jueves, marzo 24
miércoles, marzo 23
martes, marzo 22
Presentación de Las piedras del águila (La Lucerna, 2022) y lo que dijo Ángel Terrón
Una magnífica velada en La Casa del Libro de Palma entre libros y amigos.
UNA MEDITACIÓN.
Las Piedras del Águila de Juan Planas.
Conozco a Juan Planas desde el año 1974. En aquella época
todos frecuentábamos el bar L ' Estudi en la calle Apuntadores. No hay poeta o
pintor o músico que no pasara por ahí.
Desde entonces ha publicado una docena larga de libros de
poesía. Su manera de hacer es muy diferente de sus compañeros de generación: ni
experiencia, ni modernismo ni surrealismo expresionista. Más bien sigue la
estela de Aleixandre con versos como la respiración y de visos panteístas.
Ahora dice que ha escrito un libro de prosas, pero cuando
uno empieza a leer se da cuenta que no se puede leer rápido. Solo el capítulo
sobre Nueva York y el final de recuerdos podrían presentar la estructura porosa
de lo que llamamos prosa.
Siento comunicar al lector que estamos ante una gran
meditación sobre la vida que es en realidad un largo poema en prosa.
Existe la prosa poética, que en el fondo no es más que un poema no versificado; un buen ejemplo es el poema Espacio de JRJ.
Pero existe también el poema en prosa, aquel que no suele
utilizar los recursos habituales de la técnica poética. En castellano, por
ejemplo, J L Borges y el venezolano Ramos Sucre obtienen a partir de una
apariencia de ensayo o descripción de un paisaje momentos poéticos memorables.
En este sendero último hay que inscribir el último libro
de Juan Planas que titula como lo hubiera hecho Octavio Paz. Está lleno de
citas explícitas e implícitas. Parte de una cita del gran Camus en el sentido
que indica que cada generación regenera la cultura de la misma forma que el
árbol da frutos cada año.
Esta gran meditación sobre el sentido de la vida y sobre
las dificultades de cómo entenderla se va desgranando paulatinamente.
En el primer capítulo se centra en la dificultad de
escribir, y yo añadiría la dureza de la lectura, la aridez hasta llegar a la
fuente del conocimiento. Juan se inscribe en la visión romántica que duda del
sentido de las voces, aunque adjetivada meticulosamente en oraciones que
recuerdan la poesía clásica griega.
La existencia o no del concepto Dios nos obliga a
refugiarnos en la incertidumbre de los poemas.
Lo vivido o lo soñado se deslíen al amanecer... La verdad
de las ideas incansables que perduran y nos persiguen.
"Entre la ficción y la realidad siempre hay un poema
escrito en un espejo", escribe como igual diría el bonaerense (J.L. Borges). Hablar con las palabras de
palabras, en sana contradicción. Pero hay que seguir adelante.
El mito de Nueva York y los recuerdos de infancia también
se escriben en esta gran meditación.
Dar nombre a las cosas nos permite poseerlas, según la
tradición judía., nos permite superar la realidad e ir más allá de la ficción,
un espacio amable para la naturaleza humana.
Si algo nos define es la incertidumbre y la lumbre de los
lemas que una y otra vez nos persiguen... como el amor o la pasión de
comunicarnos con otros cuerpos.
Queda pues avisado el lector que tiene una ardua tarea ante sí para leer con templanza este nuevo libro. Gozosa será la dificultad si trabaja con cuidado. Pero que quede claro que no es de la textura de un artículo de diario, prosa sí, aunque intenta acariciar las estrellas.
Ángel Terrón.
lunes, marzo 21
Entrevista en UH sobre Las piedras del águila
Este es el enlace digital a la Entrevista en UH.
Aquí la versión extendida. Las preguntas son de Adrián Malagamba.
UH.- P.- La
cita previa de Camus fue escogida, obviamente, antes de algunas situaciones de
la actualidad, como la guerra de Rusia y Ucrania, no obstante parece muy apropiada.
¿Tiene relación con los acontecimientos que nos rodea o, por otro lado, hay que
entenderlo como algo más micro?
R.- Las
buenas citas no caducan y valen para entender tanto la gran historia de todos
como la pequeña de cada uno. Cada civilización se edifica sobre las ruinas de
las anteriores y por ello no es extraño que, de jóvenes, queramos mejorar el
mundo y que, ya de mayores, nos tengamos que conformar con mantener en pie lo
poco que logramos construir. Vivimos entre ruinas, inevitablemente.
P.- Se comenta
en el prólogo del editor que es un estilo ‘inclasificable’. A veces se abusa de
este epíteto, ¿por qué es inclasificable este texto? ¿Es algo buscado o, por
otro lado, el mero resultado de su propio estilo?
R.- Aquí,
inclasificable, es una etiqueta que busca no serlo. No me gustan las etiquetas.
