LA TELARAÑA: julio 2012

lunes, julio 30

Juegos de locos

La Telaraña en El Mundo.


 Cuando lo que determina el devenir de las cosas no es la realidad en sí misma, sino los rumores de unos y otros, es que algo no funciona como debiera. Será que vivimos instalados en la especulación, que podría no ser un mal sitio si supiéramos cuál es, pero es que no lo sabemos. Así, por ejemplo, va Rato al Congreso y dice que su plan sobre Bankia era el mejor de los posibles. Pues ni idea, es cierto, pero también lo es que encontraríamos mil economistas que lo avalarían y otros mil que lo enviarían a galeras.
 O va Montoro y se lamenta de que no hay dinero. O Mario Draghi, sugiriendo que quizá lo haya pronto. Y la prima de riesgo sube o baja según le peta y, claro, nos ponemos a temblar o a desear que todos callen -y para siempre- para ver si, con tanto silencio, se nos duerme la prima y tenemos aquí paz y allá gloria. O lo que se le parezca. Pero está muy difícil.
 Es como ver al conseller Bosch pidiendo coraje y perdón a los nuevos graduados de la UIB. Lo del coraje, perfecto, porque les hará, como a nosotros, mucha falta. A espuertas. Pero, ¿y el perdón? ¿A qué viene tanto guiño plañidero cuando uno, por propia voluntad, se supone que hace lo que debe? Y si no es así, a qué espera para dimitir con urgencia. Igual es que vivimos en un manicomio, sin saber quienes son los locos y quienes los loqueros.

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sábado, julio 28

Descenso a los infiernos

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que los diputados de Baleares que tienen otros sueldos deben renunciar a los 1.900 euros que cobran al mes?


 No. Siempre hay argumentos válidos o, al menos, llamativos, para llegar, sin pudor alguno, a cualquier conclusión, incluso a la más disparatada. Por ejemplo, ¿por qué iban ellos -los padres de nuestra anecdótica patria- a renunciar a su soberbio y florido sueldo si, como parece, aquí nadie renuncia voluntariamente a nada?
 A ver. Pensemos en los funcionarios. Les han quitado una paga, una de catorce, cuando un año tiene doce meses y aún les quedan trece pagas -vacaciones incluidas- y sólo basta echar un vistazo a las noticias para asumir que no lo llevan demasiado bien, que no lo aceptan en modo alguno, vamos, y que están dispuestos tanto a invadir Cort, lo hicieron anteayer, como a manifestarse a diario y cortar vías públicas y hasta presentarse -todos a una, como en Fuenteovejuna- al multitudinario encuentro que se está preparando alrededor del Congreso de los Diputados, allá en Madrid, para no sé qué día de Septiembre, y, en fin, que quizá no cobren, pero es obvio que no renuncian a ello y que hacen bien, claro que sí, aunque no creo que exista ninguna ley -que no sea la suave inercia del viento a favor, el fervor histórico del 18 de Julio, la empatía familiar de la Navidad o los pactos laborales con los sindicatos- que sostenga su ira. Pero yo comprendo su malestar. Aquí nadie renuncia a nada, ya lo dije.
 Pero descendamos a las mazmorras de la realidad. Se me podrá objetar, y no sin razón, que los diputados no son funcionarios y que tienen otros muchos privilegios, que su caso es un aparte y que, de hecho, cobran esos 1900 euros aunque tengan otros trabajos y sueldos. O sea, que ese dinero es sólo -iceberg, aparte- por asistir a los plenos y aplaudir o abuchearse, votar lo que les digan y hasta twitearnos, si procede, sus apoteósicas impresiones. Todo un suplicio, en efecto. Que no renuncien, pues. Pero que baje alguien de dónde sea y se los lleve a todos al infierno. Como mínimo.


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viernes, julio 27

Ciencia y poesía

La Telaraña en El Mundo.

