LA TELARAÑA: septiembre 2011

viernes, septiembre 30

Cien días de oposición

La Telaraña en El Mundo.

El cinismo y la desfachatez de lo que fuera el Pacte de Govern y hoy es un simple pinganillo, a modo y manera de orquesta desafinada, no parece conocer límites. Porque si había, por cortesía, que esperar a que se cumplieran los primeros cien días del nuevo gobierno, estos más de cien días, ya cumplidos, los han dedicado a preguntar por lo que ellos no hicieron o hicieron mal, por lo que no resolvieron, por lo que tenían pensado, acaso, emprender y no fue así, quizá porque eran legión -y legión mal avenida- y había un botín de por medio, quizá porque cuesta enderezar lo que nace torcido, quizá porque la adormidera del poder les alcanzó y recién, ahora, acaban de despertar y siguen somnolientos. O de resaca.
Es dura la ignorancia, pero más si va acompañada de la soberbia de dejarse oír y dar la vara a toda costa. El retruécano de una experiencia especular: de espejos y espéculos. El ojo, la paja, la viga. En su voz sólo resuenan sus carencias. ¿No les gusta el zafio humedal que parieron y, encima, ahora quieren desmarcarse de su autoría? Pues valiente ceremonia.
Con todo, no seré yo quien diga que Bauzá y su equipo lo solucionarán todo. Hace ya mucho que lo único que le pido a cualquier gobierno, al que sea, es que no moleste. Que ya arreglaré yo mis cosas, si quiero y puedo, aunque me será más fácil si no me las estropean gratuitamente, por capricho, necedad, boicot lingüístico o usura.

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jueves, septiembre 29

Sin ánimo de lucro

La Telaraña en El Mundo.


Lo de las ONG -sin ánimo de lucro, por supuesto- siempre me ha parecido un exótico oxímoron. Vale, que donde las maquinarias estatales no alcancen, quizá porque encallaron en el lodazal de la burocracia, los ciudadanos se alíen y se pongan manos a la obra e intenten que la unión haga, al fin, la fuerza, y suceda así el milagro, por ejemplo, de que el maná llegue a la hambruna más remota o que los médicos puedan obrar su ciencia donde aún no conocen ni la penicilina. La idea es buena, pero el problema, como siempre, pertenece a la esfera de los hechos y los resultados. Sobre todo, de la cuenta de resultados.
He intentado, sin éxito, averiguar cuántas ONG hay en España o, incluso, en Baleares. La tarea resulta imposible, porque el baile de cifras va desde el centenar, según los listados de la CONGDE, sucursales autonómicas aparte, hasta las más de quince mil de otras fuentes. Con tanta exuberancia -¡a imagen y semejanza del propio Estado!- ya se sabe lo que suele pasar.
Pasa, y en una ONG seria, no en un «Attac Mallorca» cualquiera, que la Hermandad de Donantes de Sangre de Mallorca se gasta, en el sueldo de una gerente, tres administrativos y algún eventual, el 87% de lo que recibe. 254.000 euros. No es de extrañar que, luego, al salir a la calle y toparme con su legión de voluntarios -que, como su Presidente, Llorenç Vallori, no cobran ni un duro- me dé por salir corriendo. Qué menos.

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lunes, septiembre 26

Lluvia de Neutrinos

La Telaraña en El Mundo.

Miro el firmamento por ver si llueven neutrinos. Y sí, llueven, pero de una forma bastante rara. Los que me quito de encima resulta que aún no han partido de su lugar de origen, pero ello no me inquieta porque yo aún no he salido, tampoco, de casa y, además, para cuando lo haga, seguro que los neutrinos ya se han vuelto a la suya. O sea, que no hay forma de encontrarnos y ni el CERN -puro fulgor en la canosa melena de Albert Einstein- puede explicarme lo que no precisa explicación.
Resulta que muchas veces he llegado a un lugar cualquiera -a la presentación de un libro o a una cita a ciegas, por ejemplo- antes de ponerme, siquiera, en camino. He llegado y hasta me he vuelto y he decidido -entonces sí- no ir bajo ningún concepto. Lo malo es que estos viajes siempre dejan su huella y luego los amigos creen haberte visto donde no fuiste y se preguntan por qué no les saludaste y, claro, cómo les dices que se confunden, que nada es lo que es y que siempre estás de vuelta, porque ya ni se te ocurre que vayas a llegar a parte alguna. Qué va. Todo está demasiado lejos.
Pero no. Las cosas no son así. Uno va y viene sabiendo que aunque los neutrinos viajen más allá de la luz y que, por tal motivo, nos lluevan a cada rato recuerdos -es decir, retazos del pasado, cuando no, de golpe, el pasado entero- lo mejor es seguir saliendo a las calles por ver si el pasado acaba deslomándose de una vez y para siempre y, al fin, algo nuevo sale a la luz y que todos lo veamos. Si es posible.

