LA TELARAÑA: junio 2018

viernes, junio 29

Entre Auschwitz y Maldoror


La Telaraña en El Mundo. 




 De tanto opinar. De tanto decir la nuestra en ese enjambre de las voces y los ecos que son los muros de las redes sociales donde nos estrellamos una vez y otra. De tanto mirar el mundo y no distinguir nada, salvo sus interminables listas de bajas, sus facciones irreconciliables, sus arrabales enfrentados: ese gentío que corre en busca de una salida que no existe. De tanto observar las constelaciones del universo y no poder, sin embargo, escapar de los espejos volados de sus salones de niebla (como de aquellos otros puentes gélidos tendidos sobre el vacío y la muerte donde se intercambian verdades por mentiras o viceversa; y el espionaje y la propaganda oficiales durante la guerra fría y antes y después y ahora eran y son la misma cosa) ni de la música ronca de los gramófonos, porque no queda apenas aire en el ambiente y la asfixia convierte el romántico baile en un estrafalario baile de máscaras de oxígeno. O antigás. El mundo condensado en una viñeta de Spiegelman: Auschwitz, porque ya nadie lee Los cantos de Maldoror, de Isidore Ducasse, conde de Lautréamont.
 De tanto opinar, sin saber. O de tanto callar aposta, porque salvaguardar la intimidad consiste, también, en que nadie sepa lo que opinas, porque tu opinión es absolutamente irrelevante; y lo sabes y tampoco sabes si vas o si vienes y, mucho menos, si los demás van o vienen; y hay un atasco monumental en todos los trenes subterráneos del universo, salvo en el de Palma, que no sirve ni para perderse cuando necesitas estar solo, y los vagones envueltos en llamas van repletos de sombras, de sombras negras, van repletos de cuerpos amontonados, de cuerpos convertidos en llamas, fundidos los unos en los otros y ardiendo: la humanidad entera en viaje hacia una estación fantasma a la que no se sabe cuándo se llega, pero se llega. Se llega, se llega. O eso dicen.
 De tanto opinar, sin que nadie, realmente, escuche a nadie. La palabra, la frase, el zasca, el aforismo, el breve apunte a vuelapluma, el insulto, el indulto, el meme, la voz herida que sangra y se desangra y tiñe de rojo los andenes del infierno y las avenidas del cielo: ahí descansamos un único instante y lo deseamos eterno. Ahí soñamos durante ese mismo instante que la palabra existe y que todo lo que la palabra es capaz de nombrar existe, de alguna manera, en nuestra imaginación, en nuestra consciencia, seguramente en nuestra voluntad. Y es así, que ese cielo y ese infierno, tan repletos de ángeles como también de adjetivos, son los lugares que nos rondan, asedian, atemorizan o embelesan a lo largo y a lo hondo de nuestras vidas. No obstante, nunca llegaremos a saber si esos lugares son como nosotros. Nunca sabremos si son lugares físicos o gramaticales. Como nosotros. ¿Como nosotros?






Etiquetas: , ,

viernes, junio 22

La imaginación al poder


La Telaraña en El Mundo.




 De vez en cuando dejo de lado la actualidad de todos y me quedo observando, prendado, prendido, la mía propia. La que acontece cuando me pongo, por ejemplo, una bata blanca y, con el culo al aire, voy recorriendo pasillos (aquí no parece que haya moscas ni hongos voraces como en otros hospitales de las islas) en busca del cirujano, el bisturí y las gasas, el líquido desinfectante, la luz estéril y taciturna, la enfermera, en fin, que habrá de llevarme del brazo hasta más allá de mí mismo, que es lo que siempre he buscado y sólo he hallado alguna que otra vez, algunos instantes afortunados que ahora refulgen y luego se apagan y desaparecen, que ahora te envuelven de calor o frío absolutos y te dejan, después, a merced de una extraña tranquilidad que dura tan poco que no hay forma de detenerse y pensar en ella: relamerse con su aura, las filigranas de su melodía, el vaivén de sus caderas. En efecto, no hay forma de recordarla por completo y así no podemos dejar de imaginárnosla una vez y otra hasta que la fatiga o el desencanto nos vencen, nos agotan, quizá nos sepultan.
 Pero ahora no sé si la actualidad de todos es distinta de la mía. Todos paseamos alguna vez semidesnudos por los corredores sin fin de los hospitales igual que nos paramos en un bar y en la pantalla de los televisores suena el himno español mientras De Gea se traga todos los balones del Mundial como si fuera un faquir tragando sables de fuego y Rubiales sonríe desde el mullido palco de autoridades sin entender que no se puede manipular, pase lo que pase, la realidad sin que la realidad se te revuelva, sin que te repita, sin que una sombra tuya te susurre cada noche, pero hombre, por qué coño echaste a Lopetegui, alma de cántaro.
 De vez en cuando la actualidad me deja de lado y suele costarme, entonces, un rato largo no ser el protagonista de todas las portadas del universo. No obstante, me consuelo con las ventajas de la invisibilidad, con la certeza de poder hacer lo que me venga en gana porque nadie me vigila: nadie salvo Google, Facebook o todas las aplicaciones de mi teléfono, que me tienen geolocalizado ahí en mitad de ninguna parte con unas coordenadas espaciales que son las mías, en efecto, y una dirección IP que también es la mía: en ello pienso mientras atravieso corriendo todos los pasillos calcinados del cielo y del infierno y mis coordenadas son siempre otras y mi IP dinámica acaba escondida en uno de esos proxys que te prometen el anonimato y te convierten en una presa fácil, en un títere de los cazadores anónimos de datos personales, de los proveedores y manipuladores, pues, de una actualidad que no es la suya y que, hagan lo que hagan, nunca lo será del todo. En efecto, mientras sigamos siendo capaces, al menos, de imaginárnosla, no nos la podrán quitar.