 Escribir es, a la vez, un acto de fe y de incertidumbre. De fe, porque presupone la existencia de un mundo exterior y de otro interior; y de incertidumbre, porque nunca le hallamos pruebas irrefutables a nada. De hecho, nos mecemos sin saber en qué lado caeremos y, de ahí al vértigo, sólo va un paso. Ya está dado. ¡Cómo nos distraen las paradojas!
 Así, como la I+D+i sólo brilla por su ausencia, son bastantes los científicos que ahora se dedican a la poesía. O eso dicen los gurús culturales. Será que les sale más a cuenta y que, a falta de laboratorios, les vale con un blog, un Ipad y algún folio de papel, para que no se diga. O sí se diga, porque en España se dice mucho más que se hace y así nos va, siempre de tertulias y con el bulo tóxico del ruido de sables en los digitales del estiércol.
 Con todo, me alegra que los científicos husmeen en las brumas del pensamiento, en las metáforas que todo lo abren, porque nunca nada estuvo cerrado. La guinda final sería que en la UIB, por ejemplo, en vez de fabricarles argumentos a los cerrajeros lingüísticos de turno, les aflojaran las tornas y engrasasen los tornillos a los alumnos, por ver si hay forma de redimir a la generación que viene, pero que, ay, no acaba de llegar.

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jueves, julio 26

Dinero y neologismos

La Telaraña en El Mundo.

 Que el dinero sea un tema menor, que se arregla con dinero o trabajos sociales, según Munar, nos arranca una lacónica sonrisa. ¿Será por dinero?, vino a decirnos, incapaz de aceptarse entre los reos de las cárceles. Ese es el efecto colateral de una soberbia de lustros en la cumbre social de los espejismos. En el trono de la corrupción.
 Pero, talegos aparte, cuánto trabajo social saldaría los presuntos millones de euros perdidos. ¿Trabajos forzados de por vida, con traje de lista y grilletes? Pues ni idea, porque aquí el trabajo nunca fue muy bien visto. Quizá por eso me llegan manifiestos -firmados, ahora, por funcionarios- donde lo mejor es el bramido final: «Somos la inmensa mayoría. Somos el pueblo. Tenemos razón. No vamos a dejaros pasar». Es la firma de la «Marea Destituyente» (sic), un neologismo que no sé si aboga por la deconstrucción de Derrida o por el hedor ideológico de las trincheras.
 En Palma, eso sí, sabemos mucho de construir a medias y quedarnos como para vestir santos. Vean la fachada marítima. Un edificio que no debiera estar ahí, ahí sigue, con sus cristales al sol. Y otro, que tampoco, exhibe sus inacabadas entrañas como si la vida fuera eso. Mostrar las ruinas de lo que no se tiene. Ni se sostiene.

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lunes, julio 23

El fin del mundo

La Telaraña en El Mundo. 

 Igual vamos en procesión hacia el abismo y hasta es posible que se cumplan, mediado diciembre de este inhóspito 2012, los agüeros del calendario maya y acabe sucediendo eso, tan bíblico e impreciso, que llaman el fin del mundo. Pero no sé a qué mundo se refieren. Y es posible, también, que la legión intermitente y obsesiva de profetas del Armagedón acaben celebrando, no la abolición de la humanidad sobre la tierra -que eso no podrían, en ningún caso, celebrarlo-, sino el cambio radical de nuestra actual forma de vida y no sé si de la suya.
 Todo cambia y más cuando parece que se derrumba. Todo tiembla cuando el magma o el fuego interior de un sistema vivo se resquebraja y el humo y las cenizas nos invaden y los ojos acaban sólo por ver lo que les conviene -o lo que sueñan- y la palabra empieza a perder su sentido original de revelación. O Apocalipsis.
 Puede que una única vida no dé para enormes cambios bruscos de dirección y hábitos, intereses, prioridades, pero sí que da, pese a todo, para bastantes virajes y saltos en el vacío, aunque adaptarse al vértigo sea poco menos que una necesaria tortura. A mi me gustan las empresas difíciles y hasta los paisajes imposibles. Suelen vencerme, claro, pero suceden, de vez en cuando, pequeñas victorias parciales que acaban dando sentido a la vida entera. O eso creo.

