LA TELARAÑA: mayo 2011

lunes, mayo 30

De libros y silencios

La Telaraña en El Mundo. 

Con el paso del tiempo, uno va haciendo suyas, aunque sólo sea por la vacilante inercia de las afinidades -esas que se olvidan y desechan con igual pasión que se recuperan-, tantísimas historias ajenas que casi resulta imposible dilucidar la importancia real que ciertos eventos tienen en nuestras vidas, qué huellas nos dejaron, qué heridas, qué placeres, y en cuáles, huellas, heridas o placeres, algún día, acabaremos reconociéndonos. Uno siempre se acaba reconociendo en lo que le rodea, a veces porque cree haberlo vivido y, a veces porque ya no alcanza -y lo sabe- a revivirlo de nuevo.
Hay mucha lujuria acumulada en la monótona, pero imprevisible, memoria de los días. Muchas decepciones y alegrías, y algún que otro prodigio de vez en cuando. Uno de ellos lo ha obrado la Editorial Calima con el libro «El Último Jueves, Poesía, 15 años en el camino».
Ese tiempo es una eternidad en cualquier parte, pero más lo es en esta isla de ditirambos por encargo y de silencios a modo de ultraje. El sábado lo presentó Antonio Rigo en la Fira del Llibre, y su historia, que es única, es también un poco la de todos. Un pulso eterno contra la indiferencia pública y el silencio administrativo. Aquí lo que se lleva es llenarse la boca de poesía mediterránea y confiársela, por ejemplo, a unos autores traídos desde Ucrania, Haití o la poética Zimbabue. ¿Tanto exotismo para no ser quienes somos? Pues eso.

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sábado, mayo 28

Sonrisa, bandera y brújula

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Armengol debe sustituir a Antich tras su batacazo en el Consell?

Sí. Primero es la debacle y luego la frustración. O viceversa. Y además, qué importa el orden, mientras todo suceda al unísono y como si por azar o fatalidad -pura teología- y dure lo máximo posible, dure hasta donde dé de sí la asfixia lujuriosa de una soga y su rueda de molino cómplice atada al cuello, la dictadura lingüística, el apartheid nacionalista, la sumisión de las colonias de ultramar, el peaje infinito de la identidad a cambio de unos rublos mal contados, pero inmejorablemente dilapidados, la economía del arabesco y los juegos florales, la rosa en el puño (o en el culo) y el grupo ante todo y, en él, tan sólo los escogidos, el núcleo familiar, la OCB y su miríada de tentáculos alargadísimos y ansiosos, penetrantes, ubicuos, el clan, la secta piramidal, el torbellino de los iluminados por el candil del progresismo de género y la economía por sostener no se sabe cómo ni dónde, el eclipse de la igualdad paradójica y la parodia de las discriminaciones positivas, el neolenguaje como manantial único del pensamiento cero, las aulas tomadas por el desolador vacío de siempre, la manipulación casi medieval, el acoso territorial, la sociedad a oscuras, el liberticidio escondido tras una sonrisa. Cualquier cosa vale. Todo vale, menos la autocrítica.
No extraña, pues, que tras la catástrofe de las estadísticas y la desaparición de los escaños quede en el aire una sola sonrisa en el cartel electoral del PSIB del futuro. Ya no vale la sonrisa de Antich, que rezuma el abrumador poso del artificio y el fracaso repetido. Tampoco la de Aina Calvo, que se quedó anclada en el limbo difuso de las buenas intenciones, las del querer y no poder, porque la compañía abrumaba y el lodo era espeso y los pactos la iban agarrotando, mientras la ciudad anochecía y ella seguía, pese a todo, auscultando las calles vacías en busca de alguna luz y de algún asidero. No pudo encontrarlos o no supo. Quizá no los había.
Pero nos queda Francina Armengol. Su sonrisa sí que les sigue valiendo y no porque, con el andar de los días, nos recuerde cada vez más a la de su ilustre predecesora en el Consell de Mallorca -ahora de imaginaria perenne y majestuosa por los juzgados de guardia- sino porque hay sonrisas que no son de este mundo y que no conviene olvidar. Es una sonrisa de bandera. Una especie de brújula infalible en el cónclave de los desnortados. Suerte con ella.


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viernes, mayo 27

Acampados, pero en Babia

La Telaraña en El Mundo.

