LA TELARAÑA: diciembre 2012

lunes, diciembre 31

El año y el discurso


La Telaraña en El Mundo.
 
 Hago clic en el botón adecuado y el programa que me acabo de agenciar en la Tienda de mi flamante Windows 8 -un lector gratuito de noticias, uno entre otros muchos que sirven para lo mismo- me descarga algo así como unas cuarenta mil entradas, con sus correspondientes vídeos, fotografías, enlaces de referencia, añadidos publicitarios y hasta una nutrida muestra, casi infinita, de las opiniones de quienes gustan de decir la suya y avivar así, si no el mundo en sí mismo, sí, quizá, la llama olímpica de su discurso.
 Sé que ese discurso, pese a todo, es el que acaba confirmándonos que la vida sigue su curso, que remonta o se hunde, pero también que lucha y hasta patalea. La vida. Y eso es lo que parece motivarnos a participar, con la misma fe, en un tema que nos resulte familiar (el metro a la UIB y su nuevo y acertado horario a partir de mañana, por ejemplo) o del todo ajeno (acaso las galerías inundadas y hasta navegables en barcas de plástico, de la línea 2 del metro de Valencia a su paso por Ruzafa). Cosas veredes.
 Pero a lo que iba. Hoy se acaba el año, pero no el discurso; y en ese baile cíclico de fechas se irán repitiendo las estaciones y tendremos días agitados y días tranquilos. Instantes de celo y también de desgana, de lánguida espera en los andenes vacíos. Súbanse a ese tren con calma y, sobre todo, sin miedo.
 

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sábado, diciembre 29

el séptimo día

Casi para despedir el año, muy en especial, el mío propio, os dejo un fragmento de mi poemario Tratado de las cosas sin nombre (Calima, 2009):




Hoy es el séptimo día aunque no nos lo parezca.
 

Lo dijo Píndaro:

Ojalá llegues a ser

el que eres.

 

Esta es la hora difícil de la demora, del baile

en los alrededores, en la escarcha rota

del primer vientre, en su desgarro,

en el deseo clandestino, en su barniz

de ámbar aletargado como un fósil.

Es la hora del recuento en las alforjas

del vacío inventario del vacío. La fiebre

que me venció en París o la melancolía

de las aves cruzando Hyde Park. [Aquí los nombres

son sólo parte del paisaje y de los estados de ánimo,

un lugar transitorio como la soledad perenne] El sexo

más allá del hastío en Valencia. Las miradas de amor

naufragando en los muelles de Barcelona. El refugio

ficticio en Palma y el hábito de hurgar en las grietas

cómplices de Babel: el error subterráneo de las religiones 

y las ciencias. [Intento reescribir un torso,

un hogar penetrado de metáforas

y una piel que fue tuya, pero sólo consigo evocar

su abismo] Esto es la muerte y la vida. Aquí

nada empieza ni acaba, todo se refleja ovillado

en círculos concéntricos, la postura

fetal de un hombre que ha perdido no sabe qué

ni dónde o en los murmullos del ser. Pero si somos algo,

somos el cazador que busca refugio en la noche

y enciende las linternas y cree que las sombras,

como así acabará sucediendo, le clavarán sus colmillos

y le recordarán su nombre de piedra, de sangre, de fuego,

de sílabas flotando en los pasillos del aire.
 
 
 

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El año sabático

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la situación económica mejorará en 2013 en Baleares?
 
