LA TELARAÑA: La paradoja

viernes, diciembre 22

La paradoja


La Telaraña en El Mundo.

  



 Igual que hay gente que vive en el interior solitario de una burbuja, también los hay que vivimos en el interior multitudinario de una paradoja. El tiempo pasado y el tiempo futuro nos asedian, entrelazándose como si fueran la misma cosa, interfiriendo el uno en el devenir del otro, mientras intentamos controlar la situación y nos revolvemos, inquietos, en ese lugar incómodo, estrecho, intermitente, en que vivimos, en ese lugar que no tiene nombre, pero que es el instante presente, el instante en que hacemos lo que hacemos, lo que hicimos, lo que haremos; el instante en que la vida se nos muestra como un viaje instantáneo a través de algún agujero negro: el parpadeo que es, el parpadeo que somos.
 Así, por ejemplo, mientras escribo estas líneas los catalanes están votando para salir del atolladero en el que se encuentran actualmente, en el que se encuentran y se contraen, se doblan de dolor e ira sobre sí mismos; y el dolor y la ira se enquistan, se hacen fuertes e irradian una luz cegadora y se disipan, entonces, se difuminan, se convierten en nada la identidad o la historia, la identidad o el orden social, la identidad o el seny de la tribu, la identidad o las zafias mentiras con las que se educa a los niños convirtiéndolos en títeres de un ejército que debiera marchar despierto y alegre hacia la vida y que, sin embargo, marcha crispado y sonámbulo hacia los acantilados sentimentales de la manipulación y el fracaso; se les convierte en herederos y mártires de una letanía absurda de dioses y héroes, de seres míticos que hicieron esto y lo otro y lo de más allá; se les tatúa, se les marca a hierro con falsas señas de identidad y se les convierte en siervos de una ficción que debiera ser de libertad y es sólo de sumisión, decrepitud y pestilencia. ¿Obrará la contabilidad electoral el milagro de vencer al nacionalismo sin caer en las garras del populismo? Pero ya saben la respuesta.
 Mientras ustedes leen estas líneas los niños de San Ildefonso estarán, seguramente, cantando números y repartiendo premios como quien espera del azar una ayuda razonable, un golpe de suerte, un amago fulminante de luz que, en vez de cegarnos del todo, nos abra ese otro callejón sin salida que es (y no debiera ser) el futuro. Hablamos mucho del futuro, como si la vida fuera algo que pudiera aplazarse para después o para más adelante, como si pudiéramos ir más allá de este día a día de cada día y detenernos en algún lugar y observar cómo tiemblan, cómo palpitan todas nuestras palabras, ideas y creencias; observar cómo todo ese espléndido revoltijo que creemos ser va ocupando nuestro lugar: y es entonces que comprendemos que tan sólo somos lo que hacemos, lo que hicimos, lo que haremos. ¿Mucho, poco? Todo lo que quepa en el interior de una paradoja.

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