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sábado, julio 21

Mística de la reclusión


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Munar debería entrar ya en prisión tras la sentencia que la condena?

 Sí. Pero no es eso lo que me dicen mis abogados. Resulta que la entrada o no en la cárcel de Maria Antònia Munar depende de la petición del Fiscal y no, al menos por ahora, de ninguna decisión del Juez; que la sentencia podría cambiar de signo en el Tribunal Supremo (aunque en el mundillo judicial se piensa que no será así, por lo bien fundada que parece estar la sentencia) y que, en definitiva, al igual que está sucediendo con Matas, lo normal es que no tenga que trasladarse a prisión, con todo su ajuar de bisutería barroca y espiritual, hasta que los juicios que la esperan, impasibles, vayan tocando a su fin. O sea, poco a poco y a su tiempo, como si en un largo y planificado vía crucis sin otro destino final, eso se da por seguro, que las argollas metafóricas de una habitación blanca sin más luz que la de una negrísima araña de neón y unos frustrantes barrotes de hierro. Hasta aquí la letra fría y algo aséptica de la ley.
 Pero no hay que engañarse. O no, al menos, más allá de lo necesario. Si no estuviéramos hablando de Munar, sino de un delincuente cualquiera, éste ya estaría instalado en la cárcel. Ya no podría ir y venir luciendo, como ahora, su orgullo o  tristeza, su soledad o soberbia, de aquí para allá. Ya no podría seguir quejándose de juicios políticos o mediáticos. Ya sólo podría quedarse a solas con el eco lejano de sus días de gloria, de dinero a espuertas, de política convertida en mercadeo. De autonomía usurpada durante más de quince años.
 Toca, pues, escarmiento público y también, quizá, un golpe de ejemplaridad. O un algo de piedad matemática, porque cuanto antes empiece a cumplir su condena, antes saldrá de cuentas pendientes y, de paso, mientras tanto, podrá aplicarse en el rigor místico de la reclusión interior, la buena conducta penitenciaria y hasta trabajar, en fin, en algo. Aunque igual va y nos escribe un libro con sus memorias y no. Qué horror.

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viernes, julio 20

La difícil normalidad

La Telaraña en El Mundo. 

 Hay leyes que, además de superfluas, son molestas e inicuas, ridículas, destempladas y hasta, quizá, saturninas. Leyes peculiares que exaltan ciertas formas perversas de enfrentarse a la vida y que, en vez de acentuar lo que nos une, resaltan lo que nos separa. Leyes trufadas de arquetipos y sofismas, que convierten la convivencia en el roto de una caricatura reglada en la que se nos obliga a representar el penoso papel de una cobaya. Una de ellas sigue siendo la Ley de Normalización Lingüística. 

 Y lo sigue siendo, porque Bauzá, en vez de derogarla del todo, se ha limitado a reformar algún aspecto de la Ley de la Función Pública. Ya nos vale, pensarán unos. Ya no nos hará falta la cédula de pureza lingüística para trabajar en la administración, pensarán otros. Y es que nos conformamos con tan poco que, quizá por eso, tenemos lo que nos merecemos. Una media verdad o mentira. Una libertad a medias. 

 Nunca intenté ser funcionario. Banquero, sí, pero creo que me atasqué en algún test psicotécnico o perdí el oremus con algunas faldas que me rondaban. Pelillos a la mar o al desierto de los días. No sé si este país es normal o no. Pero sólo se dejan normalizar los que no se sienten normales. Igual los políticos saben por qué.

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jueves, julio 19

El barco de rejilla

La Telaraña en El Mundo.