 
 No. Pese a nuestra providencial soledad geográfica en mitad de ninguna parte (o en el centro de todas, según se mire o se quiera ver: pura y simple especulación, si no delirio) no estamos, por supuesto, tan lejos ni tan aislados del resto del mundo como para llegar a creer, precisamente, que el paraíso de los brotes verdes vaya a cuajar aquí antes que en cualquier otra parte. Ya no existe -no, al menos, en el desolador paisaje actual de nuestra rácana consciencia individual y colectiva- ningún monte desierto en los aledaños de la ciudad de Betsaida. Tampoco hay ningún vergel de matorrales hambrientos y arenas cálidas en las orillas infernales del lago Tiberíades. Y no parece que a estas alturas de la fiesta (tan decadente, que simula la orgía póstuma de un funeral) nadie pueda convencernos de que el verdadero Pan desciende del Cielo y viene, además, de Dios.
 Obviémoslo, pues, porque ya cambió el signo de los tiempos y es muy posible, de hecho, que nunca fuera así por mucho que las instituciones del viejo Estado protector -siempre contando con la impagable ayuda profesional de los sindicatos- nos sigan, pese a todo, intentando revender nuestro derecho ancestral a un Bienestar que ya no sé si merecemos. ¡Y además qué puede importar eso, si ya llevamos varias generaciones pagando esa cobarde, falsa y hasta extenuante hipoteca!
 Basta, sin embargo, mirar alrededor para presentir, adentro -y más que como un rumor, como una lluvia de alfileres-, el paisaje calcinado de la crisis, la economía doméstica bajo los mínimos de la tijera afilada del terror, el dinero ahuecando el ala por entre las revueltas inverosímiles de las agencias calificadoras, la sombra turbadora de los desahucios revoloteando como un sarpullido de nubes muy negras, la política convertida en el remedo cruel de una economía arrasada -un pillaje, una emboscada, una aparatosa y pueril guerra de guerrillas- donde la salida común (que la propia, ni se sabe) es el calvario lento, pero firme y decidido, hacia los multitudinarios calabozos del recogimiento o, en su defecto, de la imputación. Visto lo que hay y, sobre todo, lo que se prevé, me da que puedo ir pensando en el 2013 como en un magnífico año sabático.

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viernes, diciembre 28

El rap del caballo


La Telaraña en El Mundo.
 
 A veces me pregunto si la edad ayuda a cimentar y construir un discurso que pueda calificarse de coherente. O todo lo coherente, al menos, que nos está permitido cuando la espiral de los sentimientos no nos concede ni un instante de tregua. No nos detendremos, pues, para que la dinámica del pensamiento no se nos rompa y nos deje como suspendidos de un hilo silencioso que algún día, y eso sí lo sabemos, acabará rompiéndose.
 Preguntas así, es decir, sin respuesta, son las que nos hacemos cuando el año concluye y, entre la bruma navideña, una especie de ciclo o de serpentina se cierra y abre en nosotros. Nos vemos en el espejo de los otros y nos decimos que somos como ellos. Tan burros, inteligentes, raros. Tan singulares, sobre todo, cuando nos dejan ser tal y como somos. Sí, ya sé que eso no sucede siempre, pero nadie dijo que vivir tuviera que ser fácil. No lo es.
 Con todo, la hora del balance asusta. Si el video de un rapero coreano a lomos de un caballo imaginario es lo más celebrado durante los doce últimos meses es como para pensar que el futuro de la humanidad corre serio peligro. Suerte tenemos de saber que el márquetin sólo dura lo que un temblor. O un parpadeo. Como la vida misma, claro; pero esa es otra historia.
 
 

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jueves, diciembre 27

Telones y talones


La Telaraña en El Mundo.
 
 
  Cuando el nacionalismo calculador y contable de la derecha económica más burguesa del país entero -aún llamado España- y el ánimo independentista de cierta izquierda, sin más referentes que una confusa identidad (aún por determinar, históricamente), se alían para detentar el poder, como sucede ahora en Cataluña, sólo cabe esperar, como mínimo, algún milagro. O en su defecto, un sucedáneo. 
 Así, pues, si el resultado no es un milagro, es que es una terrible paradoja. Y si no una paradoja, una sucesión de representaciones sin más sustento que la pose y el gesto, la liturgia agraz de una fe que no repara en las cuentas de otro rosario que no sea el de los talones bancarios en paraísos fiscales (mejor si de la UE, claro) y las cuotas de poder, la milicia lingüística en los territorios de ultramar (sobre todo en Baleares, pero ya puestos y, si se dejan, también en Aragón o en Valencia), la intervención nacional de lo común y hasta la perversión de lo propio. Como de lo ajeno.
 Pero, por ahora, todo parece reducirse a un gran telón sobre el retrato del Rey. La idea fue del departamento de protocolo de la Generalitat. Mucho trabajo tendrá esta gente si lo que quieren es cegar la realidad, sin que se les note lo ciegos que están.
 

