LA TELARAÑA: junio 2023

viernes, junio 2

Releyendo Las piedras del águila

 Este poema en prosa (ese matiz, al menos ahora, me importa muy, muy poco) pertenece a Las piedras del águila (Editorial La Lucerna, 2022), mi última entrega a la imprenta hasta la fecha.


Pero nunca llegamos demasiado lejos. Nunca. Hacemos largas colas, sinuosas e insoportables colas en los asfixiantes e interminables pasillos laberínticos de los aeropuertos intentando viajar hasta el más allá, pero no logramos hacernos con los billetes deseados; el avión se ha retrasado, quién sabe cuándo llegará, nos dicen, o el vuelo está completo, lo sentimos mucho, o no tenemos previsto ningún vuelo de regreso en las fechas que usted desea, nos aseguran; y uno no acaba de entender lo que los demás entienden por el más allá, porque lo que yo quiero es ir y, al cabo de unos cuantos días, regresar con el mayor número posible de experiencias y recuerdos, con el rostro iluminado por la luz extraña (como salida de un inmenso y ubicuo tubo fluorescente) que dicen que hay en el más allá, regresar con la imagen nítida de sus inmensos jardines (de rosas rojas, crisantemos imperiales, margaritas de corazón amarillo y pétalos blancos, claveles andaluces y gigantescos sauces llorones) construidos a base de parterres científica e ingeniosamente escalonados, como si fueran formidables y altísimas pirámides donde se mezclara la pureza salvaje y peligrosa de la selva con el civilizado césped y la frágil inocencia, casi infantil, de las flores; y la vida rindiera el más sentido y completo homenaje a la muerte, su gran antagonista y también su alter ego, y mostrara, de este modo, toda su exuberancia y frondosidad, su poderoso ímpetu, su invencible empuje, su fuerza para sellar al vacío las puertas tras las que acabaremos descansando cuando el destino se cumpla, también, en nosotros. Siempre se cumple el destino. ¿Por qué no habría de cumplirse en nosotros: el poema en el poeta?