LA TELARAÑA: El artículo 155

viernes, julio 7

El artículo 155


La Telaraña en El Mundo.



 Asisto al discurrir de los acontecimientos en Cataluña con inquietud, sí, pero, sobre todo, con perplejidad, con el asombro y la sorpresa invencibles del que observa la realidad y no acaba de creérsela. Me pasa igual en Baleares, con Noguera en Cort o Picornell en el Parlament, pero ya me ocuparé de ellos otro día. En efecto, no es normal lo que parece estar ocurriendo en Cataluña. No es asumible que una minoría más o menos cualificada y más que menos revuelta, por muy cercada que se sienta por los tribunales, se pase por el forro de sus caprichos toda la legalidad democrática para buscar la salida del asfixiante laberinto de la situación actual con la celebración de un pintoresco referéndum de autodeterminación y la inmediata declaración de una independencia que, se mire como se mire, no puede ser de ninguna de las maneras. Para un golpe de estado de ese calibre harían falta armas mejores y también - ¡ay! - más contundentes.
 Mientras tanto, ignoro qué va a hacer el gobierno de Rajoy de aquí al 1 de octubre. No sé si va a seguir sin hacer otra cosa que encomendarse a los designios puntuales del Tribunal Constitucional o si, finalmente, tendrá que acudir, como mínimo, al artículo 155 de la Constitución para intentar, no suspender la autonomía catalana, que ese no es el fin del artículo, sino obligarla a cumplir íntegramente la ley. Sin duda, es un texto muy complejo ese artículo 155.
 La semana pasada, Pedro Sánchez instaba a Rajoy a dialogar y negociar con Puigdemont y compañía. Es una buena declaración de intenciones, en efecto, pero necesitaríamos que Sánchez tuviera a bien detallarnos de qué se puede dialogar y negociar, de forma efectiva, con los independentistas o con quienes, como la CUP, les cubren, de momento, las espaldas. ¿Hasta dónde puede la estupenda “nación de naciones”, que según Sánchez es España, negociar con sus naciones interiores, cuando estas le salen ariscas y con ganas de tomar las de Villadiego? La verdad es que no tenemos ni idea, pero nosotros no somos políticos ni vivimos de gestionar las vidas ajenas; con la nuestra nos basta y hasta nos sobra.
 Hace unos días, Felipe González, Aznar y Zapatero -es decir, la mismísima trinidad presidencial al aparato- rondaron ese tenebroso artículo 155 y otros conceptos, entre ellos el del autoritarismo, sin atreverse a confesar, ninguno de ellos, que buena parte de lo que está ocurriendo ahora es fruto, tal vez, de sus respectivas políticas en el pasado. Cuando un problema no se soluciona a tiempo se acaba enquistando, se infecta, se gangrena, se pudre. A ver, ahora, cómo cauterizamos esa herida (o extirpamos ese tumor) sin que el cuerpo entero del enfermo se nos caiga a pedazos. Urgen pócimas milagrosas. Ungüentos mágicos. Urgen ideas.

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