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lunes, diciembre 24

Postal de Navidad

La Telaraña en El Mundo.
 
 
  Resulta que esta noche es Nochebuena. Escribo, pues, con un ojo en la nebulosa de la actualidad y con el otro en el banquete familiar que se me avecina. No sé, por lo tanto, si debo comprarme un chaleco o una mochila antibalas, como parece estar de moda en USA y lo estaría también aquí, si ello nos librara de los rigores de los comisarios lingüísticos, o si, en fin, pudiésemos abastecernos de armas de fuego en cualquier tienda de todo a cien. Dios, los hombres y las mujeres no lo quieran, por supuesto.
 Con todo, no deja de ser un leve quebranto tener que asumir como propias e inevitables las viejas tradiciones que heredamos y hasta perseverar en ellas, mal que nos dejen el colesterol por las nubes y la báscula por los subsuelos o, y es sólo un por decir, nos llenen de llanto y quejas el patio de los colegios, ese lugar único donde los niños aún pueden preferir el castellano al catalán; y espero que no sea una bala perdida lo que les haga cambiar de opinión.
 Pero ahora en serio. Acabo de poner en una balanza cuanto he escrito. Observo que las metáforas tan sólo pesan lo que uno quiere. Muy poco o quizá nada, si las comparamos con el peso de la realidad, con el cariño que uno recibe y siente por los suyos, con el ir y venir de las sonrisas familiares y los buenos deseos compartidos. Feliz Navidad para todos. Sin excepción.
 

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sábado, diciembre 22

Un cadáver exquisito

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el catalán tiene que ser, como desea el conseller Rafael Bosch, una asignatura troncal?
 
 
 No. En la mesa hostil y crisálida del cirujano no encontramos más que vísceras dispersas y un cierto olor a muerto en el cloroformo del ambiente. Alrededor, la luz es blanca y ni arroja sombras. Es aséptica, quizá neutral, no sé si imaginaria. Es la mortaja lingüística y la sutura filológica de un cadáver, el de la inteligencia, que ya no se mueve ni se queja; sólo se muestra o se exhibe, quizá para que no olvidemos sus contornos y perfiles, las perfectas facciones, ahora demacradas, de un rostro que fue joven y hermoso, el de la inteligencia, y así podamos, quién sabe cuándo, volver a reconstruirlo. Pero no será fácil. En absoluto.
 Rafael Bosch lee e interpreta las radiografías que le ofrece José Ignacio Wert según le conviene. Aquí están las asignaturas troncales, ahí las específicas y allá, casi sin asomar de puro famélicas, las de especialización. Todas juntas, y no sé si revueltas, debieran suponer el resumen y la confirmación -o el holograma- de un cuerpo único, su médula, sus articulaciones y hasta el soplo vital de su espíritu; pero el exquisito cadáver -ya lo dije- huele a flores rancias en una mesa de tahúres. Apesta a desidia y confusión, a ensalada de conceptos, a irreal encaje de intereses. Apesta a basura y estiércol, a abono inútil para cualquier tipo de educación y tanto da si en castellano o si en catalán. O inglés. Donde no hay inteligencia sólo hay silencio.
 ¿Sólo silencio? Pues no de todo. La autoridad de la UIB aparece justo en el lugar incierto de la voz del trueno para acabar de corroborar el paisaje de la destrucción con un par de apostillas a la manera de rayos y no precisamente catódicos, sino flamígeros. Los cirujanos -o carniceros de la lengua- de la UIB acusan al Govern de ser enemigos de la diversidad, pero ellos, en cambio, pretender ser todo lo contrario defendiendo el modelo actual de severa inmersión lingüística. Pero mejor lo dejo aquí. ¿No?