La cárcel es como el tiempo -al menos, como el tiempo en un poema de Eliot-; no cura nada y hasta es posible, a veces, que lo empeore casi todo. Estoy echándole ristras de años a la mujer de una fotografía. Aquí aparece brindando con cava entre Armengol y Antich. Aquí con Matas. Aquí sonríe. Aquí también. Y la pesada cadena del reloj refulge como si fuera de oro y platino, de zafiro y diamantes alrededor de su cuello y también sobre sus hombros, la consumación letal del abrazo de un áspid.
 Hablo de María Antonia Munar, pero para qué citarla. Mejor comprobar que aún tiene quien le escriba. El Lobby per la Independència y el digital mallorcadiario.com, el de Antoni Martorell, además de algunas voces del soberanismo catalán. Quién lo diría. O quién no.
 A los del Lobby, desde luego, hay que darles de comer aparte. Y menos mal que son pocos. Pero si se atreven a ensalzar la figura del contrabandista como héroe nacional -a ese rango han elevado al exconseller de ERC, Jordi Ausàs, después de su detención por presunto contrabando de tabaco-, podemos esperar, de ellos, cualquier cosa. Su afición por el barco de rejilla es como resucitar aquellos hornos crematorios que ya no queremos recordar. Pero que no olvidamos, claro.

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lunes, julio 16

La libertad perdida

La Telaraña en El Mundo. 


 A un amigo en Internet -ese lugar donde la amistad tanto necesita del sentido del humor- le dije, hace poco, que la escatología y la economía son cosas absolutamente distintas -o casi, pensé luego-, cuando me planteaba, muy convencido, que ante la situación actual de recortes e impuestos devastadores (sic) sólo se podía optar entre una auténtica revolución popular o la compra urgente de gran cantidad de vaselina y rodilleras.

 Entiendo más -mucho más- lo que quiso decirme con la elocuente metáfora de los utensilios de la sumisión, que con el pleonasmo aterido de la revolución social, porque en ese aire de trincheras y locura colectiva apenas sí puede caber el pensamiento. Y donde no caben las ideas, seguro que tampoco cabe otro lenguaje que el de la muerte, el absolutismo sectario y el secuestro de la libertad de cada uno y, así, de todos.

 Pero comprendo la crispación general. Y la hago mía, al menos, en los casos extremos y más crueles. Por empatía. Inercia. O por hastío. Otra cosa es que ya no crea en solución alguna. Y que hasta piense -no sin sonrojarme- que el Gobierno de Rajoy (como el de Bauzá en estas islas) hace lo que hace, porque no tiene otro remedio. Ahí radica la cuestión. En alguna parte y en algún momento perdimos la libertad sin darnos ni cuenta. ¿Dónde, cuándo y cómo la recuperaremos?


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sábado, julio 14

La ideología de la garrafa

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo en que se prohiba el botellón en la Playa de Palma?
  
 No. Aunque el botellón de los jóvenes -pero no de todos los jóvenes- siempre me ha parecido la mayor expresión de la banalidad y la estupidez colectiva, una suerte de masacre soez de la poca inteligencia que aún ronda por ahí, no sé si hibernada a la espera de tiempos mejores o si, definitivamente, ausente, no seré yo, bajo ningún concepto, el que les envíe las huestes policiales -que bastante tienen ya con lidiar con José María Rodríguez, por cierto- para aguarles una fiesta y un ritual que, para algunos, los más afortunados, sólo tendrá el efecto de una ebriedad anecdótica pero que, para otros, quizá la mayoría, acabará siendo letal.
 Está claro, pues, que hay substancias de efecto larvado que, con el paso del tiempo, producen, en ocasiones, el éxtasis, pero también, por desgracia y para siempre, el delirio. Pienso en el alcohol burbujeando en los cubos de la basura y en la tribu danzando a su alrededor, claro, pero también pienso en el botellón del dinero, también en inmensos contenedores fraudulentos y, sin duda, putrefactos, que desde hace décadas, si no siglos, o desde el principio de los tiempos, han llevado a cabo, sin pudor alguno, políticos, banqueros y sindicalistas -pero no todos los políticos, banqueros o sindicalistas- a nuestra costa y a la de nuestros jóvenes. A costa de todos y a cambio de nada.
 Pero hay otros muchos tipos de botellón. El botellón de la OCB, por ejemplo. Más de cinco millones de euros en cuatro años para no hacer otra que inyectar en vena la cultura del victimismo y del rencor, el mal aliento de una lengua que respiraría mucho mejor -y más libre- sin su dolosa presencia, sin su cinismo ilustrado, sin su botellón, ya lo dije, de mentiras y subvenciones, de noches en vela sin más luna en los cielos que la vieja ideología de la garrafa. O sea, démosles el ácido destilado de la ignorancia, que ya la UIB, cómo no, les pondrá las tapas de la erudición.


