Pandemónium
La Telaraña en El Mundo.
Con mucha frecuencia recibo, sobre todo a través de
WhatsApp, múltiples cadenas de mensajes, que no se sabe de dónde vienen ni
tampoco adónde van, porque en realidad sólo sirven para engordar el tráfico de
la red y para soliviantar (o distraer, según corresponda) al personal con temas
que, de hecho, le son completamente ajenos y que sólo sirven, a fin de cuentas,
para que la clase política se perpetúe en ese curioso lugar de privilegio donde
debieran resolverse los problemas y, sin embargo, se hace lo contrario: los
problemas se multiplican, las contrariedades se agravan, las complicaciones se
eternizan y el panorama general se acaba convirtiendo en una ciénaga inhabitable
donde cabe cualquier cosa menos la inteligencia, la sensibilidad o las ganas,
en fin, de vivir dignamente del propio trabajo al margen, completamente al
margen, de las especulaciones ideológicas, las mentiras sectarias o la
manipulación interesada y sin freno.
En una de las penúltimas cadenas que he recibido se pide al
Gobierno de España, en nombre de la supuesta mayoría constitucionalista de este
país (es decir, los votantes del PP, Ciudadanos y PSOE) la ilegalización de los
partidos políticos que generaron la Declaración Unilateral de Independencia y
que, por ello, están fuera de la ley (sic). Se pide, también, prisión para todos
los responsables, se barajan inhabilitaciones fulminantes y se exige la responsabilidad
económica personal de los involucrados por haber utilizado el dinero público para
montar el actual Pandemónium en que estamos.
La realidad es que todas estas peticiones (incluida la
devolución al Estado de las competencias en Educación, Sanidad y Justicia) tienen
su estricta lógica y no pueden escandalizarnos ni llevarnos, tampoco, a engaño.
La realidad se construye lentamente y todo lo que una generación empieza a
construir, lo acaba disfrutando, con suerte, la generación siguiente hasta que,
por desgracia, las cosas se tuercen y, entonces, la novísima generación decide
que toca empezar de nuevo y así la historia se convierte en esa marea que
avanza mientras retrocede y que, de hecho, no avanzaría de ninguna de las
maneras si no retrocediera, simultáneamente, de vez en cuando.
En efecto, la supuesta mayoría constitucionalista de este
país llamado España es una entelequia con la que no se puede contar demasiado. No
creo, por ejemplo, que la mayoría de los votantes constitucionalistas del PSOE
quieran acabar, de veras, con el soberanismo y el independentismo nacionalista
cuando algunos de sus barones autonómicos llevan lustros gobernando a su sombra
y comiendo, es un por decir, de su lánguida mano. No hace ni falta, por
supuesto, preguntarle a Francina
Armengol. Es cierto, este país es un auténtico asco.
Etiquetas: Artículos
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