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viernes, diciembre 21

«Apocalipsis Now»

La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Si leen estas líneas es que el periódico ha salido, que internet no se ha convertido en una nube tóxica (aún más tóxica, quiero decir), que el sol y la tierra siguen en su órbita, que los campos magnéticos no han enloquecido y que el fin del mundo, por esta vez, ha pasado de largo hacia otras latitudes galácticas donde descargar su poso de ira, decepción y desahucio, su lastre de tiempo medido (por error) de forma unidireccional, su interminable círculo histórico con ansias, quizá retóricas, de poner algún que otro punto y final. O sólo de cambiar de párrafo. Pues sea.
 Y lo que es, es que una educación tan famélica como la actual (más atenta al catalán, que al latín o al griego) nos conduce a la muerte por asfixia de algunas ciencias. De la etimología, por ejemplo, convertida en un recurso estilístico. Pero lo diré sólo una vez. Apocalipsis significa revelación. Nada menos.
 Luego están, claro, las asociaciones de ideas. Revelaciones. Revoluciones. Será por eso que, aun creyendo en esos dos estados del espíritu a nivel personal, en el plano colectivo, en cambio, se me antojan dos alucinaciones peligrosas: el necio y voraz preludio de alguna catástrofe. Será, pues, que no hay más refugio que el interior. ¿Quién conoce otro?

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jueves, diciembre 20

Los trenes muertos


La Telaraña en El Mundo.
 
 Los trenes podrían llevarte, un día gris y quizá plúmbeo, hasta los aledaños calcinados de Auschwitz, por ejemplo, pero eso sólo podrás verificarlo cuando ya sea demasiado tarde y te encuentres, al fin, atrapado en algún callejón sin salida. También podrían permitirte atravesar fronteras, tundras gélidas, desiertos y hasta el corazón pétreo de las montañas; en esos túneles dejarás buena parte de tus sueños, pero los recuperarás luego al salir a la luz y al aire libre. O eso piensas.
 Los trenes podrían llevarte, incluso, hasta ti mismo, pero para ese viaje tan largo deberías conducirlos en persona, recrear la topografía del paisaje y hasta dibujarle las venas. Es decir, las vías que, como bien sabes, no existen o no sirven, salvo si te las inventas. Puede que ya estés en ello.
 Pero también es posible que los trenes quieran ir de Manacor a Artà (o Alcudia); y no puedan. O deseen recorrer, de forma fluida y ecológica, Palma, Marratxí e Inca; y tampoco. Quizá en la materia del óxido de hierro aparcado en el cementerio de Son Rullán se oculte el extravío y el despilfarro infinito del Pacte de Govern y el conseller nacionalista Biel Vicens. Un agujero negro de unos 120 millones. No es de extrañar que ahora no puedas ni moverte.

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lunes, diciembre 17

El fin del mundo


La Telaraña en El Mundo.
 
 Nos vamos aproximando, bien es cierto que con dificultades y casi que a rastras, a la fatídica, pero sugerente, fecha del 21 de diciembre. Me gusta mucho la idea, por lo que tiene de tentación y azar, de destino puesto en tela de juicio y de inexorable duelo al sol entre las dos caras esenciales y, quizá, inseparables, de la existencia: la suerte frágil, pero fraternal, de creer en algo -en lo que sea- y la terrible, exigente soledad de no creer absolutamente en nada.
 Sucede, además, que no hay mejor forma de enfrentarse a la realidad, que intentar llegar hasta donde sus augurios vencen y, en ese incierto instante donde intuimos que todo ha alcanzado su límite, acertar a comprender, siquiera una vez, que lo único que puede salvarnos es haber pagado el dudoso peaje hasta más allá de lo posible. Y si se puede, regresar para contarlo. Claro.
 Pero el fin y, también, el principio del mundo acontecen tantas veces a lo largo de un simple día cualquiera, que no acabo de entender qué extraños fenómenos, qué alud de signos o de testimonios habrían de suceder en esa fecha tan señalada para que lo que nace con un vagido y lo que muere con un suspiro dejen de alternarse, sin remedio ni pausa, hasta que el tiempo deje de ser el tiempo y nosotros, esos viajeros sin más destino que el de perdernos y rencontrarnos a cada instante. O así.