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sábado, septiembre 24

Al trote y en cueros

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Debe continuar Laudrup como entrenador del Real Mallorca?

Sí. En esta fantástica Liga nuestra, que dicen que es de dos pero que, en realidad, es de veinte, y en la que tu peor y casi que único y obsesivo enemigo acabas siendo tú mismo y tus particulares circunstancias -es decir, la caja vacía y hasta con sabañones, el estadio nuevo en la picota de la pista atlética y las gradas deshabitadas y el estadio viejo, el Luis Sitjar, en el aire de las ruinas y el eterno conflicto entre Cort y los copropietarios, los desaires implacables de la FIFA o de la mismísima, e impresentable, Real Federación Española de Fútbol y la ubicua ronda, a modo de tuna persistente, perturbadora y cacofónica, de los acreedores alrededor- no parece muy de recibo echarle las culpas al bueno de Michael Laudrup por lo que hagan, o dejen de hacer, un puñado de prometedores canteranos, los pocos supervivientes de la subasta general de cada fin de curso y algún que otro saldo pillado de no se sabe muy bien dónde. En absoluto.
Casi que maravillas y hasta malabarismos está haciendo Laudrup -aunque sus sistemas de juego se nos antojen un letal pozo negro, su diplomacia, cara a la galería, una burda caricatura y su autoridad en los vestuarios, una risible quimera- con una plantilla como la que el azar, la necesidad y la pésima o inexistente planificación de la directiva le han dejado. Aquí no sólo el balón es de cuero. ¡La plantilla entera del Mallorca está en cueros! Y con ellos, también el máximo accionista, Serra Ferrer, su generosa corte de inversores en el más allá más oscuro de las oscuras sombras, Pedro Terrasa, la familia Nadal, Jaume Cladera, toda la junta directiva en pleno y los utilleros, el apuntador y suma y sigue. Hasta la afición está en cueros. Yo mismo lo estoy. Todos lo estamos. Y vaya un trote más cochinero el nuestro.
Por ello, y metáforas y puyas aparte, rasgarse ahora las vestiduras resulta poco menos que imposible. Y si a estas alturas del campeonato, se ha ganado un partido de cuatro -y, encima, el solitario gol que hasta la fecha ha conseguido el equipo, lo marcó De Guzmán, un día antes de escaparse a engrosar las filas del Villarreal, otro reconocido amigo- y el poco dinero que entra sirve, se supone, para tapar goteras pero no para traer, a tiempo, algún que otro refuerzo, pues, qué quieren que les diga… La cera que arde es la que hay. La demás ya es humo. Quizá incienso, quizá mirra. Pero no oro.


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viernes, septiembre 23

La lucha por la memoria

La Telaraña en El Mundo.


Anteayer fue el Día Internacional del Alzhéimer. Ni se me pasó ni lo olvidé, sino todo lo contrario; lo celebré escribiendo estas líneas para que prolongaran ese día hasta el de hoy, el de su lectura. La vida, a veces, funciona en diferido y un sabor, una idea o un rostro, por ejemplo, permanecen sin nombre alguno que los identifique en nuestra memoria, hasta que un buen día, como por azar, lo recobran y recobramos, entonces, la percepción de su significado, y los sabemos, al fin, de regreso al lugar del que nunca se fueron. Somos nosotros los que nos acabamos yendo, pero esa es otra historia.