Había que dar un aldabonazo en las conciencias y lanzar, así, un serio aviso a la clase política de que las cosas no sólo marchan mal, sino que no marchan. Y eso, el movimiento 15-M, lo consiguió casi como sin querer, en un fulgurante abrir y cerrar de ojos. Había, y hay, y seguirá habiendo, tantos motivos para la indignación que sólo se trataba de dar un simple paso y agitar, siquiera mínimamente, el capote rojo de la denuncia para que el toro de la realidad empezara a mirarse a sí mismo en el espejo de sus jóvenes y sintiera la ardua frustración de no gustarse en cómo se estaba viendo.
La misión, pues, estaba ya cumplida. Enhorabuena. Pero hablo de ayer. O de anteayer. O de las vísperas del 22 de Mayo. Hablo del instante mismo en que cuajó la idea y supimos que la indignación era real. Pero la realidad de los sueños -y de las revelaciones- dura muy poco y menos, aún, cuando se quiere perpetuar un estado de ánimo y trocarlo en otra cosa. Del dicho al hecho. O de la teoría a la práctica.
La perseverancia de las acampadas ha convertido las ágoras en estercoleros y el famoso consenso de mínimos en un aluvión de sectarios y pintorescos caprichos. Es lo que tiene hurgar en el vacío, que se levantan ampollas de aire que, al explotar, son regüeldos o gases, pero no más. Va siendo hora que la Plaza de España recupere su yermo e inhóspito paisaje habitual, porque el que hay ahora, ya hiede.

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jueves, mayo 26

Fira del Llibre 2011 - Palma de Mallorca

Hay cosas que hago sólo por insistir (y también por divertirme). Os espero el miércoles día 1 de junio a las 18 horas en el Paseo del Borne de Palma para hablar, entre todos, de mis Lugares del Sitio. O de lo que se nos ocurra.

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martes, mayo 24

Entre las Urnas y el Ágora

La Telaraña en El Mundo.
  
Mi vena ácrata (en según qué temas) y mi vena escéptica (en según qué otros) llevan bastantes días alborotadas, casi como si de gresca continua o de farol y requiebro, como si echándose en cara sus lugares de acuerdo y divergencia, «ves, ya te lo dije», la una a la otra, y viceversa, y no hubiera forma, ni tampoco ganas, de reconciliarse o reconciliarlas. Será, me temo, que los lugares de la revolución -curioso eufemismo- son tan herméticos e indescifrables como, a ratos, diáfanos y transparentes. En ellos brilla la luz de forma intermitente, dejando en el aire -suspendido, absorto o quizá indignado- un extraño resplandor a sombras chinescas, a mezcla inverosímil entre lo que es y lo que pudo haber sido. Pero, a veces, toca hacer balance.
No viví el mayo francés de 1968. No tengo excusa, lo sé, pero qué quieren que les diga. Sólo tenía 11 años y, por ello, lo tuve que sustituir, andando el tiempo, por la vorágine social que, a partir de noviembre de 1975 -con mis hormonas recién desperezadas, amenazándome, incluso, hasta con el desahucio-, convirtió este país en un lugar de asambleas, conciertos y orgías, de carreras y revolcones callejeros, de cánticos y, también, de esperanzas. De amor y flores prohibidas. La música celestial de la inocencia. El alarido del buen salvaje. La fe en la bondad del hombre para con el hombre.
Ya no sé qué queda, en mí, de aquella, mi primera primavera de la libertad. Quizá mucho, porque ella ha sido, aunque a trancas y barrancas y, siempre, por caminos retorcidos, la que me ha conducido hasta aquí y ahora. Al instante presente de la mirada escéptica, pero todavía fabuladora, literaria. Puede que indignada, sí, pero no siempre, ni mucho. Por eso puedo compatibilizar, sin problemas, unas horas, días o semanas en el Ágora de la Plaza de España -rebautizada de Islandia, donde ya ruge otro volcán y sus cenizas amenazan, de nuevo, con sepultarnos- con unos breves minutos en la cola administrativa de las urnas. No sé si la revolución se ha realizado -o si se realizará- en un lugar o en el otro. O si en ninguno. La buena noticia es que nos hemos librado en las Islas -o eso espero- del nacionalismo y de buena parte de la corrupción. La mala es que llevamos toda la vida acampados en el ágora interior de nuestros sueños y aún no sabemos cómo mejorar las cosas. Un dislate.

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sábado, mayo 21

Extraños en un tren

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que es razonable el impacto ambiental de las obras del tren de Artà?