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viernes, julio 13

Escaparates y muros

La Telaraña en El Mundo.

 Pasa en el pequeño y en el gran comercio. Pasa cuando las rebajas y siempre. O eso creo. Anduve, semanas atrás, buscando la talla 45 de unas sandalias de una conocida firma española que, hasta hace poco, tuvo tienda en la calle Unió de Palma, pero que ya no la tiene. Ignoro las causas, aunque es fácil imaginarlas. Pero a lo que iba. Tras recorrer -sin éxito- todas las zapaterías que fui capaz de encontrar tuve que recurrir a Internet. En menos de 24 horas tenía los zapatos en casa; y por el mismo precio que en los escaparates atestados de carteles luminosos y descuentos infinitos.
 Vivir para ver, pues, cómo cambian los tiempos y cómo, quizá por obligación, acabaremos comprándolo casi todo desde la cómoda soledad del hogar, el ordenador ronroneando y la luz ingrávida de los monitores dibujando esporádicos fosfenos en nuestras retinas.
 Realidad y ficción son, desde siempre, la misma cosa. A uno ya empiezan a morírsele los amigos -aunque pocos, por fortuna- y de ellos sólo nos queda, a veces, su muro en Facebook. Visité el del librero y vecino Leonardo Sainz. En su muro no hay flores, pero sí frases de despedida y cariño. Palabras como flores. No es un mal regalo para quien amó los libros y también, de seguro, las flores.



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jueves, julio 12

La autonomía sostenible

La Telaraña en El Mundo. 

 Cuando todos los recortes y ajustes hayan sido culminados, a Bauzá (como a Rajoy o a la corte en pleno de Bruselas) aún le quedará eliminar la aberración política y el despilfarro que supone la existencia del Consell Insular de Mallorca. No tengo aquí los números, pero maldita la falta que me hacen para saber que ese ente inútil, esa rémora de una transición inacabada, no hace sino disparar el gasto, mantener una absurda legión de políticos y funcionarios, enmarañar la burocracia y convertir nuestra autonomía -como todas las otras, por cierto- en algo inviable.
 No estoy, al menos en parte, contra la política de recortes. Tampoco contra tener que llevar a cabo esfuerzos que no parecían estar ya en el guión de nuestras vidas. Sé que si no me impresionaron los días de vacas gordas tampoco lo harán los de vacas flacas. O quizá famélicas.
 La vida no cambia mucho por unos euros de más o de menos. O sí que cambia, pero si hay que adaptarse, se adapta uno y santas pascuas. Ya se sabe que el junco es más fuerte cuanto más flexible. O así. Pero, más allá de las traiciones bancarias y de la usura mercantil, lo primero es tener un armazón administrativo que no sea, en sí mismo, una carga insostenible. Y en esas seguimos.



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lunes, julio 9

Arte, fobias y filias

La Telaraña el El Mundo.