En Baleares hay unos 30.000 enfermos de alzhéimer. Y muchos más que han vivido o viven a su alrededor o bajo su sombra. Unos, quizá, cuidando algún ser querido y asistiendo, impotentes, a su deterioro y disolución. Otros, acaso, empezando a librar una batalla desigual en la que hay que mantener, como fuere, algún tipo de conocimiento, o de equilibrio, entre lo que somos y lo que hemos sido. Importa menos el desenlace que la lucha, la persistencia en las emociones y el aferrarse a los recuerdos como si la vida nos fuera en ello. Nos va.

El presidente de la FAIB, Miquel Llobeta, pidió a la Administración que, pese a la crisis, les mantengan las ayudas, en vez de recortárselas. Esto sí que resulta mucho más serio y urgente, que no seguir mareando la perdiz con las subvenciones al catalán, sin duda.

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jueves, septiembre 22

Privacidad e Internet

La Telaraña en El Mundo.

Desde Cala Ratjada, los días claros, se puede atisbar la silueta gris y tranquila de Menorca, que es algo así como plantarse, siquiera sea con la vista, en otro mundo. Tan cerca. Tan lejos. Un lugar donde siempre he tenido familia -y la sigo teniendo- pero que, a fin de cuentas, no he visitado muchas veces. No, al menos, las que debiera. Habría que discernir qué extraña inercia nos lleva a perdernos por lugares alejados y, quizá, exóticos, cuando apenas sí conocemos lo que tenemos justo al lado, a vista de pájaro, aunque sea ojeando el horizonte en días de fulgor y cielo desprendido. Esa lucidez no nos haría ningún daño.
Pero me he acordado de Menorca -ya ven qué lejos anda lo más próximo- a raíz de la detención en Cala Ratjada de un presunto miembro de Al Qaeda. Pues tengo mis dudas. No es posible que alguien, aunque sea tan unidimensional y obcecado como un fanático promotor del terrorismo, crea que Internet le permitirá la impunidad y el anonimato tras colgar más de mil videos en YouTube y darle a la traca de la Yihad Global por todo el orbe.
Por fortuna, y aunque uno desea pasear por las calles, así como por la Red, sin que le molesten, identifiquen y rastreen, es de agradecer que toda esa entelequia de la privacidad se venga abajo cuando lo que se cueza huela mal. O apeste. Me temo, eso sí, que tan sólo han pillado a un necio y ruidoso cabeza de turco. Pero algo es algo, supongo.

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lunes, septiembre 19

La última corrida

La Telaraña en El Mundo.

Si hubiera que prohibir todo cuanto no me gusta, no me interesa o, directamente y yendo al grano, me desagrada, es más que probable que el mundo fuera un lugar mucho más inhabitable de lo que ya es. Quiero decir, con esto, que mis gustos y opiniones no sirven, en absoluto, de modelo para nada. O nadie. Y menos si ese nadie quiere llegar a ser alguien con mando en plaza. Ahí sí que ya no llego.
Pero hace tiempo que sé de la inutilidad -y el placer- de emitir juicios sin más finalidad que hacerlo sólo por hacerlo o, hilando más fino, por afirmarse, quizá, al margen de casi todo. Ese lugar irreal, que es una gran mentira donde la indiferencia y la pasión pueden acabar siendo lo mismo, no es tan estrecho como parece, porque todos, de hecho, nos parecemos bastante y transigimos y dejamos hacer y hasta pasar, por fortuna, muchas más cosas de las que decimos. Al fin y al cabo, la historia del mundo no es sino la de una espléndida locura en la que cuando no somos protagonistas somos espectadores. Acaso lo único que importe sea saberse cómplices, tanto de lo bueno como lo malo. ¡Hay que ver cuánto bailamos!
Pensaba en algo así mientras ojeaba la versión digital del cartel que ha realizado Miquel Barceló para la última corrida en Barcelona, el 25 de septiembre. Me gusta ese ruedo y, más aún, esa cornamenta ósea de un toro que parece observarlo desde afuera. Sólo desde afuera uno se libra de la intransigencia y el fanatismo. Sólo afuera, uno se sabe, de veras, muy adentro.

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sábado, septiembre 17

Obras, sombras y sobras

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Bauzá hace bien en reducir el número de liberados sindicales en la Comunidad?