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sábado, diciembre 15

¡Tierra, trágame!

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el ex presidente del Parlament Rotger también debe dimitir como diputado del PP?
 

 Sí. Cuando a un político, y mucho más si tiene el peso específico o la larga y reconocida trayectoria de Pere Rotger, le cae sobre las propias y anchas espaldas la sombra o la insondable grieta de una imputación formal en toda la regla, lo primero que debería hacer -más allá de la brújula desnortada de sus andares y militancias- es tomar plena consciencia de las peligrosas curvas y de los vertiginosos barrancos, alrededor, que conlleva esta curiosa actividad, a la que damos en llamar la política y que, de hecho, tan sólo consiste en una gestión delegada, siempre difícil y, a veces, hasta contradictoria, de los limitados recursos ajenos, en una representación temporal de la comunidad entera y de sus principales valores morales, culturales, económicos y sociales, en una rendición final y obligatoria de cuentas que, aunque se suele aplazar, por piedad, a cada cuatro años, es revisable, y con efectos retroactivos, en cualquier instante. También ahora mismo. Por supuesto.
 Pero Pere Rotger, por lo que se ve, anda muy lento de reflejos y así, en vez de driblar, en su momento, el áspero e innecesario -y, desde luego, injusto y nada edificante- desgaste de la pena del telediario, esa condena moderna, ese fruto podrido de la viejísima conjura de los necios, prefirió hacerle oídos sordos al clamor de un código ético que le situaba en la picota: guardándole, desde la Presidencia del Parlament, las espaldas a quien, tarde o temprano, se iba a ver abocado a decapitarle. José Ramón Bauzá. Y eso es, en fin, lo que ha acabado sucediendo.
 Pero un decapitado (aunque sólo virtualmente, claro) no vale, tampoco, como diputado raso. No vale, porque el inevitable ¡Tierra, trágame! que cualquiera proferiría en semejante trance, debiera conducirle, no al estanque dorado de los escaños, sino a la jauría encarnizada de una lucha para demostrar, si procede y es posible, su inocencia. Todo lo demás, sobra.

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viernes, diciembre 14

Artaud, Inda y Urreiztieta


La Telaraña en El Mundo.
 
 Uno puede sufrir y leer a Artaud, por ejemplo, sabiendo que siempre saldrá aliviado. O puede sufrir y buscar, en silencio, alguna evasión fugaz. Para eso están las revistas con fotos de famosos en ascensión, caída o descalabro -y mucha joven en lencería, menos mal- que suelo hojear en las salas de espera de los médicos. Allí el tiempo se detiene y no hay otra que pasar páginas buscando esa frase o imagen fuera de contexto que nos redima de tanto tópico con fecha, por supuesto, atrasada.
 Un desfase similar lo vengo padeciendo con la actualidad de la corrupción. Nunca sé quién es el último imputado ni entiendo que casi nadie, pese a las sentencias dictadas, dé con sus huesos en la cárcel y desde allí nos pueda contar, con todo lujo de detalles, lo que fue su vida de color de rosa. Material excelso para exhibicionistas. Me refiero, claro, a su pasado entre testaferros y consejos administrativos, entre viajes a los paraísos fiscales y regresos a la sombra, más o menos corajuda, de los fiscales.
 Quizá lo mejor, para ponerse al día, es aconsejarles que se acerquen, hoy, al salón de actos del Pueblo Español donde Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta presentan su libro sobre Iñaki Urdangarin. Otro que me suena y ahora no sé de qué.
 

