jueves, febrero 22
martes, enero 30
jueves, enero 25
Los instantes del tiempo (Colección de plaquettes nº1)
jueves, diciembre 14
miércoles, noviembre 15
viernes, octubre 27
jueves, octubre 26
A la intemperie en Última Hora
La entrevista en UH.
Este es el cuestionario completo de la entrevista.
- En la breve biografía que aparece en la solapa del libro
se comenta que Juan Planas es ''exiliado voluntario del bullicio del mundillo
poético y su ruido'', ¿a qué clase de exilio se refiere?
Por lo que me concierne, más allá de exilios exteriores o
interiores, voluntarios o forzados, siempre me he mantenido al margen de las
numerosas sectas culturales, políticas, económicas y, sobre todo, lingüísticas
que tanto abundan en nuestro maravilloso y privilegiado entorno. Me he dedicado
a realizar mi obra lo mejor que he sabido y podido.
- El título, A la intemperie, implica necesariamente un
'estar' en ella o, al menos, un temer estarlo, ¿dónde o qué está/es esa
''intemperie'' de la que habla?
Pájaros en el alambre, se llamó en algún momento este
libro, pero sí, en efecto, estamos a la intemperie, que es donde descargan las
tormentas con mayor crudeza, y es por eso que buscamos, en ocasiones, algún
refugio, algún nido donde cobijarnos. A veces lo hallamos en la voz de la
propia conciencia, en su discurso, que nos distingue como seres humanos, a
veces en el amor, el placer, el arte, la amistad o incluso en la familia...
Hablo de algunos de esos refugios en este libro.
- La idea del viaje está presente en la obra, un viaje sin
retorno, con un final por todos conocidos, pero, al mismo tiempo, oculto a
todos hasta el último paso. ¿Cómo ve el poeta que es Juan Planas en su momento
vital actual ese viaje?
El viaje lo es todo, porque no vamos a llegar a ninguna
parte. El principio y el final, además, sólo quedan grabados en la memoria de
los otros, pero no en la nuestra. No vamos a llegar siquiera a ser quienes
somos, como ya imploraba Píndaro.
No, los recuerdos son sólo las ilustraciones con las que construimos
un discurso que dura lo que la vida, ni un segundo más. Mira, la religión
católica nos descubrió una curiosa trilogía: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pues
otra trilogía no menos espectacular parece constituirnos: Conciencia, Espacio y
Tiempo; es decir, pensamiento, cuerpo y tiempo. No es lo mismo, pero por ahí,
en busca de algún equilibrio a tres bandas, andamos. A tientas desde luego.
Más o menos son la BSO de mi vida… ya los citaba, entre
otros, en Las piedras del águila y aquí vuelven con algunas canciones para acomodar
su ritmo entre mis versos. Pero vienen sólo de teloneros, por supuesto.
- Se aprecia, en general, un cierto tono de pesimismo, de
decadencia (no del autor, sino del contexto). ¿Es un sentimiento compartido por
el autor? ¿Es algo buscado en la escritura o un resultado de la misma?
Como digo en algún
poema, vivir es una decisión moral o un simple acto físico. Tal vez, ambas
cosas… El viaje consiste en ir lo más lejos posible. Bien, pues dada esta
situación no puedo ser optimista ni pesimista. No procede lo uno ni lo otro.
Mejor asumir que simplemente avanzamos hacia el abismo y luego punto final.
Quejarse sería absurdo.
- En el libro también hay muchas dudas sobre uno mismo,
sobre el mundo, sobre la experiencia vital, y pocas certezas, ¿es algo
inherente al poeta, como lo es para el filósofo?
Sí, lo es, al
menos en mi caso. Pienso que interrogantes, vacilaciones, esperanzas,
decepciones, hallazgos, pérdidas, aciertos, errores, éxitos y desastres varios
son nuestro bagaje y hay que cuidarlo como si fuera nuestro. Igual algún día
descubrimos que lo es.