Sí. Pero no es nada fácil moverse con naturalidad, y sin atrancarse, por entre unos conceptos que son del todo desconocidos para la inmensa mayoría de los comunes. O sea, nosotros. Porque la primera pregunta que deberíamos hacernos es qué son y para qué sirven -si es que, aparte de ser, sirven para algo- los liberados sindicales. Para ello, tendríamos, como mínimo, que revisarnos varios artículos y disposiciones de la Constitución Española, los diversos y siempre prolijos Estatutos de los Trabajadores, el de la Función Pública y, además, y por si no tuviéramos suficiente, la Ley Orgánica de Libertad Sindical. Nada más ni menos. Todo un compendio de liturgia legal en un abrir y cerrar los ojos. Y volver a abrirlos.
Porque, aún, si nos quedan fuerzas, humor y hasta paciencia, hemos de pasar de la conspicua teoría a la procelosa práctica y sumergirnos en el borrascoso panorama de los intereses y arrumacos de parte, la cultura de las subvenciones y el puente tendido -con los cables estratégicamente pelados, como si para una pronta descarga eléctrica en cuanto menos la esperemos- sobre el que discurre, es un por decir, la connivencia laboral de nuestros días. Una curiosa amalgama donde se entremezclan, sin pudor alguno, los entorchados retóricos de las viejas luchas clasistas del siglo diecinueve y la estúpida, caótica y especulativa ensalada global de lo que llevamos del veintiuno. Poca cosa, quizá, o no, porque, a cada día que pasa, nos resulta más y más indigesta. Una dura piedra o un amasijo de lodo en la boca del estómago.
Vayamos, pues, a los hechos. A los amores y los desamores. Bauzá quiere cargarse a 89 liberados sindicales de la plantilla pública del Govern Balear y cerrar cuatro locales para uso exclusivo de los sindicatos. Ello supone, por una parte, un ahorro anual de casi tres millones de euros y no entra, por otra parte, en colisión con el cumplimiento estricto de la Ley o las leyes. Así, los 221 liberados restantes, los que acumulan graciosamente -o sea, de la forma legal prevista- las horas que les ceden sus compañeros, van a seguir con sus labores sindicales de costumbre; sean las que fueren y sirvieren para lo que sirvieren. Seguirán ahí, al pie de cañón y por entre -o sobre- las arenas movedizas, la marejada y los tornados. A su alrededor o en su mismo origen. Donde les plazca. ¿De qué se quejan, entonces, los que se quejan?

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viernes, septiembre 16

Librarse de los liberados

La Telaraña en El Mundo.

Ya sé que ayer fue la Nit de L´Art y que suelo dedicarle unas líneas a ese delicioso botellón civilizado de cada año. Que ya son quince, de canapés, cava y de alguna que otra sorpresa. No sé si irme a Nueva York a por el elefante de Miquel Barceló o si llorarle, en procesión, a Richard Hamilton. Creo que no haré nada de eso. Les hablaré de otros artistas.
Así, como todo funciona de aquella manera -es decir, a base de subvenciones y contrapartidas- ignoro si a Antich, por poner un ejemplo reciente, pero no único, le salió a cuenta, siquiera en términos de paz social, la provisión de fondos públicos dedicados a sufragar esa curiosa casta, de no se sabe muy bien qué pelaje, que constituye la cuadrilla psico-funcionarial de los liberados sindicales. El sabrá. Bauzá, sin embargo, ya sabía que los sindicatos le tienen preparado el agosto, el invierno y hasta las Pascuas más calientes de la historia. O así. Ahorrarse, pues, un buen puñado de euros quizá le compense o quizá no. Lo importante es que nos compense a todos.
Parece que hay algo atávico en el subconsciente colectivo de la sociedad, algo que nos obliga a reciclar, de continuo, los conceptos y prioridades más íntimas, la forma de encarar con una sonrisa, incrédula, el saberse, de momento, liberados de un centenar de parásitos -como si fueran de la SGAE, oigan- y entender que esta higiene no es sólo saludable, sino, sobre todo, justa.