  Puede que sea arte convocarnos a pisotear las fotografías de 1780 personas con los ojos cerrados, la faz dolida o el rictus constreñido. Y que lo sea existencialista, minimalista y hasta conceptual. ¿Por qué no? Para eso están los adjetivos, para ubicarnos en alguna parte y desde ahí ir perfilando, a tientas, las coordenadas que no sólo habrán de sostenernos en un instante determinado, sino durante toda la vida.
 La coordinadora del proyecto, Neus Cortés, nos cita los bustos distorsionados de Franz Xaver Messerschmidt, un escultor alemán del XVIII, como primer referente de la obra. Vale. Nos gustan estas ilaciones porque, aun siendo exageradas, nos recuerdan que hay algo común entre la piedra y la luz. Entre la pesadilla en mitad de un sueño y la vigilia permanente, y así enloquecida, del insomne.
 Con todo, hay algo seguro. Las redes sociales ya llevan días animando al personal adicto a acudir a La Lonja para pisotear y ensuciar, lo máximo que puedan, el rostro contrito de Bauzá. Y yo deseo que lo hagan, porque ese, y no otro, es el guión exacto del juego, la trampa simbólica que la intervención de Bernardí Roig persigue, más allá de cualquier otro pretexto. ¡Dejar que campen y se expresen a sus anchas las egocéntricas fobias y filias de unos y otros! Eso es todo un lujo en los tiempos que corren.




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sábado, julio 7

Una ITV necesaria

La respuesta a la pregunta de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Bauzá necesita relevar a algún conseller tras su primer año de gestión?

 Sí. Un año no es una eternidad, en efecto, pero puede llegar a parecerlo cuando las cosas se complican y nada es lo que parece, sino algo muy distinto. Una broma pesada, una alucinación colectiva o una pesadilla perversa. En el devenir de este brumoso trance parece que anda el Govern firmando un recorte tras otro, afrontando una amenaza -o una realidad- de huelga tras otra y haciendo, quizá, malabarismos para intentar liquidar con éxito el inmenso arcón sin fondo de las deudas heredadas y rebajar la fiebre ascendente -lapidaria- de una crisis que aún no ha empezado a remitir y que hasta puede que empeore, aunque nos parezca imposible. O casi. Por eso no me extraña que el equipo de José Ramón Bauzá ande con la lengua fuera -o con las lenguas, siempre las lenguas, fuera- y la espalda adolorida. La triste figura, en fin, del que anida sueños y sabe que los molinos de viento no son monstruos, sino molinos de viento. Pero son monstruos.
 Es obvio que gobernar no debería ser eso, y no lo es, pero así están las cosas y bajo esa presión mayúscula -quizá surrealista- hay que enfocarlas. Los distintos consellers debieran pasar, de inmediato, una ITV urgente. Debieran sentarse con Bauzá y mirarle a la cara. Decirle qué les duele y qué no. Auscultarse y confesar para qué sí tienen, aún, fuerzas y para qué no. Seguro que no es fácil enfrentarse a esa maraña de temores y resignaciones, a esa impotencia no del todo propia ni ajena, a esa guerra de guerrillas en que se ha convertido la política. A esa enfermedad compleja que recorre el tejido social sin ceder en su efervescente sarpullido. O en algo peor.
 Como para confirmarlo, Carmen Castro ya presentó su dimisión como consellera de Sanidad. Bauzá, pues, está empezando a mover fichas y bien que hace. Necesitará alrededor gentes con todo el valor y el temple posibles, porque el toro de la realidad, cuando embiste, lo hace de veras. Y ahora mismo parece furioso.

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viernes, julio 6

La verdad y los hechos

La Telaraña en El Mundo.

