Seguro que escribo, sobre todo, para que me lean. Seguro
que, también, para leerme; para rebuscarme en el laberinto gramatical donde, de
forma desencantada, pero consciente, me suelo dar de baja de vez en cuando para
así descansar de mí mismo y del mundo, de esa realidad múltiple y
caleidoscópica que unos se empeñan en simplificar hasta la náusea o la
caricatura, mientras que otros, al contrario, nos esforzamos en intentar
dejarla ser tal como es, en sus limitaciones y posibilidades, en su vaivén
dinámico, porque nos resulta imposible retocarla sin traicionarla o traicionarnos.
Pero pasa, también, que la falta de pudor de algunos nos
supera. Y que la realidad manipulada (la de unos pocos en nombre de todos) se
nos deshace como arenilla entre los dedos, porque no nos la creemos en absoluto.
¿Por qué íbamos a creérnosla? ¿Cómo aceptar, en fin, que la mutilen y troceen con
todo un catálogo de insuficiencias ideológicas, monomanías y obsesiones? Hay
que dejar terreno al asombro y al estupor, a tanta exuberancia como nos rodea y
envuelve, a tanta dialéctica ajena a las discusiones bizantinas o febriles.
He sentido, de nuevo, y como de costumbre, vergüenza ajena.
Vergüenza por el grupo de escritores en lengua catalana que se reúnen en Can
Alcover, no tanto para quejarse de los Premios Ciutat de Palma, que este año
han gozado del privilegio de ser literal y literariamente bilingües, como para
hacer piña y darle vuelo y empaque a su miserable y sectaria condición de
talibanes lingüísticos. Otra vez, lo han conseguido.
Etiquetas: Artículos
2 Comments:
Si la verdad es que la realidad tiene sus rarezas, un club de autores de libros intonsos.
:-)
Saludos!!!
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