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jueves, septiembre 15

Inmersiones y conjunciones

La Telaraña en El Mundo.
Como no me gusta negociar con mi salud y mi tiempo bajo el quebranto demoledor del sol ni, tampoco, yacer varado, como un deleznable llaüt de Plessi, sobre la arena de las playas -aunque nunca se lo prohibiría a los que disfrutan haciéndolo- he aprovechado el asfixiante calor del verano para ir escribiendo un nuevo libro; no sé si de sudor o si de tinta, pero eso es, por ahora, lo de menos. Ya lo averiguaré cuando el calor remita. Si remite.
Pero la realidad y la ficción se me entremezclan y acabo, casi, sin distinguirlas. ¿Por qué habría, además, de hacerlo? Todo va como viene y este instante de ahora -este mismo- es un lugar complejo donde se superponen el ayer, el hoy y, por supuesto, el mañana. Quizá por ello, mientras la novela de George Orwell, 1984, aparece, de refilón, en varios de mis versos, recién acabo, también, de reencontrármela entre los titulares de la actualidad. Será que el neolenguaje es algo muy antiguo y que el día a día no hace sino recordárnoslo.
«Por un país de todos, la escuela en catalán». Algo volátil -retórico y hasta, quizá, imposible- engarzado con el filo real de una guillotina o con el yugo de unos bueyes, se supone que arando, con sumo esfuerzo, las cuatro barras del mismo país que se trata. Conjunción, en vez de inmersión, le dicen ahora. Lo mejor de la neolengua es que cuanto más imbécil se es, más sentido, aunque único y sin retorno, se le encuentra.

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lunes, septiembre 12

Diez años y un día

La Telaraña en El Mundo.

Diez años y un día podría ser el tiempo de una condena en alguna película americana donde los abogados y fiscales, con la venia del Juez y bajo la mirada curiosa -o aturdida- de los jurados, intercambian dosis de libertad o cautiverio por información, dinero o cualquier otro valor al alza. Ya me gustaría saber cómo se tratan, si se tratan, estos asuntos en los tristes y abarrotados juzgados de Palma.
Diez años y un día son, obviando la aberrante Diada de ayer y a la espera de la de hoy, el tiempo transcurrido entre la masacre de las Torres Gemelas de Manhattan -la Zona Cero de una forma de vida que, entre llamas y alaridos, inició su extinción- y el impreciso instante en que escribo estas líneas sin saber si lo que sobrevive o se retuerce, en ellas, son mis propios recuerdos o los de algún delirio colectivo.
Hace diez años y un día yo estaba cómodamente sentado ante un televisor en un lugar remoto, pero hospitalario, de la provincia de Barcelona. Allí, y en vivo y en directo, Matías Prats empezó a narrarme las primeras secuencias de un horror que parecía de verdad, sí, pero que, de hecho, no podía serlo. Nada de lo que vemos en la pantalla suele serlo. Por ello, quité la voz, casi al instante, y me quedé a solas, con el alud de cadáveres lloviendo de los cielos y con ese olor repugnante a Realidad, que ni en la peor de las pesadillas nos habría sido dado percibir, imaginar ni, por supuesto, soportar. Allí donde ya no existe el lenguaje, tampoco existimos nosotros.

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sábado, septiembre 10

Entre Hogwarts y el Parlament

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Manera tiene que acudir al Parlament como solicita el PP?

