Nit de l’Art y otras noches
La Telaraña en El Mundo.
Parece que hay mucha, muchísima, gente en las redes
sociales, en Twitter, Facebook, WhatsApp, en los canales sumergidos de
Telegram, en los currículos asombrosos de LinkedIn, en las tertulias virtuales
de cualquier foro más o menos ilustrado, pero las apariencias, como es de ley,
siempre engañan y ello no es realmente así; la mayoría no son personas, sino
«bots», aunque muchos de ellos quizá no lo sepan ni lo llegarán a saber nunca:
no son personas de carne y hueso, sino programas informáticos de ceros y unos,
software más o menos elaborado que no deja ni un instante de rastrear
opiniones, de calcular, frenéticamente, algoritmos matemáticos y de exprimir
los grasientos patrones de la lógica conductista, para intentar, en fin, crear
tendencias y estados de opinión irresistibles. La mentira repetida que se
acaba, qué remedio, convirtiendo en verdad es aquí el arma renovada de la más antigua
y repugnante de las manipulaciones. Qué viejo es ese maniqueísmo.
Pero salgo a la calle y paseo por entre los enormes
cortinajes que pusieron durante la Nit de l´Art en la calle San Elías para
volver a atravesarlos, un rato largo después, en la calle del Carmen. Esas
cortinas metafóricas abrían las puertas (de la percepción) de un universo absolutamente
imaginario, pero también las cerraban. En su interior anduve como por los
pasillos de mi propia casa, buscando, quizá, la forma de abrir pasadizos secretos
y de encontrar criptas solemnes y magníficas cuevas de ladrones con algún que
otro tesoro que compartir, con algún que otro tesoro que dilapidar, con algún que
otro tesoro con el que sentirse libres o, incluso, si ello fuera posible,
independientes. Pero la independencia no existe, como no existe la libertad.
Como no existe el arte. Y los tesoros son siempre maravillosamente fugaces.
Pero no sé muy bien dónde demonios andaba, este año, el
auténtico, el genuino botellón artístico que les vengo contando cada año desde
ya no recuerdo cuándo. Los años pasan y los botellones se multiplican y uno ya
no añora nada, salvo aquellas resacas fantásticas que ya no volverán. Qué
lástima. Este año, sin embargo, el botellón oficial tuvo su botellón
alternativo. En efecto, algunos iluminados se fueron a Formentor, a escuchar a
un grupito selecto de «bots» travestidos, siendo sumamente bondadosos, de
escritores de cuarta o quinta fila, de editores de culto, de críticos
literarios vagamente ágrafos y voluntariamente posmodernos, en busca, en fin, de
magos, de vagabundos, de errantes o de bohemios. Craso error, porque estaban
todos por San Elías y Misión o por el terrorífico ambulatorio del Carmen, por
los pasillos interminables de mi casa, por las catacumbas personales de una
noche en la que nada fue lo pretendía ser, como de costumbre.
Etiquetas: Artículos, Literatura
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