Etiquetas: , ,

viernes, junio 15

La libertad y la expresión


La Telaraña en El Mundo.



 En muchas más ocasiones de las que puedo enumerar aquí, el arte no es, en realidad, arte, sino otra cosa muy distinta. Una provocación ideológica, un panfleto visual, una muestra magnífica de hasta dónde pueden llegar la mendicidad cultural y la impostura para darle  al público lo que habrá de alimentarle, es un por decir, en su viaje diario a través del inmundo lodazal de las redes sociales, su pueril engaño, su vulgar artificio, ese alud de voces que parecen múltiples y también dispares y que, sin embargo, son todo lo contrario: la voz única de la estulticia clamando como si estuviéramos en el desierto y remolinos de arena nos engulleran. No es así. Ya no hay apenas arena en las playas (salvo en las de nuestra infancia) y en la actualidad, los desiertos son el lugar del que venimos huyendo desde siempre: el lugar que nunca lograremos abandonar por completo. Así es la vida.
 Con todo, pasan cosas y hay que contarlas. «¡Fascistas, fascistas!» mascullaba un hombre ya entrado en años, primero a mis espaldas y luego, enseguida, justo a mi lado. «Pues sí, fascistas», pensé en voz alta mirando al vacío mientras el sol caía vertical sobre nosotros, dos absolutos desconocidos en plena Plaza de España, observando, entre los turistas que iban o venían, la instalación fotográfica de Santiago Sierra. La instalación o lo que sea. Ese panegírico de Oriol Junqueras y los demás presos catalanes. Ese panegírico contra la concordia y contra la libertad que fue censurada en ARCO y prohibida en el Parlamento Europeo y que, sin embargo, tanto gusta a nuestro excelentísimo Ayuntamiento y a los procaces organizadores de la “Setmana per la Llibertat d'Expressió” que, por cierto, finaliza pasado mañana, domingo. Menos mal, porque ya es hora de que dejen de ensuciar los puentes sobre la Riera con sus lazos amarillos de importación.
 Luego, más tarde, creo que fue al día siguiente, un grupo más o menos ultra y más o menos desconocido no tuvo mejor ocurrencia -por decirlo de algún modo- que rebajarse a cometer el más innoble de los actos, el de dejarse vencer por la barbarie y pintarrajear esas fotografías de Sierra que, aunque parezca todo lo contrario, estaban hechas, precisamente, para que algún idiota del mismo calibre (aunque opuesto) las destrozase. Es así, a través de la sombra alargada de la barbarie, como se van cargando de razones los otros bárbaros y la noche oscurísima de la humanidad se convierte en una reunión de bárbaros donde la razón no está invitada y los dioses que rigen la vida y la muerte se miran a los ojos y sienten tanta vergüenza de la raza humana que obligan a los hombres a destruir sistemáticamente todo lo que hagan, unos y otros. La verdad es que así, por desgracia, no hay forma de construir absolutamente nada.



Etiquetas: , ,

viernes, junio 8

Un gobierno de diseño


La Telaraña en El Mundo.



