El panorama es el que es, aunque crepite, se enmarañe o
florezca. Voy de la larga procesión de las camisetas verdes a la urgente
epifanía de las camisetas azules. Voy y vuelvo, desengañado, de las camisetas de
todos. Aún hace frío y me demoro en las encrucijadas por no tener que escribirle,
quizá, a quien no se lo merece.
La Asamblea de Docentes recibió el Premi Martí Gasull i Roig
por su defensa pertinaz de la lengua catalana. Unos miles de euros y el
reconocimiento eterno de las fuerzas vivas y su llama prendida. Árida
literatura de combate en unas trincheras de arenas movedizas. Octavillas
repletas de un silencio y un hedor antiguo. En efecto, no hay forma de aplacar la
náusea que nos asalta cuando le entrevemos a la farsa el armazón, el tuétano y
hasta los higadillos. La casquería pura y dura del espíritu. Lástima que cada
día se hable menos de educación y más de tablas salariales, jubilaciones y
complementos. De lengua y territorio. Así funciona la cosa pública.
Pero que no decaiga, porque si sigue arrastrándose tan por
lo bajo y subterráneo pronto no habrá nada que observar o comentar. De momento,
amenaza chapapote y temblores. O ruina. Las prospecciones petrolíferas representan
algo así como el lado oscuro de la vida proyectándonos su oscuridad de manual,
su pozo negro de metales líquidos y asfixia. Lástima que el panorama último lo
acaben de arruinar los políticos con la caricatura arrojadiza de sus listas de
personas non gratas. Cuestión de
colores, creo. O de camisetas y daltonismo incurable, me temo.
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