Sí. Un tren vacío es una magnífica metáfora de la desolación, pero también lo es de la búsqueda, del viaje individual que no acaba nunca de llegar a buen puerto y que, quizá por ello, revisita los andenes de la realidad tan sólo para confirmar que está siempre de paso y que muy poco importa que no haya nadie esperándonos en ninguna parte. Siempre vuelven a vociferar las alarmas y a sonar los silbatos y el tren reemprende la marcha y la distancia es una espesa capa de niebla o plomo entre ciudades invisibles y quizá irreales, meras líneas trazadas -con el bisturí del dinero público, por supuesto- en un mapa ilusorio de sueños y tesoros escondidos sin más paisaje final visible que las ásperas vías del metal arando los territorios desiertos, el erial baldío donde nada florece salvo la memoria herida e insomne, finalmente arrasada, de nuestras biografías.
Algo así viví hace siglos en un viaje entre algún suburbio de París y la estación de Barcelona, con destino último en Valencia. Un alud de legionarios -en realidad de milicianos asustados- me acompañaba y también varias chicas jóvenes y algún que otro vendedor de muestrarios de humo y aún más, y sobre todo, y vaya si lo recuerdo, un sargento ebrio de luces y sombras y de armas, que casi me ametralla el alma con su histriónica nostalgia y sus soeces historias de la puta mili. Pero esos trenes iban abarrotados. De sudor y miedo, de ilusiones. De extraños. Quizá transportaban cartas de enamorados que nunca lograron volver a encontrarse. Amores rotos o desleídos. Amores imposibles. Quizá por eso levantaban a su paso nubes densas de polvo y, al rato, llovía lodo -si no sangre- en toda España. Todavía sigue lloviendo y a cántaros.
Pero el tren del Govern es otra cosa. No transporta cartas ni ilusiones. Sólo une Manacor y Artà, que no es poco, y auscultando a fondo ese terreno acabamos convencidos de la infinita bondad del trayecto. Y si no hay turistas suficientes, mala suerte. Paciencia. Siempre podrán utilizarlo la Obra Cultural Balear y sus milicias de la lengua para ir de aquí para allá, por entre los taludes de sus acampadas gloriosas en tierra propia o en tierra común o qué sé yo dónde. Gastarse 150 millones de euros, dejar el ecosistema tiritando y abocarse a un futuro de eternos números rojos queda, pues, plenamente justificado. Por sostenible y por patriótico. Y por surrealista, claro.

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viernes, mayo 20

Indignarse no basta

La Telaraña en El Mundo.

Primero fue el estruendo sostenido de los tambores y luego el ruidoso enjambre de un desfile. Pasaron bajo mi casa y salí al balcón, cámara en ristre. Eran bastantes. O muchos. Les observé con la curiosidad cómplice de quien sabe que volverá a verlos pasar, horas, días, meses o quizá años después, absolutamente lúcidos y ya vencidos. Vencidos por completo. Creo que sé de lo que hablo. Y mal me sabe, porque yo estuve entre ellos hace algo más de treinta años y grité sus mismos cánticos con su misma furia. O con más. La furia antigua siempre se nos antoja más justa. O solemne.
Pero antes el enemigo era real y tangible, tenía rostro, nombre y apellidos; hoy es la bruma densa de un fracaso individual y colectivo, la noche gris de una democracia que no acabó siendo lo que se nos prometía. ¡Nos las prometíamos muy felices! Pero ya ni sé qué ha sido de aquellos sueños. O sí, pero sólo cuando me miro muy adentro.
Quizá el mundo se ha ido enredando mientras el discurso que lo sostiene es, cada vez, más breve y torpe, las paginillas de Hessel, los pareados de las pancartas, los 140 caracteres de Twitter. Muy poca cosa. Tanto afán de síntesis nos conduce a un callejón sin salida. Se asume la indignación, pero no basta. Ojalá esos jóvenes, además de subvertir las calles, fueran capaces de lo que no hicimos nosotros. Rescatar la inteligencia de entre las cloacas de la vida pública, por ejemplo.

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jueves, mayo 19

Plaza de España - Palma de Mallorca 21 horas.


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lunes, mayo 16

Toma la calle 15/05/11 Ayer en Palma



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La última fotografía

La Telaraña en El Mundo.

