Sectarismo y realidad
La Telaraña en El Mundo.
Encuentro en la web de la Unió Obrera Balear y, en concreto,
del UOB Ensenyament un póster en contra de Olga
Ballester y Xavier Pericay, dos
de los pocos políticos isleños que osan denunciar el adoctrinamiento que
padecen nuestros escolares. Bajo sus fotografías sólo falta, aunque se intuya, el
imprescindible y amenazante WANTED; así se las gastan, al parecer, estos sindicalistas
bajo el mando docente de Jaume Sastre,
el rey del barco de rejilla y las huelgas de hambre en pro de esa Cataluña grande,
medieval y oscura, oscurantista, esa pesadilla de cuartel y militancia que
parece anidar en sus venas. ¿Por qué han de sufrir nuestros hijos el
adoctrinamiento catalanista? Supongo que no hay una sola respuesta para esta
pregunta. Tampoco hay un solo culpable.
Con todo, observo el panorama e intento alejarme de los
malos olores. Allá cada cual, me digo, con sus quimeras y su mal gusto, sus
estrategias de manipulación, su instinto más o menos expansionista y sus
ínfulas patrióticas, nacionales o esotéricas. No todos los caminos conducen a
Roma ni falta hace que todos vayamos a Roma. Hay muchos otros lugares donde
cobijar nuestra voluntad nómada, donde dejar que el tiempo haga con nosotros lo
que nosotros no conseguimos hacer con él. Es cierto, hay mucho quijote suelto
que, sin embargo, no se ha subido nunca a lomos de Rocinante. Valiente estupidez.
Mientras tanto, no sé si acabaré de monje cartujo en alguna
orden alejada del mundanal ruido y dedicada al imperceptible (y no siempre bien
comprendido) cultivo del silencio. En efecto, hay muchas formas de cultivar el
silencio: la palabra es sólo una de ellas. Recuerdo que de joven pensaba que la
mejor poesía posible era la que, por aquel entonces, venía a llamarse poesía
del silencio para diferenciarse, tal vez, de otros tipos de poesía, la poesía
de la experiencia o la social, que eran, como poco, muchísimo más ruidosas.
Ya no me apetece dejarme llevar por una erudición que, sea
la que fuere, nunca alcanza a ser ni la que nos gustaría ni la que debiera: no me
importan los detalles biográficos y hasta los nombres (pasados, presentes o
futuros) me empiezan a parecer una carga insoportable. Guardo por ahí, es
cierto, numerosos poemas y textos subrayados, corregidos, comentados, de Valente, de Siles, de Juan Ramón, de
Hierro, de Gimferrer, de Gracián,
de Juan de la Cruz o Teresa de Ávila pero ya no sabría (tampoco
querría) distinguir una corriente poética de otra, porque el conocimiento de la
realidad no tiene una sola forma de manifestarse, sino muchísimas; tantas que
no sé, siquiera, cuántas realidades hay en este instante (este instante que
acaba de pasar y ya no existe), el instante que tengo ante mis ojos o temblando
en mis sienes o bajo las yemas de mis dedos.
Etiquetas: Artículos, Literatura
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