 Si yo fuera feminista estaría muy feliz con el gobierno de diseño de Pedro Sánchez, repleto de mujeres y también de talento. Si yo fuera activista de género e igualdad estaría también muy feliz con el gobierno de diseño de Pedro Sánchez, con su civilizada cuota de gais y también de talento. Si fuera, en definitiva, socialdemócrata, estaría francamente ilusionado con un gobierno que tiene la virtud de parecerse, como una gota de agua a otra gota de agua, a la sociedad misma que pretende gobernar: esta vez no va a hacer falta que pose nadie en Vogue, como sí hicieron en su día las ministras de Rodríguez Zapatero, porque la sensación es que tanto ellas como ellos llevan posando en los mejores escaparates del poder, tertulias televisivas incluidas, desde hace años, lustros, quizá décadas.
 Pero es obvio que yo estoy muy satisfecho con el gobierno de Pedro Sánchez porque no es nada fácil sacar un gobierno así de la nada telúrica más absoluta y vacía y presentarlo, luego, en público y conseguir que caiga estupendamente bien a todo el mundo. Otra cosa será lo que vaya o no a gobernar, pero qué importa realmente eso, si el mejor gobierno posible es el que apenas gobierna, el que no se inmiscuye en las cosas de la gente, al menos en las cosas de la gente buena, de la gente que no hace daño a nadie, que sólo mira por su familia, por su trabajo, por sus hijos, por ese ir haciendo camino al andar que es la vida, por definición o por experiencia, hasta que llegas al mar inmenso, azul y rizado y plúmbeo y aunque el agua te parezca, al principio, muy fría, luego resulta que no es así, que está cálida y tú te estás muriendo lentamente hasta que ya te has muerto.
 Con todo, el ministerio que más tiene ver conmigo es el de Cultura y Deporte. A ver cómo lo explico sin tener que ocuparme de las frivolidades adolescentes de Màxim Huerta. La cultura me interesa, porque todo cuanto hacemos o dejamos de hacer es, en el fondo y en la forma, una manifestación cultural, una manera propia, pero también social, de proyectar nuestra visión de la realidad, nuestro compromiso más o menos consciente con el tiempo y la historia que nos ha tocado vivir. Eso es tan cierto como que cada día que pasa creo menos en la Cultura (así, en mayúscula) e intuyo que, pese a la picazón de la curiosidad que nunca me abandona, acabaré descreyendo de ella por completo. Respecto al Deporte (así, en mayúscula) sólo les diré que practico el más noble y menos competitivo de todos ellos, el de pasear a diario por las calles de Palma sabiendo que cada vez que doblo una esquina la ciudad cambia de fisonomía y, en ocasiones, hasta se vuelve fiera: abre, entonces, sus fauces y me engulle y yo sé que no hay mejor lugar para viajar que el vientre de esa ballena inmensa que es la oscuridad.


Etiquetas: , ,

viernes, junio 1

La Feria del Libro


La Telaraña en El Mundo.





 Es una vergüenza, un oxímoron, la intolerable marca del sectarismo y la manipulación. No es de recibo, en efecto, que hoy, con el mes de junio y hasta el próximo día 10, comience en el Borne, entre las fluorescencias más o menos comerciales de la siempre imaginaria milla de oro palmesana, la XXXVI edición de la Feria del Libro con la loable intención, qué duda cabe, de dedicarse este año a loar la libertad de expresión con las intervenciones programadas, entre otros, de Acallar, esa ensalada de mayúsculas salteadas: la Asociación de Creadores y Artistas por la Libertad Artística, con la asistencia estelar (aunque ya no se le espera, finalmente, porque anda huido de la justicia y, por lo tanto, de la libertad) del inefable rapero Valtonyc. Su silla vacía será, tal vez, la fotografía de esta feria. Nada menos. O vivir para ver. O qué tendrá la libertad que cuanto más parecen querer defenderla, más, mucho más, la acaban, entre casi todos, ridiculizando.
 Sin embargo, yo no le voy a pedir -sería perder el tiempo- al Gremi de Llibreters que me acompañe en mis digresiones de hoy ante esta feria que, para muchos, es un acontecimiento de indudable talla cultural y, para otros, quizá los menos, una exhibición obsoleta e ideológica, una muestra atávica, rancia y mediatizada de cómo era el mundo hasta hace bien poco, pero ya no es, ni volverá a serlo. Las ferias del libro de estos últimos años (y lo digo con cierto conocimiento de causa: he participado profesional y personalmente en algunas) me acaban recordando los impostados mercadillos medievales que se montan junto al mar y las murallas cuando hay alguna diada (de Mallorca, del Consell, del Mediterráneo, de lo que sea) y toca engalanarse de ficción y oficios más o menos celestes, de raíces y heráldicas antiquísimas, de estirpe, de país, de raza, de esto es lo que fuimos y esto lo que somos, de nada.
 ¿Qué entenderán estos libreros por libertad de expresión? ¿Sabrán diseccionarla? ¿Sabrán abrirse hasta las entrañas para ver qué les está permitido decir y qué no? No sé si entenderán algo más allá del paisaje desolador de las subvenciones, ese maná bíblico, con que los sucesivos gobiernos (nacionales, autonómicos o, incluso, de autonomías vecinas en fase claramente expansionista) riegan sus huertos, sus parterres, sus macetillas repletas de libros que luego nadie lee, porque en España se editan demasiados libros y no hay más control de calidad que la lengua y la filiación política; y el papel es de poca calidad y dura poco y amarillea y se pudre y toca reciclar las ideas, pero eso cuesta mucho cuando no hay ideas y es mucho más fácil ofrecernos toneladas de nuevos libros repitiendo lo mismo, profanando, una y otra vez, aquella norma sagrada de callar cuando no se sabe.



Etiquetas: , ,