Hasta siete zapaterías chinas conté ayer en Olmos. Pero puede que hoy ya sean más. No sé qué extraña fascinación les obliga a abrir zapaterías como churros, a pocos metros las unas de las otras, y siempre bajo el mismo prisma estético. Bazares sumergidos en luces de neón, sin apenas estanterías -es decir, con enormes pilas de cajas de cartón en su lugar- y algún cartel desmañado, donde siempre se barajan las mismas cifras, tres, cinco, ocho, quizá diez euros el par de zapatos. Una ganga, supongo. O una tapadera, me huelo, sin saber a qué diablos huele y sin extrañarme, tampoco, que a la autoridad local le importe un ápice el asunto.
Igual es que los chinos siempre fueron en bicicleta y si ya se han sumado -siquiera por afinidad histórica- al plan vial de Aina Calvo, también puede que acaben salvándonos la economía. Zapatos para todos. Y si en bici, mejor, que así no se gastan suelas ni tacones. No mejoran el paisaje urbano, pero ya se sabe. No se puede tener todo.
Quizá Palma sea un ser mutante. Un ente de pesadilla. Al salir del Mercado del Olivar -en efecto, la cesta de la compra sigue al alza- me topé con un póster de Francina Armengol. Su visión me resultó grasienta. La sonrisa dolía. Pero un par de pasos más allá, en San Miguel, observé que otro comercio legendario abandona su lugar de siempre. La Filadora, nada menos. Le saqué una última foto. Me salió amarillenta. Qué raro.

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sábado, mayo 14

La habitación 101

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Manera debe explicar el estado de las cuentas antes de las elecciones?

No. Cada cierto tiempo, y no por azar ni por gusto, regreso al blanco y negro -ese espacio desolador- del 1984 de Orwell. Me las ingenio para escapar de la minúscula habitación 101 y dedicarme al más solitario de los placeres. La compañía es escasa, quizá sólo la justa y necesaria, la cómplice, pero el silencio, no obstante, es casi absoluto porque, afuera, alguien entona un áspero estribillo que habla de guerra, de lealtad y traiciones, y el viento silba alrededor y el aire rojizo dibuja un exquisito cadáver en el horizonte. Y en el espejo. Mal panorama, y sin embargo. Siempre nos quedará huir de la habitación 101, aunque no tarden en llegar la delación y los castigos, la permanente llaga infecta de la verdad o la mentira manipuladas. Lo sabemos. La policía del pensamiento caerá muy pronto sobre nosotros -ya nos ronda- y la «neolengua» agotará la realidad hasta transformarla en un páramo donde la asfixia de las ideas encogerá las palabras -las pocas que usamos en público, las muchas que nos guardamos para tiempos mejores- hasta desintegrarlas y convertirlas en otra cosa, un estertor, un alarido mudo, una página siempre en blanco donde ir reescribiendo -según convenga al Hermano Mayor- la Historia. La suya.
Lo que no está en la lengua no puede ser pensado. Lo que no está en la realidad no puede ser cuantificado. Lo que no está en los escritos no puede ser leído. Y así hasta el infinito de los tópicos y el más allá de las coacciones. Todo un catálogo de impotencias, la fúnebre sospecha de que algo anda muy mal. O que ni anda, siquiera. Las cuentas de la Comunidad. Los absurdos balances del destierro. Los saldos de la miseria subvencionada en pos del fin último e indecible de cualquier economía en guerra permanente contra la libertad de espíritu: cuadrar el desastre y la hecatombe, cuadrarnos a todos como en pleno estado marcial de silencio y usura. ¿Usura afuera y silencio adentro? O viceversa. O ya quisieran.
Pero no hace ninguna falta que Carles Manera nos entregue sus cuentas. Su contabilidad no es de este mundo. No hay balance capaz de expresar su vacío. Esta dejación. Esta arbitrariedad sin sentido. Esta fórmula sin más desenlace que el perfil de la lengua impuesta y los restos hambrientos de una bacanal que nos dejó en la intemperie a casi todos. Y aquí afuera hace frío. ¿Pero quién no lo prefiere a la tortura en la habitación 101?

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viernes, mayo 13

Tiempo de elecciones

La Telaraña en El Mundo.