- Y, por último, relacionado con lo anterior, ¿qué le parece
más inoportuno o incluso peligroso: una poesía que ofrece respuestas o una que
no halla las preguntas?
La idea de encontrar respuestas válidas a las preguntas
que nos hacemos y la posibilidad de satisfacernos con ellas resulta desmesuradamente
pueril. La poesía no es ningún manual de autoayuda, sino una forma, una más entre
otras muchas, de intentar llegar a formular las preguntas correctas. No es
fácil, pero ahí radica el auténtico Eureka de la existencia.
Etiquetas: Creación, Literatura, Relatos, Varios
sábado, octubre 7
A la intemperie - Entrevista en OKBaleares
Me entrevista Miguel Ángel Font de OKBaleares sobre mi nuevo libro A la intemperie (Ediciones La Lucerna, 2023)
El escritor mallorquín Juan Planas Bennásar publica 'A la intemperie' (okdiario.com)
lunes, octubre 2
Notas (1) sobre A la intemperie.
martes, septiembre 19
martes, septiembre 12
A la intemperie
La voz de la conciencia es también la voz del poema, no hay otra. Se acerca fin de mes. Amenaza lluvia tras los cristales, como cada septiembre desde que tengo memoria... y en la imprenta están componiendo mi nuevo poemario. El decimoquinto. Se titula A la intemperie. Creo que os gustará.
A la intemperie tiene un capítulo (nueve poemas) dedicado al mundialmente famoso Crimen de Moscari. Asunto familiar grave. Pascua de 1919.
Nota: Ver el video os puede ayudar a poneros en situación, pero no me hago responsable de nada de lo que dice o muestra, de nada ;-)
viernes, julio 28
Juegos de niños
Un poema de Cercandanza (Los papeles de Brighton, 2020)
se detendría el tiempo como en un día de excursión
o una tarde en el circo. Te miré como quien lee un poema
y teme no poder olvidarlo nunca. Te miré (lascivo y feliz)
separando tus muslos de entre mis recuerdos.
Tus muslos, de un enorme caballo de cartón
con ruedas de madera. Tus muslos,
de una bañera elástica de tela. Tus muslos,
del agua sucia, muy sucia. Siempre nos gustó
chapotear en el agua color de chocolate.
(La infancia ha de ser sucia y lasciva
y debiera ser siempre feliz)
Pero esta agua de ahora es la misma agua rizada
de una playa antigua donde nuestros muslos
intentan mantener el equilibrio sobre una colchoneta
de plástico, hinchada por el aire de mis pulmones
de hace más de cuarenta años,
hinchada todavía por la brisa de aquel instante:
la situación, tan memorable como imaginaria,
que intento revivir sin ningún éxito. ¿Dónde
se fue el instante que se fue? ¿Será verdad
que no es posible atrapar un instante
sin quedar, de por vida, preso en él?
¡Maldita sea! Tú ya no estás aquí
por mucho que te invoque
y mi cuerpo cumplió mil años
durante la pesadilla de anoche,
la pesadilla de la que aún no he despertado
porque se te veía muy hermosa
y una voz en off me repetía,
como en un mantra hipnótico,
que todo lo que tuvo el privilegio de existir
sigue existiendo anclado en este instante de ahora:
el instante que se nos escapa una y otra vez,
porque nunca supimos entender que no se podía
atrapar un instante sin quedar preso en él.
Te miré fijamente, como si estuvieras muerta.
No miramos demasiado a los muertos,
salvo si los llamamos zombis. Y el mundo
se nos cae a pedazos,
porque no hay ninguna composición de lugar,
ningún puzle, que logre sobrevivir
cuando vamos perdiendo fichas y el paisaje,
que tan bien conocíamos,
se nos diluye tras un velón de niebla,
tras las alas de un búho, tras una sesión
continua de insomnio, de noche fingida,
latente, levemente erizada, prostática.
