Danzando entre morfemas
La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿El Govern ha cumplido su compromiso de garantizar la libre elección de lengua?
No. Pero aquí hay un error muy grave, o quizá dos, de
concepto. No debiéramos ser frívolos ni indiferentes al respecto de la libre
elección de la lengua en la enseñanza -pero tampoco en la vida más allá de las
aulas- cuando tenemos a nuestra entera disposición, y casi que de oficio, no
una, sino dos lenguas y que cada una ocupa su lugar especial -el que queramos
darle, como es lógico- en nuestro propio corazón y, asimismo, en nuestra
garganta, en algún lugar escondido por entre las cuerdas vocales. Y no sólo
ahí. También en el cerebro y en su naturaleza única de sólo dar consistencia
real a las ideas, a los dislates, al raciocinio -quizá metafísico, homérico o
hasta silencioso- del día a día, a través del lenguaje. Es decir, gracias a una
de esas dos lenguas o de las dos a la vez y hasta de alguna otra, extranjera,
eso le decimos, que nos agenciamos con no poco esfuerzo. No hay nada, pues, que
no sea, primero, lenguaje y luego, discurso, lengua, gramática, sintaxis,
declinación, tumulto de vocales y consonantes. Morfemas.
Etiquetas: Artículos
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