Hay cosas que no tienen mucho sentido pero que, sin embargo,
puede que nos sean útiles y necesarias. Por ejemplo, no es muy lógico que desde
lugares lejanos nos empaqueten y envíen su exótica basura, para que aquí la
mezclemos con la nuestra y que, del hermoso batiburrillo resultante, broten, gracias
a nuestra enorme incineradora, nuevos puestos de trabajo. Un aceptable
argumento contra la crisis.
Debe ser, pues, que la vida tiene mucho que ver con el ciclo
de la basura. Se nace, se crece y se mengua para que, siquiera en la médula invisible
de unos cúmulos de cenizas, quede intacto algún abono o fertilizante, alguna metáfora
o idea sugestiva, algún exquisito maná que ayude a que la vida siga con su
rutina y manías. Su curiosa inercia de perpetuarse sin que nadie se quede para
comprobarlo.
Igual es por eso que Catalina
Soler dice que lo que nos enviarán no es basura, sino combustible de
residuos sólidos. ¡Pero vale ya de eufemismos! La basura es siempre basura,
aunque la llamen inmersión lingüística, secesión, pacto fiscal o, incluso, es
un por decir, hamburguesas (y luego se las coman, tan a gusto, desfilando entre
deliciosos grumos de kétchup y mostaza: los colores de más de una bandera). No
debe ser tan mala la basura.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home