Pero la vida siempre prevalece
(como no sé si dijo Orson Welles
mientras narraba The War of the Worlds,
el domingo 30 de octubre de 1938);
y por eso le faltan o le sobran tantas cosas,
tantas verdades y mentiras, tantos
saltos inútiles en el vacío,
tantas renuncias imperdonables, tantas
horas dándole vueltas
a este momento de reflexión, que no lo es,
que es de deseo. Tú sigues aquí,
aunque ya no sonrías
y yo recorra los pasillos de la casa
como si fuera el señor único del laberinto.
Sigue sin haber canes negros en mi existencia. Nunca
los hubo. Hay que ser fuerte contra los lugares comunes.
Me sumerjo en la bruma íntima de las viejas fotografías,
en esos gruesos álbumes de escay que siempre colocan
en las estanterías, justo al lado del Quijote o la Biblia.
Creo que busco ahí las huellas de lo que más amé,
aunque el pasado sea un mal lugar donde perderse,
un lugar sin salida si uno se entretiene más de la cuenta
y se deja vencer por la nostalgia: en efecto, aún recuerdo
la piel como de seda triste que teníais, padre, madre,
unos pocos instantes después de morir.
Me preguntó, el médico, si me había pintado de azul
las venas de los brazos, del torso, de la espalda.
Le dije que no, mientras él me limpiaba la piel
con un algodón húmedo. Luego
supimos que el pijama desteñía
y que todo estaba en orden, salvo el sudor de mis sueños
algunas noches de pesadilla. Siento la culpa infantil
de ese cuerpo tiznado con todas las líneas
quebradas de la vida y la muerte. Pero sobre todo
siento la alegría escondida
en el acordeón de nuestros muslos, la vorágine
de aquellas inocentes sensaciones,
el alud de placer que sentí
sin sospechar siquiera de dónde provenía.
viernes, junio 2
Releyendo Las piedras del águila
Este poema en prosa (ese matiz, al menos ahora, me importa muy, muy poco) pertenece a Las piedras del águila (Editorial La Lucerna, 2022), mi última entrega a la imprenta hasta la fecha.
sábado, abril 8
jueves, noviembre 10
martes, noviembre 1
Biografía del deseo. Poesía (2010-2022)
Ya está a la venta (y en el enlace de la foto podéis leer bastante material de balde), el cuarto volumen de mis Obras Completas. Contiene los cinco libros publicados entre 2010 y este 2022 que ya se va acabando.
Ha sido importante para mí (para tenerlo todo ordenado -en realidad, casi todo, porque no es fácil escanear algunos textos antiguos- en las estanterías de casa) concluir este agotador proceso de recopilación de toda mi obra desde la lejanía de los primeros libros hasta la proximidad de los últimos, desde las primeras colaboraciones en prensa escrita (cuando el mundo aún vivía bajo el imperio de la imprenta y no disponíamos de otro teclado que el de la ruidosa y entrañable Olivetti) hasta la situación actual en algún lugar indefinido entre el silencio esencial de la consciencia de cada uno y el alboroto indiscriminado de las redes sociales.
viernes, mayo 27
viernes, abril 1
jueves, marzo 24
Juan Planas Bennásar - Las piedras del águila - Entrevista en Ona Medite...
miércoles, marzo 23
martes, marzo 22
Presentación de Las piedras del águila (La Lucerna, 2022) y lo que dijo Ángel Terrón
Una magnífica velada en La Casa del Libro de Palma entre libros y amigos.
UNA MEDITACIÓN.
Las Piedras del Águila de Juan Planas.
Conozco a Juan Planas desde el año 1974. En aquella época
todos frecuentábamos el bar L ' Estudi en la calle Apuntadores. No hay poeta o
pintor o músico que no pasara por ahí.
Desde entonces ha publicado una docena larga de libros de
poesía. Su manera de hacer es muy diferente de sus compañeros de generación: ni
experiencia, ni modernismo ni surrealismo expresionista. Más bien sigue la
estela de Aleixandre con versos como la respiración y de visos panteístas.
Ahora dice que ha escrito un libro de prosas, pero cuando
uno empieza a leer se da cuenta que no se puede leer rápido. Solo el capítulo
sobre Nueva York y el final de recuerdos podrían presentar la estructura porosa
de lo que llamamos prosa.