Sí. A Carles Manera basta entreverle en cualquier fotografía, por ejemplo, para darse cuenta de que siempre anda envuelto en una especie de velo grisáceo de niebla, en un cúmulo canoso y cantor de nubes concéntricas que, además de expandirse y de separarlo, físicamente, de la realidad, le acaban confiriendo un aura seráfica, como si de ser único y oblicuo, intempestivo, colateral y, por todo ello, lujuriosamente paradójico. El efecto Leidenfrost en la piel de la sociedad y en la superficie contable de los espejos. Nada de lo que diga o haga -mucho más lo primero que lo segundo- tiene ninguna explicación lógica, ninguna base constatable, ningún asidero conceptual, o económico, desde el que poder tomárselo en serio y descifrarlo. Miopía hacia dentro y hacia fuera. Endógena y exógena. Miopía total. O ceguera mística. Casi un traslación de las tinieblas primeras al estertor futurista de las últimas. Las de aquí y ahora. Y siempre. Pura fiebre evanescente.
Por lo tanto, y aunque sea inútil y, sobre todo, estéril, políticamente hablando, que comparezca en el Parlament -casi como si fuera en su lugar natural: un aula nebulosa de la UIB en mitad de la bruma inconfundible del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería- y que nos intente explicar su teoría -¡y su práctica!- de cómo lograr que una inabordable caja única se convierta en un insondable pozo negro, negrísimo y, también, único; aun así, y pese a todo, siempre nos habrá de resultar un enorme placer y un exquisito acicate para los sentidos -por no hablar del éxtasis de los ultrasentidos- asistir a su pontificia explicación de unos hechos que, si no lo han hecho ya, acabarán, sin duda, por encumbrarle hasta la cúspide más selecta de la Teoría General de la Cuadratura Económica de la Realidad. Lo pongo entre mayúsculas salteadas, porque hay cosas que siempre requieren de algún pequeño énfasis simbólico que las signifique y ubique en su justo lugar; es decir, más allá de las modas temporales y de las pequeñas catástrofes del día a día.
Sólo faltaba que, anteayer, el PSOE se negara en el pleno del Consell a reclamarle a quien corresponda, que siempre es el Gobierno de Madrid, por supuesto, los 333 millones del convenio de carreteras. Igual Manera sabe dónde están esos millones, bajo qué baldosa o qué adoquín. Pero qué tozuda es la realidad cuando uno sólo es perito en lunas. O en nubes, por Dios.

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viernes, septiembre 9

Las lenguas de todos

La Telaraña en El Mundo.
  
Ya escasean los vuelos directos desde Palma a infinitud de lugares. Será el velo de la crisis o que ya toca dejar de creerse el ombligo del mundo. Fue bonito mientras duró, pero nada dura eternamente. Salvo en Cataluña, parece. Ahí, Artur Mas está dispuesto a mantener, contra viento y marea, el proceloso burka de la inmersión lingüística. Y dice, casi que grita, que lo hará a toda costa. Con urgencia. Apelando a las líneas rojas que no deben cruzarse. Faltaría más. Las del no pasarán. O las del aquí estoy y estos son mis poderes. La sacrosanta unidad. Lengua. País.
En fin. Algo tan onomatopéyico como si dijera: mi burro, mis tirantes, mi boina o barretina, la mía y la de Josep Pla, mis sardanas, mis castellers y todo el folclore que define una nación igual que una cofradía. O así.
Pero Mas -como la OCB en la Isla- se nos antoja muy categórico. ¿Cómo le vamos a tocar las narices con este asunto? Lo pregunta él, que es, de hecho, quien no debe. En realidad, debieran preguntárselo los miles de millones de catalanes -en estos temas conviene ser algo hiperbólico- que no pueden educar a sus hijos en la lengua que desean. Pero ellos nos dirían, acaso, que la lengua no es el problema, que el problema es la educación y que hay que ser muy maleducados para discriminar la lengua de todos. ¿La común, la propia? Vale ya de zarandajas. Todas las lenguas son de todos, salvo cuando nos las prohíben.

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jueves, septiembre 8

A cara descubierta

La Telaraña en El Mundo.


Supongo que hay que esforzarse para no importa qué. Para todo y nada. Para salir a la calle o no. Para escribir estas líneas y hasta para quedarse como si en silencio, ágrafo y, desde luego, perplejo. Todo cuesta lo suyo, si observamos el paisaje y vemos lo cargado que viene. Lo agrio que huele. ¡O cómo apesta! No sé cuánto nos costará llegar al 20N y además llegar sanos y salvos, como si sólo fuera ir día a día, pero con la certeza final de que nos aguarda algo mejor, y no más de lo mismo, algo que merezca afrontarse con la frente bien alta.
O sea, a cara descubierta. Así quiere la municipalidad de Sa Pobla que vayan todos -y, sobre todo, todas- en sus calles y plazas públicas, en sus oficinas y comercios. Se acabó, pues, la mascarada del casco integral o el pasamontañas etarra.
Y, más aún, la demencial rejilla del burka, esa especie de astrosa jaula ambulante que no se sabe nunca, con absoluta certeza, qué tragedia, qué cadáver, qué culto, qué hechizo, qué pobre víctima inocente, qué singular tormenta de fe o, quizá, de vasallaje, contiene. Pero mira. Te seré muy sincero. Detesto todas las prohibiciones, incluso esta; y por ello, esto lo escribo tan sólo para ti, seas quien seas, y aunque no puedas leerme. Esta vez me hubiera dolido mucho más no saber si eres la mujer más hermosa del universo o si tu rostro es la réplica exacta del mismísimo diablo. ¿Curiosidad o justicia? Tú misma.