Parece que andamos inmersos en una suerte de verbena electoral donde no falta de nada. Globos de látex y globos sonda. La bruma de siempre. Bildu. ETA. El fin y los medios. Las últimas subvenciones de Antich a las parejas lingüísticas de la OCB. Filias y fobias en las alturas, como si el mundo se hubiera detenido y fuera a arreglarse desde ese lugar de privilegio, que da en creer que todo es moldeable, que las necesidades y los deseos suelen coincidir, que la liturgia del poder acabará obrando el milagro desde su púlpito. No sé si será así.
Recorremos las ruinas de la crisis con el peso terrible de su recuerdo pero, también, con la leve esperanza de tiempos mejores. Lástima que ignoremos, quizá, que recuerdos y esperanzas están hechos del mismo material que el sucesivo día a día, esa mezcla de sudor y azar, orden y caos, libertad y engaño.
Con todo, doblo una esquina cualquiera y grupos de militantes -sin identificar- me alargan sus folletos ilustrados. Los tomo como quien recoge augurios; con poca fe o con ninguna. Pero me quedo observándolos. Acaso tengan un punto de entusiasmo del que carezco. En eso pienso, luego, al llegar a casa y ordenar la hojarasca según el color de sus banderías o el quebranto de sus siglas y objetivos. La clasifico como si ella fuera basura -esa metáfora de la vida- y yo un escéptico arqueólogo de la democracia. O del reciclaje selectivo. ¿No es lo mismo?


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lunes, mayo 9

Alcancías y urnas (o De la Parra a la Nube)

La Telaraña en El Mundo.

«La SGAE tiene que sacar dinero de las Redes Sociales», según Teddy Bautista. Pues sí. Ya tardaban. Era inconcebible que dejaran de correr tras las multitudes de Facebook, YouTube o Twitter, en busca de las toneladas de contenidos culturales que por ahí pululan, como bisontes de una pradera en llamas, cuando aparece el Séptimo de Caballería al son marcial de un corneta (con sus propios derechos de autor, claro) y empieza, entonces, a contar el taxímetro de la usura, la creación pagada en directo y en diferido, una y mil veces, tantas como se repita ese sarpullido, ese déficit conceptual que da en llamar creación a cuanto genere rédito. De la parra a la nube. Hay que cobrarlo todo.
Y además, nos lo dice en nombre de no sé qué, cuál, ecosistema en equilibro. España, se supone. Un lugar muy creativo. Mucho. Dónde, si no, sobreviviría tanto parásito, como en este reino de las subvenciones lingüísticas y la cosa normalizada hasta el erial del absurdo o la mediocridad de algo peor que la nada. El tedio, Teddy. O la exaltación vacía de la memoria, esas Cuatro Estaciones que parió Vivaldi y que tú sigues, aún, representando.
Pero ya empezó la campaña electoral. La inauguré leyendo una magnífica entrevista a Juan Luis Calbarro. Por una vez, y sin que sirva de precedente, existe un partido, UPyD, que tiene más que ofrecer a la sociedad que lo que la propia sociedad se merece. Es todo un lujo.

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sábado, mayo 7

¿Un soplo o una ventosidad?

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Munar cobró parte de los 6 millones del soborno de Can Domenge?

Sí. Es posible. Pero eso sólo lo sabrán los que puedan saberlo. Los que anden metidos en el ajo, maloliente el aliento y revuelto el ánimo, humeante la cartuchera. Los que manejen el secreto de las cosas que ocurren donde parece que nunca pasa nada, pero pasa. Vaya sí pasa. La organización. El partido. La banda y sus mil nombres. Munar. Nadal. Vicens. Y tantos otros con los que me confundo y pierdo, porque no me valen ni como émulos cinematográficos de algún crápula con chaleco y voz trémula. Los empleados fantasmas. Los cazadores de votos. La sombra tutelar del nacionalismo de lo nuestro, que es siempre lo suyo. Faltaría más.
Pero yo entiendo poco de toda esta mierda. O quizá sólo entiendo que me resulta muy fácil encadenar metáforas y construir un universo de espejismos con el guión que otros escribieron sin escribir, apenas, nada. Sólo un par de contratos inverosímiles y algún que otro folio harapiento con la hoja de ruta y la soberbia X como protagonista. El plano del tesoro, los porcentajes del botín. Todo muy escueto, porque no tuvieron tiempo para más. Tampoco saben. Lo suyo es el andamiaje de la economía sumergida. Algo muy soez y sucio, pero muy común y corriente. Muy pobre en matices, pero no en subsidios y subvenciones. O eso me parece, porque lo ignoro todo sobre la escatología social de estos políticos que siempre -oh, cielos- estuvieron en el poder, porque otros se lo permitieron. ¿A cambio de qué?
Anticorrupción ha recibido un soplo, pero me temo que los delatores nunca van de frente, sino de perfil y disimulando. Igual van que vienen. O vuelven. O se revuelven con segundas, terceras o cuartas. Quizá se juegan los cuartos y no sé si los higadillos. De ahí que un soplo pueda ser una venganza o una ventosidad. Un arrepentimiento, una maniobra de distracción o un pacto. Otro más. Una muesca en un revólver cargado con balas de fogueo o plata. O plomo. No sé nada de balística. Pero seis millones de euros es una cifra redonda que no resulta excesiva cuando se ha vendido un solar como Can Domenge a mitad de precio y, entre la oferta y la demanda, quedan en el aire, como si milagrosamente suspendidos, los celajes y tornados de un desfase de treinta millones de euros. El dinero no tiene por costumbre evaporarse, sino ir cambiando de manos y bolsillos, de cuentas más o menos opacas, de cajas fuertes, de madre y no sé si de padre.