Siento comunicar al lector que estamos ante una gran
meditación sobre la vida que es en realidad un largo poema en prosa.
Existe la prosa poética, que en el fondo no es más que un poema no versificado; un buen ejemplo es el poema Espacio de JRJ.
Pero existe también el poema en prosa, aquel que no suele
utilizar los recursos habituales de la técnica poética. En castellano, por
ejemplo, J L Borges y el venezolano Ramos Sucre obtienen a partir de una
apariencia de ensayo o descripción de un paisaje momentos poéticos memorables.
En este sendero último hay que inscribir el último libro
de Juan Planas que titula como lo hubiera hecho Octavio Paz. Está lleno de
citas explícitas e implícitas. Parte de una cita del gran Camus en el sentido
que indica que cada generación regenera la cultura de la misma forma que el
árbol da frutos cada año.
Esta gran meditación sobre el sentido de la vida y sobre
las dificultades de cómo entenderla se va desgranando paulatinamente.
En el primer capítulo se centra en la dificultad de
escribir, y yo añadiría la dureza de la lectura, la aridez hasta llegar a la
fuente del conocimiento. Juan se inscribe en la visión romántica que duda del
sentido de las voces, aunque adjetivada meticulosamente en oraciones que
recuerdan la poesía clásica griega.
La existencia o no del concepto Dios nos obliga a
refugiarnos en la incertidumbre de los poemas.
Lo vivido o lo soñado se deslíen al amanecer... La verdad
de las ideas incansables que perduran y nos persiguen.
"Entre la ficción y la realidad siempre hay un poema
escrito en un espejo", escribe como igual diría el bonaerense (J.L. Borges). Hablar con las palabras de
palabras, en sana contradicción. Pero hay que seguir adelante.
El mito de Nueva York y los recuerdos de infancia también
se escriben en esta gran meditación.
Dar nombre a las cosas nos permite poseerlas, según la
tradición judía., nos permite superar la realidad e ir más allá de la ficción,
un espacio amable para la naturaleza humana.
Si algo nos define es la incertidumbre y la lumbre de los
lemas que una y otra vez nos persiguen... como el amor o la pasión de
comunicarnos con otros cuerpos.
Queda pues avisado el lector que tiene una ardua tarea ante sí para leer con templanza este nuevo libro. Gozosa será la dificultad si trabaja con cuidado. Pero que quede claro que no es de la textura de un artículo de diario, prosa sí, aunque intenta acariciar las estrellas.
Ángel Terrón.
lunes, marzo 21
Entrevista en UH sobre Las piedras del águila
Este es el enlace digital a la Entrevista en UH.
Aquí la versión extendida. Las preguntas son de Adrián Malagamba.
UH.- P.- La
cita previa de Camus fue escogida, obviamente, antes de algunas situaciones de
la actualidad, como la guerra de Rusia y Ucrania, no obstante parece muy apropiada.
¿Tiene relación con los acontecimientos que nos rodea o, por otro lado, hay que
entenderlo como algo más micro?
R.- Las
buenas citas no caducan y valen para entender tanto la gran historia de todos
como la pequeña de cada uno. Cada civilización se edifica sobre las ruinas de
las anteriores y por ello no es extraño que, de jóvenes, queramos mejorar el
mundo y que, ya de mayores, nos tengamos que conformar con mantener en pie lo
poco que logramos construir. Vivimos entre ruinas, inevitablemente.
P.- Se comenta
en el prólogo del editor que es un estilo ‘inclasificable’. A veces se abusa de
este epíteto, ¿por qué es inclasificable este texto? ¿Es algo buscado o, por
otro lado, el mero resultado de su propio estilo?
R.- Aquí,
inclasificable, es una etiqueta que busca no serlo. No me gustan las etiquetas.