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lunes, septiembre 5

Referéndums y victorias

La Telaraña en El Mundo.

Con el paso del tiempo a uno se le aclaran algunas cosas, a la vez que, quizá para compensar, se le oscurecen otras. No entiendo el fervor de los indignados del 15M y de los sindicalistas en horas bajas que se manifestaron días atrás en Palma (y mañana más, para que no decaiga), exigiendo un referéndum para ese cambio de la Constitución, que consiste en no gastar más de lo que se tiene y que, además, no entrará en vigor hasta el 2020. ¡Cuántas cosas no cambiarán, y de veras, en tanto tiempo!
Pero la fiebre de los referendos tiene mucha solera entre nosotros. Franco los ganaba por goleada y sin que el brazo incorrupto del que gozaba temblase más de lo habitual. Qué va. Arrasaba y punto. Y bien satisfecha que volvía la manada al trabajo, al día siguiente, con el tatuaje del voto en la frente. O en el culo. O qué sé yo dónde. Felipe González hizo lo mismo sólo para demostrarnos que no hay nada como un buen referéndum para quedarnos en la OTAN, donde ya estábamos… Y en la UE y en el Euro y suma y sigue.
No voy a repetir, aquí, las teorías de tantos -de Borges, por ejemplo- sobre la idoneidad de que se le pregunte a la gente por asuntos sobre los que no tiene -ni tiene por qué tener- repajolera idea. Será por eso que no recuerdo haber votado nunca en ninguna consulta donde se mezclan churras y merinas, como si todos fuéramos ganaderos y quisiéramos ser, en realidad, ganadores. No hay otra victoria que la de opinar sobre lo que se sabe y callar sobre lo que se desconoce.

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domingo, septiembre 4


La sensación, a veces, es de incredulidad. O quizá de asombro.

sábado, septiembre 3

Hechos y no cohechos

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que al no apreciar cohecho en el caso Can Domenge la Fiscalía intenta proteger a Munar?

No. Aunque ustedes, e incluso yo mismo, sepamos distinguir con precisa exactitud entre un hecho y un cohecho, tampoco es cuestión de llevarnos a mal traer por la manipulación de una simple migaja gramatical. Bastante prolijo y eufemístico nos resulta, ya, el vocabulario jurídico, como para, encima, dejarnos embaucar por sus ambigüedades y recurrencias o dejarnos sepultar por su persistente búsqueda de algún matiz último, y acaso definitivo, donde esconder sus dramáticas incapacidades y, sobre todo, disimular su precario equilibrio conceptual entre el bien y el mal o, peor aún, entre la absolución y la condena pertinentes. O impertinentes. Ningún leguleyo común y corriente hubiera escrito nunca «Crimen y Castigo». ¿No es cierto? Pues eso.
Vayamos a los hechos. Estoy seguro que Munar ha hecho todo lo que ha hecho absolutamente por sí misma. Nada de cohechos. Y también estoy seguro que lo que no ha hecho ella, como es lógico, no lo ha hecho ella, aunque sí lo hayan hecho otros siguiendo el dictado de sus caprichos. Me refiero a su abultadísima corte de palmeros en nómina y, por supuesto, a todos los partidos políticos que, en algún momento, pactaron a destajo con ella. A destajo, sí, pero no a jornada completa, porque no se puede estar en todas partes -¡ni siquiera Munar puede!- y por ello, el panorama se nos presenta desolador, sí, pero inacabado. Demasiados hechos encadenados. Demasiadas montañas y hasta cordilleras de hechos y también de desechos. Un cuadro entre naif y abstracto, donde lo único seguro es la presencia final de una gran tormenta y el alud -quizá lluvia de grava entre nubes de vil metal- cayendo sobre nosotros y sobre los balances deshechos de nuestra economía. Ese cuadro, sin duda, nos retrata a todos, pero más que a nadie a sus autores; y allá ellos, y ella, con sus conciencias. Si es que la tienen, que esa es otra, y casi que indemostrable, me temo.
Pero sea como fuere, entre el no me lo creo, pero vale, de la Juez de Can Domenge y la marcha atrás -con pies de plomo- de la Fiscalía, tanto Munar como Miquel Nadal se han librado de que a los hechos se les una el cohecho; es decir, la imputación más grave en el surrealista argot de la corrupción: el soborno. Vamos ahora a ver cuántos lotes de hechos, sumados uno a uno, o bolsa a bolsa, dan como resultado que se haga, al fin y, además, por un muy, muy largo tiempo, justicia.

