
insolidaridad de los nacionalismos, la demagogia antisistema. De aquellos
polvos sectarios y manipuladores, estos lodos terribles, enloquecidos,
pesadísimos.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home