 No sé qué harán los científicos cuando descifren todos los enigmas del esquivo bosón de Higgs, la llamada Partícula de Dios. No sé si ello cambiará el sentido de sus vidas -y las nuestras- o si sólo constituirá el inicio de otra búsqueda, la de algo aún más esencial y anterior. No entiendo mucho de átomos o neutrinos. Tampoco de verdades últimas o primeras. Pero sí sé que sólo descubrimos lo que, de hecho, no buscamos. Que no hay hallazgo que no sea fruto de algún error afortunado. Y que la vida no es más que una laberíntica aventura de rol donde nunca logramos ser quienes somos.
 Palma, por ejemplo, es una Zona de Gran Afluencia Turística (ZGAT). Eso está bien, aunque exige, claro, que desaparezcan los domingos cerrados a cal y canto que, hasta hace poco, constituían nuestro paisaje más habitual. Pero no es fácil contentar a todos.
 Las patronales y sindicatos de los comerciantes han puesto el grito en el cielo ante la liberalización de horarios que nos anuncian desde Madrid y uno les entiende, cómo no. La gente se va a las Grandes Superficies y pasa de los pequeños comercios. No es que me parezca bien o mal, es que es un hecho. Y contra los hechos, sólo toca adaptarse, reinventarse, o cerrar el chiringuito. No hay más.

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jueves, julio 5

El himno de la alegría

La Telaraña en El Mundo.

  Repaso mis papeles y observo que no le he dedicado ni una palabra a la Eurocopa. Ya es raro, me digo, o no, porque hay asuntos que merecen ser tratados con lejanía, desapego y serenidad. Como si fueran el recuerdo inmejorable de lo que ni soñábamos vivir. Pero los días pasan y nos queda el eco de una alegría contagiosa y sencilla y, quizá por ello, muy difícil de explicar.
 De la alegría sabemos poco. Sabemos que su himno oficial -el de Beethoven, claro- es, se mire como se mire, mucho más solemne y enfático que alegre. Será que la alegría es sólo una explosión y que es mucho más tarde, ahora, por ejemplo, cuando uno ya puede sonreír abiertamente y decirse qué bueno que fue aquello. Sonreír y mirar alrededor y ver lo mismo de siempre sabiendo que cada cosa ocupa su tiempo y lugar y que, sólo aceptando esa premisa, podremos ser ecuánimes. O casi.
 Mientras tanto, los nacionalistas excluyentes ya están echándole bilis a una victoria que es de todos. Incluso de ellos, si la quisieran. Pero no la quieren. Es una pena despreciar el valor terapéutico de una alegría cualquiera, por muy trivial que nos parezca. Es tan absurdo como negarse a ser felices, siquiera un instante, mientras dura la tormenta y, más aún, la vida entera.

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lunes, julio 2

Los panes y los peces

La Telaraña en El Mundo.

 El viernes anduve por la lonja de los pescadores. Se celebraba San Pedro y los barcos deambulaban engalanados. Al atardecer, sacaron a pasear una modestísima talla del santo y yo me quedé, durante un tiempo indefinido, contemplando el paisaje de los mástiles -como si las infinitas lanzas de Velázquez-, con la Catedral al fondo y el mar en la piel y la retina, en el alma de quien se sabe fuera de lugar, pero arropado. Todo un misterio.
 Luego las sardinas crepitaron al fuego y la gente sació su hambre o sus ganas de compartir cualquier cosa, lo que hubiera. Estos festejos apenas hacen ruido ni atraen a los políticos -no a vi ninguno-, pero sirven para comprobar que sólo con unos peces y algo de pan, vino o agua, se puede sobrevivir al desmayo y escapar de la asfixia de las redes que, tan a menudo, nos atrapan.
 Esos muelles de sudor, sal y piedra me recordaron la reunión de Bauzá con un intermediario holandés y sus planes millonarios. Vale que vivamos según la usura de un mercado que ignoramos cómo funciona. Que nos zarandee el azar o el capricho de unas agencias calificadoras que no nos han sido presentadas. Vale que toque remodelar los muelles de Palma. Pero que quien lo haga entienda qué tipo de fe sostiene los mástiles, los barcos y los cientos de familias que aún viven caminando (sic) sobre las aguas.

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