Este libro es el más poético de todos mis libros; y, sin embargo, es en prosa…
Y abarca todos mis temas de referencia: las relaciones entre el conocimiento y
el lenguaje, el temblor del universo al ser nombrado, la incertidumbre y el
insomnio de los días y las noches, la infancia y la familia, la muerte, la
sombra oscura de Dios, el amor y, por supuesto, la belleza, Marilyn Monroe, la
ciencia ficción del futuro o el pasado persiguiéndome por las calles de Nueva
York o Palma…
P.- Las
temáticas tratadas son, como se explica, «las ya tratadas en la dilatada obra
del autor», y que incluyen cosas como la muerte, el cuerpo, el amor, etcétera.
¿Es capaz de agotarse la escritura de un autor sobre los temas que le
obsesionan?
R.- Todo se
puede agotar, desde luego, cuando uno deja de añadir experiencias vitales a su
vida, pero dudo mucho que una sola vida baste para saciar toda la curiosidad
que me suele mantener expectante.
P.- Se habla
de que nuestra generación (por nuestra me refiero a la mía, la los nacidos a
partir de los 80-90) tenemos un gran salto con respecto a las que nos preceden
y no hemos vivido grandes catástrofes o un mundo tan problemático como el que
existió en gran parte del siglo XX. Esto ha sido utilizado para explicar que no
hay tanta comunicación entre generaciones. Desde esta premisa, y teniendo en
cuenta que en los últimos 15 años hemos tenido una crisis económica, pandemia y
un conflicto en ciernes a las puertas de Europa, ¿nos hemos puesto las pilas
para llegar a esa comprensión y comunicación?
R.-Conozco
tu generación, porque es la de mi hijo. En general, tuvisteis una excelente
infancia, sin demasiados problemas. Yo tampoco los tuve de niño o joven y es
muy posible que sea ahora, ya adulto, cuando me alcanzan las crisis económicas,
las guerras intolerables, los populismos sectarios, etcétera. Sinceramente me
temo que todos nos tendremos que poner las pilas al unísono.
P.- Se habla
al inicio del libro del anhelo por la piedra que se sabe piedra o el perro que
se sabe perro, por oposición, ¿sabe el hombre que es hombre con todo lo que
ello implica dada su condición? ¿Es esa la gran batalla a la que se enfrenta el
poeta y el narrador: descubrir qué y quién es? Dicho de otra manera, ¿se logra
dar con el tranquillo de ser uno mismo y de saber quién se es?
R.- ¡Ser
uno mismo! Puede que esa sea la gran cuestión de todas las filosofías. «Ojalá
llegues a ser quién eres», decía Píndaro, y en esas seguimos estando
porque nunca acabamos de reconocernos del todo. Hay un abismo entre la realidad
y el lenguaje, entre el conocimiento y su formulación exacta. En esa grieta
llevamos desde siempre. Ya me he acostumbrado a ella.
P.- Hablando
de rocas, ¿a qué hace referencia Las piedras del águila? (sé que se menciona
las supuestas propiedades de un tipo de roca, la conocida como etite, pero ¿a
qué se debe esta referencia?). ¿Cómo se conjugan escritura, memoria, intimidad
y el paso del tiempo en este libro?
R.- Las
piedras del águila pertenecen al ritual físico del nacimiento de un ser vivo,
no importa si los aguiluchos o si nosotros mismos. Me sirven para ilustrar la
difícil tarea de la creación: creamos universos con palabras y luego no somos
capaces de comprenderlos en su totalidad. Una paradoja muy interesante, creo.
P.- El libro,
que posee un carácter intimista, parece un paseo por la memoria, con
referencias a autores aquí y allá y a momentos más o menos importante. «La
verdad y la mentira no importan en la memoria», dice en el capítulo New York,
New York, ¿qué importa en ella pues?
R.-Todo
importa, pero sólo lo justo. No hay nada que deba importar demasiado. En mi
libro he vaciado mi propia conciencia sabiendo que nada es inmutable, que la
verdad y la mentira responden a unos parámetros fijos que, a veces, se quedan
desfasados, obsoletos. Parece, en fin, que todo se transforma sin parar. Un
optimista hasta diría que evoluciona. Pero visto el panorama actual
-populismos, pandemias, guerras, sin olvidar la discriminación cultural y
lingüística, especialmente aquí en Baleares- no estoy nada seguro de que sea
así.
P.-¿Se corre
el riesgo de acabar ahogado en el torrente de recuerdos si uno se fija en él el
tiempo suficiente? (parafraseando la famosa cita de Nietzsche acerca del abismo).
¿Puede uno acabar convertido en un recuerdo andante (y, acaso, es eso algo
malo)?
R.-La
locura no es una opción, sino un fracaso. Es cierto que somos una extraña
alianza entre el tiempo y el espacio, entre la idea del principio y la idea del
final. No es fácil observar siempre el mundo con la suficiente lucidez y
cordura, pero somos los dueños únicos del discurso y estamos obligados a mirar
directamente a la luz y a mantener su mirada. Como los aguiluchos de
Aristóteles.
martes, marzo 8
Marzo cultural en La Casa del Libro de Palma