Este libro es el más poético de todos mis libros; y, sin embargo, es en prosa…
Y abarca todos mis temas de referencia: las relaciones entre el conocimiento y
el lenguaje, el temblor del universo al ser nombrado, la incertidumbre y el
insomnio de los días y las noches, la infancia y la familia, la muerte, la
sombra oscura de Dios, el amor y, por supuesto, la belleza, Marilyn Monroe, la
ciencia ficción del futuro o el pasado persiguiéndome por las calles de Nueva
York o Palma…
P.- Las
temáticas tratadas son, como se explica, «las ya tratadas en la dilatada obra
del autor», y que incluyen cosas como la muerte, el cuerpo, el amor, etcétera.
¿Es capaz de agotarse la escritura de un autor sobre los temas que le
obsesionan?
R.- Todo se
puede agotar, desde luego, cuando uno deja de añadir experiencias vitales a su
vida, pero dudo mucho que una sola vida baste para saciar toda la curiosidad
que me suele mantener expectante.
P.- Se habla
de que nuestra generación (por nuestra me refiero a la mía, la los nacidos a
partir de los 80-90) tenemos un gran salto con respecto a las que nos preceden
y no hemos vivido grandes catástrofes o un mundo tan problemático como el que
existió en gran parte del siglo XX. Esto ha sido utilizado para explicar que no
hay tanta comunicación entre generaciones. Desde esta premisa, y teniendo en
cuenta que en los últimos 15 años hemos tenido una crisis económica, pandemia y
un conflicto en ciernes a las puertas de Europa, ¿nos hemos puesto las pilas
para llegar a esa comprensión y comunicación?
R.-Conozco
tu generación, porque es la de mi hijo. En general, tuvisteis una excelente
infancia, sin demasiados problemas. Yo tampoco los tuve de niño o joven y es
muy posible que sea ahora, ya adulto, cuando me alcanzan las crisis económicas,
las guerras intolerables, los populismos sectarios, etcétera. Sinceramente me
temo que todos nos tendremos que poner las pilas al unísono.
P.- Se habla
al inicio del libro del anhelo por la piedra que se sabe piedra o el perro que
se sabe perro, por oposición, ¿sabe el hombre que es hombre con todo lo que
ello implica dada su condición? ¿Es esa la gran batalla a la que se enfrenta el
poeta y el narrador: descubrir qué y quién es? Dicho de otra manera, ¿se logra
dar con el tranquillo de ser uno mismo y de saber quién se es?
R.- ¡Ser
uno mismo! Puede que esa sea la gran cuestión de todas las filosofías. «Ojalá
llegues a ser quién eres», decía Píndaro, y en esas seguimos estando
porque nunca acabamos de reconocernos del todo. Hay un abismo entre la realidad
y el lenguaje, entre el conocimiento y su formulación exacta. En esa grieta
llevamos desde siempre. Ya me he acostumbrado a ella.
P.- Hablando
de rocas, ¿a qué hace referencia Las piedras del águila? (sé que se menciona
las supuestas propiedades de un tipo de roca, la conocida como etite, pero ¿a
qué se debe esta referencia?). ¿Cómo se conjugan escritura, memoria, intimidad
y el paso del tiempo en este libro?
R.- Las
piedras del águila pertenecen al ritual físico del nacimiento de un ser vivo,
no importa si los aguiluchos o si nosotros mismos. Me sirven para ilustrar la
difícil tarea de la creación: creamos universos con palabras y luego no somos
capaces de comprenderlos en su totalidad. Una paradoja muy interesante, creo.
P.- El libro,
que posee un carácter intimista, parece un paseo por la memoria, con
referencias a autores aquí y allá y a momentos más o menos importante. «La
verdad y la mentira no importan en la memoria», dice en el capítulo New York,
New York, ¿qué importa en ella pues?
R.-Todo
importa, pero sólo lo justo. No hay nada que deba importar demasiado. En mi
libro he vaciado mi propia conciencia sabiendo que nada es inmutable, que la
verdad y la mentira responden a unos parámetros fijos que, a veces, se quedan
desfasados, obsoletos. Parece, en fin, que todo se transforma sin parar. Un
optimista hasta diría que evoluciona. Pero visto el panorama actual
-populismos, pandemias, guerras, sin olvidar la discriminación cultural y
lingüística, especialmente aquí en Baleares- no estoy nada seguro de que sea
así.