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jueves, diciembre 13

Los fantasmas de la UIB


La Telaraña en El Mundo.


 
  Lo dijo en voz muy alta. «La UIB es la encargada del proceso de normalización lingüística», afirmó Monserrat Casas, como si ello fuera un motivo de orgullo o de excelencia, un bajo palio intocable en el contexto de la asfixia económica que 50 universidades públicas, nada menos, aseguran estar padeciendo; y yo les creo.
 Es lógico que en un país donde se construyen, casi que por esnobismo, tantos aeropuertos inútiles como palacios de congresos o universidades espectrales en mitad de ninguna parte, falten luego aviones, pasajeros, congresistas y hasta buenos alumnos; y sobren, en cambio, una pléyade de fantasmas dando la murga con sus cadenas, sus sábanas polvorientas y su lengua propia convertida en exclusiva y, si les dejásemos, en única.
 Pero el tema de la protesta era quejarse de que la universidad balear ha sufrido un recorte del 21% en los últimos cuatro años mientras el número de alumnos se ha incrementado un 10%. No sabría colegir cuánto daño le hace eso a nuestra siempre difícil normalización, porque los anormales que somos, mal que nos pese, apenas sí utilizamos el fantástico metro -de hecho, un submarino, en según qué épocas del año- que les construimos; y aún no sé muy bien para qué. Porque para emigrar no vale.

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lunes, diciembre 10

Parábola con cloacas


La Telaraña en El Mundo.
 
 No sé si tendrá la ciudad más alpiste en sus aceras y plazas que de costumbre. Lo dudo. Pero llevo meses observando -y cavilando, según descifro la caligrafía de mis apuntes del natural- que las palomas vuelan ahora más bajo que nunca y no sólo eso, sino que ahora, también, parecen mucho más voraces y, así, más sociables y hasta entrañables, mucho más de intervenir, aunque sea a base de violentos picotazos y vuelos rasos o en picado, donde sólo les llaman -o eso quiero creer- las pocas migas que nos sobran o las pocas que hacemos y que, encima, se nos desparraman de por entre las manos hasta el sucio empedrado, camino de la boca semiabierta de las cloacas y los remolinos del agua.
 La identidad de las palomas, pues, me tiene preocupado y algo confuso. Empiezo a pensar si no serán, tal vez, cuervos desteñidos y hasta a temer, aunque de momento sólo en voz muy baja, que sean buitres desubicados y mutantes; seres que se camuflan para sobrevivir como parásitos hasta que algún signo en sus propios cielos les avise, al fin, de que la hora de devorarnos ha llegado.
 En la espera, levanto la vista y presiento el frenético aleteo nacionalista como quien oye acercarse el rumor de una tormenta y no sabe si confiar en el pararrayos o correr e intentar poner a salvo a las pocas palomas que aún no vuelan bajo. O no, al menos, tan bajo.
 
 

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sábado, diciembre 8

Radiografía del poder

La respuesta al debate delos sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo con que Jaume Cladera deje de ser el presidente del Real Mallorca?
 
 
 Sí. Ausculto la imagen que publicó EL MUNDO - El Día de Baleares el pasado jueves y en ella me encuentro, entre sonrisas, casi todas las luces y sombras que adornan esta vieja trama de poder y dinero, aunque con trasunto deportivo, que hoy nos ocupa. En primer plano, cómo no, aparece el alemán Utz Claassen, con un excéntrico traje azul y su arremolinada media melena habitual. Nos fijamos en él y casi que nos asustamos. No sabemos qué pinta ahí ni en qué piensa. ¿Piensa? Pero sigamos con la radiografía.
 
