«No a la guerra»
La Telaraña en El Mundo.
No me cabe la menor duda: muere demasiada gente en este
mundo. Me refiero a muertes por culpa de la guerra de guerrillas que se ha
eternizado en la mayor parte del planeta. O sin exageraciones, en los cinco
continentes y los cinco océanos que hay sobre la Tierra. No existe, sin
embargo, un único frente donde situar las coordenadas precisas de la batalla ni
hay un único paisaje donde esperar el lento y desesperante recuento de las
bajas. Por no haber tampoco hay un único y reconocible enemigo, sino que hay
varios, que ahora parecen ser el mismo y luego resultan no serlo. Puede que ni
nosotros mismos seamos siempre quienes somos.
Es verdad, también, que la guerra establece extrañas,
crueles conexiones. Paradojas morales absolutamente vergonzosas. Las armas que vende
Occidente (y los tiranos que importa o exporta, según le conviene) regresan a
casa recargadas con la peor de las municiones, con el odio inconcebible del que
ya no concede otro valor a la vida que el de la eterna venganza.
Anda buena parte de nuestra izquierda más tradicional o
populista con la tentación de resucitar el «No a la guerra» entre los labios. Yo
me sumo a ese No pacifista y terrenal sin ninguna reserva. Pero lo hago desde
la íntima convicción de que, sin pertenecer activamente al actual Pacto
Antiyihadista, no hay compromiso de paz que resista más allá de la frivolidad exhibicionista
de las pancartas, el ruido de las manifestaciones o el desconocimiento suicida
de cuál es nuestra cultura y quiénes nuestros auténticos aliados.
Etiquetas: Artículos
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