Resulta inconsistente y de muy mal gusto juzgar a la gente
por su aspecto físico. Me lo digo mientras repaso las primeras fotografías de Xelo Huertas, la flamante presidenta del
Parlament balear. Me lo repito, asimismo, mientras me miro en los espejos y
compruebo que el paso del tiempo es una peligrosa arma de doble filo. En
efecto. Hay que saber manejarse entre la realidad y el deseo, entre la resignación
y el orgullo, entre la dolorosa certeza de que cada vez nos va gustando menos
lo que vemos y la acuciante sospecha de que lo peor, posiblemente, aún esté por
venir. Le daremos la bienvenida en cuanto llegue. Cómo no.
Así las cosas, y aunque el paisaje nos parezca un páramo
lunar, un desierto de lava o el espejismo de la bruma en una autopista al sol
hacia ninguna parte, tendremos que volver a darle la bienvenida a Francina Armengol. Sin duda se la
merece. No ha ganado ninguna contienda electoral, eso es cierto, pero sí que ha
sabido manejarse con soltura, al parecer, entre las sonrisas esforzadas de los
tahúres, el tira y afloja de los asesores de imagen y contenido, el regateo
subterráneo en el zoco tropical de los pactos. Bienvenida.
Con todo, hay que ser sinceros. Nos alegra librarnos de un nacionalista
de bandera y manual, como Biel Barceló,
en la presidencia del Govern. Nos alegra, también, que no nos gobierne, en
primera persona, un político indefinido (y sin definir) como Alberto Jarabo. Nos aterra, en cambio,
reconocer que Francina podría ser tan nacionalista e indefinida como ellos. O
quizá más.
Etiquetas: Artículos
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home