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viernes, mayo 6

Contra la mayoría

La Telaraña en El Mundo.

La realidad -como el Govern en su vía crucis hacia el 22M- transcurre entre las luces y sombras de un espectáculo cíclico, una eterna sesión continua, que podría definirse de muchas maneras. Teatro. Comedia. Circo. Ciencia Ficción. Quizá esperpento. Pero ese sustantivo último ya no importa. Intuimos que aquilatar verdades o mentiras, por entre los velos de la penumbra, es sólo un ejercicio de estilo, una inútil concesión al maniqueísmo de la mayoría y su afán de trocear el mundo. Y de astillarlo, si pueden. O les dejan.
La muerte no puede ser, nunca, plato de buen gusto. Los restos de Bin Laden, por ejemplo, valen lo que su cuerpo vivo. No valen nada. O sí. El saldo de la venganza. Plomo en el pecho y la sien. Escoria. Fanatismo. Lodo. Justicia. Así se cierra el ciclo y volvemos al origen. Entre tanto, sólo nos quedan las contradicciones de una operación militar de la que nos explican poco y mal, porque ignoran qué decirnos. Un cadáver sepultado -increíblemente- en el mar, el guión del ojo por ojo y el doble lenguaje, silencioso y soez, de la tortura.
Pero hoy quería hablar de fútbol. Qué va. Imposible. Nos lo hurtaron en la infame serie de los clásicos. Esa otra tortura. Cuatro encuentros para nada. O para confirmar la crónica anunciada de un atraco de soberbia, vísceras, simulación y juego sucio. De todos. O de la mayoría. (PD. Yo era del Real. Ahora sólo sé que no soy del Barça.)

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miércoles, mayo 4

una voz amiga

Emilio Arnao comenta Los Lugares del Sitio en su Blog. Muchas gracias, Emilio.

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lunes, mayo 2

Los Lugares del Sitio en la revista Ojos de Papel

Francisco Fuster ha tenido a bien escribir sobre mi libro Los Lugares del Sitio en la Revista Ojos de Papel. Muchísimas gracias, Paco.

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La medida del miembro

La Telaraña en El Mundo.

Cojo un par de noticias, como por azar, asumiendo que el azar no existe y que la quimera de echarle un pulso a la realidad tiene su truco, su oblicua forma de escoger qué temas nos atañen, qué contextos nos alarman, qué rodeos nos seducen permitiéndonos, además, no ceñirnos a las anécdotas sino ampliar la espiral del pensamiento más allá de los titulares y las paráfrasis. Todo está siempre por escribir, aunque sea gracias a las elipsis, a la letra menuda e inteligible manuscrita, a veces, en los márgenes más estrechos. O entrelíneas.
Pero el lugar aquí no importa. Algunas nuevas refulgen. «Crece la demanda de jóvenes que quieren alargar su pene» nos dicen desde la Asociación de Andrología y uno, que conoce a Rosselló Barbará desde hace lustros, intuye que es cierto, y que una disfunción eréctil es tan nociva, en Baleares, como una lengua oficialmente castrada. No extraña que nuestros chicos lleguen, luego, a la UIB y precisen que una prótesis o un estiramiento en toda la regla les devuelva las ganas de entender el mundo. De penetrarlo. De conquistarlo, si cabe.
Luego me dejo caer por la sección -es un por decir- de Cultura y leo que IB3 debe 3 millones a la SGAE. No está mal. Con todo, y antes de perderme en el laberinto de los latrocinios, se me ocurre preguntarme cuánto nos deben ambos entes a cada uno de nosotros. Seguro que un huevo y parte del otro. O un larguísimo pene nuevo.


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