 Al fondo, y a la izquierda, aparece el actual presidente, Jaume Cladera, con la pluma en la mano como si tuviera mucho que firmar y le apretaran las costuras del cargo. ¿Quién sabe? Quizá esa pluma le salva, pero no sé si le exime. Detrás de Claassen, medio oculto, está Biel Cerdà, el llamado consejero tránsfuga, del que sólo atisbamos su perfil aguileño. Poca cosa y, además, no nos importa, porque la figura central del bodegón -aparte de la ausencia de Pedro Terrasa- la encarna Serra Ferrer, que simula estar lejos de todo, salvo de la bandera mallorquinista. Es cierto. Es el único con pedigrí deportivo. El único que nos inspira confianza, aunque no sepamos por qué ni cuánta. Sólo observamos un paisaje desconocido.
 
 Nos va a costar decidir de qué lado estamos. Y nuestra opinión, además, será en vano. Digamos, pues, que sí y que sea lo que ellos quieran. Al menos, nadie nos podrá privar del placer o la perversión de asistir al espectáculo de las estrafalarias luchas del poder alrededor de una sociedad anónima, el RCD. Mallorca. El ejercicio de la vida trasladado a un universo donde vale igual lo que ocurre en el césped que lo que se baraja en los despachos, en las sudorosas timbas donde los tahúres desenvainan sus cartas marcadas y sus lotes de acciones sobre lo que fue un club de fútbol y hoy ya sólo es un ente anónimo en las manos de unos pocos nombres y apellidos. Qué paradoja.
 
 

 

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viernes, diciembre 7

El baile de la peonza

La Telaraña en El Mundo.
 
 
  Si mal no recuerdo, las leyes orgánicas me han dado mala espina desde siempre. No sé qué puede haber de orgánico o inorgánico en un texto escrito con un léxico, por norma, tan ambiguo y rebuscado que, de hecho, sólo sirve para que le busquen alguna puerta falsa de salida, algún doble fondo, algún armario de la vergüenza donde escurrir el bulto y dejar ahí los restos, esos sí muy orgánicos, de no se sabe qué. O sí, pero mejor no decirlo.
 Mientras tanto, Rafael Bosch sigue retorciendo el lenguaje (el común, pero también el propio) para que nos extraviemos con él y no sepamos volver ni por donde solíamos. Su apuesta por convertir el catalán en asignatura troncal, en vez de especializada, de la nueva Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa nos deja más que fríos, perplejos. No sabemos qué quiere decir y ni creemos que él lo sepa, aunque luego se digne calmarnos con un demoledor «a efectos prácticos, todo seguirá como hasta ahora». Acabáramos.
 Tanto viaje inútil me recuerda el tornado de una peonza cuando se hace fuerte en un único punto. Ahí giraría para siempre, sino fuera porque la gravedad y otras leyes físicas y lógicas le acabarán pasando factura. En breve, esa peonza se quedará quieta, abatida y olvidada.

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jueves, diciembre 6

Elogio del bidet


La Telaraña en El Mundo.
 
 
  Un amago de penitencia -la cínica condena de sus socios corruptos de UM, sin llegar a cuestionar el hecho mismo de la sociedad o la catadura moral de ese levantisco ente fiduciario que fue el Pacte de Govern y su árida legislatura- fue lo único que pudieron sacarle a Biel Barceló en los 50 minutos que duró la tertulia, el lunes pasado, en IB3.
 No llegué a perder todo ese tiempo, porque el tiempo, que es inmaterial, depende también de cuestiones físicas; y a uno, si le sepultan con una maraña de tópicos -la rentabilidad de unas Baleares independientes o el adiós coyuntural al debate soberanista hasta que pase la crisis, por ejemplo- le acaba invadiendo el hastío y entonces cambia el dial o se va al baño y se sienta en el bidet y deja que el agua caliente le alivie las penas. O le distraiga el alma. Jeanne-Antoinette Poisson, duquesa de Pompadour, al aparato. Nada menos.
 Pero es que estos días he tenido mucho curro. Medio millar de argentinos han inundado, con el envío erróneo de sus fotos, el buzón de mi revista Puertas Abiertas sumándose a no sé qué evento, el 9D, contra la impresentable Cristina Elisabet Fernández de Kirchner. Con tantos nombres no extraña que hasta los foros de la oposición extravíen sus caceroladas.

