A veces el paisaje tan sólo se sostiene porque algunos
matices lo mejoran. Se trata de rápidas pinceladas de humor o ira, de soledad o
tumulto. Un amigo me recuerda una frase del último libro de Javier Cercas, «El impostor», alrededor
de la ficción y la realidad, la ficción que nos salva y la realidad que nos
mata; pero no sé si la frase es de él o de tantísimos otros. Seguramente sea
mía.
Otro amigo escribe sobre la lista Falciani y utiliza varias de mis metáforas (entresacadas de viejos
lugares que ya no recuerdo) para ilustrar un desolador panorama de ciencia
ficción en el que la civilización actual está en manos de los más grandes
depredadores. «Ni siquiera tiburones financieros, sino pulpos gigantescos de
los fondos abisales, como en las novelas fantásticas de Julio Verne» nos explica, certeramente, Justo Serna en una pesadilla futurista de invasores mutantes,
defraudadores, impostores.
El pasado y el futuro, pues, se me van entremezclando de tal
forma que es muy posible, no sé si por fortuna o por desgracia, que el presente
acabe cediendo parte de su protagonismo y se vaya quedando en nada. O en casi
nada. A lo peor el tan sobrevalorado, como escurridizo, presente no es sino
este simbólico y precario lugar desde el que afirmo (sin más pruebas que la
propia certeza) haber sobrevivido a la selva de internet y al acoso de la
impostura literaria y hasta sentimental gracias a la metódica y obsesiva
persistencia de seguir mirándome en los espejos pese a no gustarme, en muchas
ocasiones, lo que pudiera ver en ellos.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home