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viernes, septiembre 2

Muerte bajo el sol

La Telaraña en El Mundo.
  
En Campos se rueda «El amor de Carlota», una película que pretende mostrar los valores humanos y las costumbres de Mallorca. Espero, de veras, por el bien del  director mallorquín Francis Expósito, que todo parecido con la realidad sea pura ficción, porque si no es así ya me contarán de qué demonios puede acabar yendo el asunto. ¿Un thriller de política y corrupción? ¿Una guerra apocalíptica entre tribus enfrentadas por los despojos de la droga en algún remoto asentamiento urbano? ¿Una rebelión en las aulas donde maestros y alumnos no hablan la misma lengua, ni aun queriendo? Pues no sé si habrá más alternativas.
En Mallorca se ha hecho cine desde siempre. Así, la entidad Balear Film produjo, en 1926, «El secreto de la Pedriza» que sí fue capaz de afrontar un tema muy nuestro, el contrabando. O «Jack, el Negro». O «La mujer de paja», con Gina Lollobrigida, Sean Connery y el pueblo de Artà como telón de fondo. O «Muerte bajo el sol». O escenas sueltas de «El verdugo», la obra de Berlanga.
En fin, que esto no es Hollywood, pero se le parece. No extraña, pues, que el casting para la nueva película de los hermanos Wachowski colapsara los alrededores del antiguo Quarter d´Intendència. Se buscaban extras para hacer de piratas, salteadores y gente servil, pero si, en vez de extras, hubieran pedido protagonistas reales -de carne y hueso- los habrían encontrado de lujo. De Óscar seguro, vaya.

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jueves, septiembre 1

Racismo y marginación

La Telaraña en El Mundo. 

Resulta que siempre hablamos, y con énfasis, de las cosas grandes -cuanto más enormes y conceptuales, mejor- para acabar concluyendo que tales quimeras sólo existen -o se manifiestan- en la faz de las cosas pequeñas, en su fulgor repentino, en su perfil de anécdotas con las que construimos el puzle de la realidad, hasta que algún desastre, el que sea, sucede, y la realidad se nos hace añicos y se nos evaporan sus costuras y volvemos a enfrentarnos a la mesa repleta de fichas esparcidas, a ese tablero roto de síntomas y desvaríos, de caos uniforme y, acaso, irreparable.
Voy, pues, recopilando anécdotas como quien teje una imagen en movimiento. Sin aprisionarla. Dejándola flotar. O naufragando con ella. Quizá conozco mejor Harlem o las favelas en las afueras de Río, que el mucho más cercano Son Gotleu. Nadie hace turismo en los alrededores de la Plaza Orson Wells. Tampoco nada invita a ello.
Y, sin embargo, está aquí al lado. A unos pasos que no doy; quizá por miedo o desidia. Quizá porque ando ocupado en temas mayores -me digo- y el filo de la navaja donde bailan a muerte sus moradores se me antoja un lugar donde hay que darle la vuelta a los epítetos «racismo» y «marginación» y aplicárselos, no a ellos, o no sólo a ellos, sino a la sociedad entera. Me pasa lo contrario que con los insultos subvencionados de L´Estel o el gobierno en la sombra de la OCB. Lo suyo no tiene vuelta de hoja.

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