 

 

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lunes, diciembre 3

De librerías y belenes


La Telaraña en El Mundo.
 
 Hasta hace poco, al salir de casa echaba un vistazo a la derecha, a la izquierda o al frente y, en esa brújula imaginaria, siempre había un escaparate lleno de libros. Pero la crisis y la apatía general duelen y hasta los mejores acaban yéndose con su ajuar a otra parte; quizá buscando la tregua o el éxodo puntual que el día a día nos niega. Queda de ellos mi recuerdo de otros tiempos y el asombro de saberme ahora rodeado de bazares chinos, locutorios de internet y hasta un colmado, aún no sé si paquistaní o hindú, que van a abrir. Ellos son, ahora, los nuevos emprendedores y como tales, con curiosidad y simpatía, habrá que acogerlos. Cualquier cosa menos una calle o un pasaje desiertos.
 La última librería en cerrar fue Llibres Fiol, una librería de viejo y también de culto. Uno de mis primeros refugios. Sin duda, el mejor de los laberintos en que sentí el vértigo de buscar lo que se ignora, pero siempre se encuentra.
 Pero ya llegan las fiestas y el jueves, por inercia, me acerqué a Cort para asistir al encendido navideño. Llegué tarde, porque las luces ya lucían y yo sin enterarme. Pero pude observar el jolgorio de los funcionarios y sus gorros negros, como de Papá Noel venido a menos y sin paga extra. También el Belén minimalista del consistorio. Cabe en una única fotografía y sin angular alguno. Los recortes, claro.


 

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sábado, diciembre 1

La quimera del oro negro

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Gobierno debe parar las prospecciones petrolíferas en Ibiza?
 
 
 No. Aunque sólo a alguien tan optimista y descerebrado, como Rodríguez Zapatero, se le puede ocurrir dar el espaldarazo oficial a una explotación petrolífera en toda la regla de esas pocas millas náuticas de agua casi encharcada que hay entre las costas de Castellón y los arrecifes de Ibiza, lo cierto es que, ahora, y pese a sus promesas electorales, al Gobierno de España no le queda otra que aceptar la envenenada herencia y asumir que los irlandeses de Cairn Energy van reeditar la ancestral historia de la quimera del oro, convertido ahora en oro negro, y a sembrar de torres metálicas y de pozos de agua infecta, de explosiones ensordecedoras y, también, de lecho marino devastado y peces muertos, la mar rizada o en calma que nos rodea.
 O eso, o pagar -pagar el Gobierno, que es como decir pagar todos y cada uno de nosotros- las millonarias indemnizaciones por un presunto oro negro que, de hecho, nadie va a encontrar porque, sencillamente, no existe. Pero otra pregunta sería posible. ¿Y si existiera?
 Si existiera sería peor, porque convertir esta vieja y venerable parte del mundo en el holograma -a la escala que fuera- de otra vieja y venerable región, absurdamente devenida un oasis en pleno desierto, como es Abu Dhabi -ese guiñol enorme que la Fórmula 1, otra farsa y otro latrocinio, tiene a bien mostrarnos año tras año- nos convertiría a todos en los mineros submarinos que nunca fuimos; y aunque podríamos, claro está, construirnos todo un infierno de islas nuevas y hasta, también, una pléyade de paraísos artificiales de hoteles, discotecas y balnearios, no parece que ese destino urbanístico, o esa topografía sin más alma que la usura, tenga nada que ver con el ADN cultural y social escrito en nuestras entrañas. O en las aguas del Mediterráneo como en la arena del desierto. Todo se borra, aquí como allá, tras un golpe de viento, de bruma, de azar. De luz cuando sobreviene.



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