No es fácil entrar a saco e hilar fino entre los códigos
enmarañados del mercado judicial, entre la báscula de los delitos y las penas,
el tira y afloja estratégico de abogados y fiscales, el largo y tortuoso camino
entre las curvas sinuosas de la libertad y las líneas rectas, y echadas a
perder para siempre, de la prisión. Entre el tiempo aplacado por el estupor de
las rejas y el tiempo aplazado por la imposibilidad de escapar al último hilo
de la conciencia, el que nos hace defender hasta la mínima sombra de todo
aquello que creímos ser y que, quizá, no fuimos. No siempre somos quienes
somos.
Pero a Jaume Matas
el fiscal le ha hecho una oferta que, tal vez, no debiera poder rechazar. Pagar
diez millones de euros y cumplir sólo cuatro años de cárcel a cambio de un
mordisco en la médula de los días felices en que la corrupción era la norma y
el pacto, la brújula común, la yugular abierta donde proveerse cara al futuro.
Sin embargo, hay atajos que atraviesan hasta las montañas, pero que luego
desembocan en lugares malditos, en miradores de vértigo, en galerías y
corredores sin más vistas que la propia imagen en el espejo. O en el abismo.
De momento, parece que todos los partidos, desde el PP hasta
el PSIB y MÉS, están de acuerdo con la oferta. Deben de querer que las
declaraciones de Matas, además de ahorrarnos su manutención entre rejas, nos aclaren
el paisaje de una corrupción general en la que ellos no hicieron sino turnarse
a la hora del reparto y los dones. Y aun así se creen con derecho a opinar.
Vivir para ver.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home