Conversaciones con el Rey
La Telaraña en El Mundo.
De escrache en escrache, de alboroto en alboroto, de
manifestación en manifestación: tanta vulgaridad abruma. Así, según todas las
previsiones, la concentración de hoy, viernes, contra el Rey Felipe VI
convocada por la Assemblea Sobiranista de Mallorca coincidirá en tiempo y lugar
con el final de la manifestación convocada por la Sociedad Cívica Balear en
defensa del orden constitucional y la monarquía: uno puede elegir, pues, su
bando, su bandería, su bandera, su lengua, su liturgia (y también sus exequias)
y armar la de San Quintín en la explanada del Palacio de la Almudaina. Pues qué
bien.
Pero es así, de veras, como andan de mal en peor las cosas,
mientras nos entra la risa floja y nos golpea el estupor y nos quedamos en
silencio viendo a Baltasar Picornell
ejerciendo de no se sabe muy bien qué, dándole la bienvenida al Rey, la
bienvenida o cualquier otra cosa, porque los dos se miran y ríen, el Rey se
ríe, Picornell se ríe y nosotros también nos reímos. Da risa, en efecto, ver ahí
tan compuesto y tan de gala a nuestro querido Ecce Homo particular, tan de no
querer dar la nota dándola, tan de querer ir a su aire y quedarse en el espectáculo
grotesco de unas zapatillas deportivas, un pantalón vaquero arrasado por la
lejía, una camisa de lino y la estupenda chaqueta americana con la que debió
hacer la primera comunión, si es que la hizo, que no lo sabemos ni nos importa.
Tanta exuberancia y tanto glamur, como ya dije, sólo para recibir al Rey, para tenderle
una mano de bienvenida que, sin embargo, no se le desea, sino todo lo
contrario. Las autoridades baleares, desde Armengol
hasta Ensenyat o Picornell, tal vez
movilizados por la Obra Cultural Balear, no tienen otra estrategia que repudiar
la monarquía, tomar partido contra el orden constitucional y apostar, vergonzosamente,
por esa menos de media Cataluña enloquecida y fuera de la ley que, por
supuesto, no va a ir a ninguna parte. Ya ha llegado a ese lugar.
No le voy a echar en cara a Picornell que no sepa expresarse
en castellano, porque no es fácil clarificar las ideas en una lengua que, a fin
de cuentas, no es la que aprendió en su casa y no es, por supuesto, la que le
enseñaron en los colegios mallorquines. ¡Vergüenza de educación la que tenemos
en las islas! Pero pelillos a la mar. Picornell no debería intentar explicarnos
nada de sus conversaciones con el Rey; primero porque hablar en público es muy
difícil si no se tienen las tablas necesarias (y Balti no se ha sacado ningún máster
ni tampoco ninguna carrera universitaria en unos pocos meses, como algunos
otros: nos tememos que como bastantes otros) y segundo, porque más adelante
podrá, tal vez, escribir un auténtico best
seller con sus apasionantes y seguro que profundas conversaciones con el
Rey.
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