P.-¿Se corre
el riesgo de acabar ahogado en el torrente de recuerdos si uno se fija en él el
tiempo suficiente? (parafraseando la famosa cita de Nietzsche acerca del abismo).
¿Puede uno acabar convertido en un recuerdo andante (y, acaso, es eso algo
malo)?
R.-La
locura no es una opción, sino un fracaso. Es cierto que somos una extraña
alianza entre el tiempo y el espacio, entre la idea del principio y la idea del
final. No es fácil observar siempre el mundo con la suficiente lucidez y
cordura, pero somos los dueños únicos del discurso y estamos obligados a mirar
directamente a la luz y a mantener su mirada. Como los aguiluchos de
Aristóteles.
martes, marzo 8
Marzo cultural en La Casa del Libro de Palma
domingo, febrero 27
lunes, febrero 21
Las piedras del águila. Un fragmento de ¡New York, New York!
Etiquetas: Creación, Literatura, Relatos
domingo, febrero 20
viernes, febrero 18
Un poema de Los Cantos, Cercandanza (Los papeles de Brighton, 2020)
Captar la presencia en la
disipación sombría de los instantes
Lucifer existe. Me lo aseguró
personalmente
Cristóbal
Serra, ya hace mucho
tiempo,
cuando el diablo
seguro
que existía y rondaba
nuestros
jóvenes cuerpos
y
hablaba por nosotros
en
aquellos instantes en los que no sabíamos
qué
decir. El diablo existe con la misma
imposibilidad
metafísica
que
existimos nosotros.
Podría
parecernos un milagro,
pero
no es más que inercia,
una
rutina más de la existencia.
Lo
imposible nos ronda y, a veces,
hasta
nos hiere. Rueda la luz
(como
si fuera un rayo
láser)
abriéndonos en canal
como
una ruleta rusa cargada de plomo
y
sentimos, entonces, la suerte olvidada
de
alguna antigua presencia de regreso.
Todo
regresa, no sabemos cómo, pero regresa
como
recordatorio, tal vez, de que nos fuimos
de
la realidad
cuando
no era el momento de cerrar los ojos,
de
ceder al instante frágil del miedo
o
de la incertidumbre. No debimos
emprender
la huida y no podemos
excusarnos
en la ignorancia.
Ni
en alguna ilusión óptica.
No
fue un simple engaño
ni
una acumulación de situaciones
que,
simultáneamente, podrían
llevarnos
hasta la locura sin darnos ni cuenta.
(No
es el caso y tampoco me avergonzaría, respondí,
exhibiendo
la lanza y el costado herido de la vida)
Ya
casi me da lo mismo si existe
o
no el diablo. Hay presencias,
igual
de tenebrosas que la suya,
con
las que me doy de bruces
tantas
veces que ni me inmuto. Lucifer
juega
seguramente conmigo como yo juego
con
mis recuerdos, con las distintas
imágenes
que voy coleccionando
de
mí mismo: me esfuerzo en conservarlas.
Una
vez corrí a cruzar unas cortinas enormes
y
tropecé con alguien que corría en sentido
contrario.
Me rompí un diente de leche
(porque
los dientes de los hombres
no
son los dientes de los dioses)
como
quien se rompe el alma
y
no sabe qué dejar bajo su almohada,
si
el diente o el alma. –¡Nunca vendas tu alma!
me
dijo alguien que me quería, alguien
que
me dio unas pocas monedas a cambio
de
mi pequeño diente sanguinolento.
Privilegio
sería descifrar el sortilegio
del
presente. El hechizo
que
nos atrapa y nos obliga a correr
hacia
dentro, hacia muy dentro.
¿Es
posible entrar en uno mismo?
Pues
lo hacemos sin saber cómo.
Y
una vez adentro, recitamos
los
herméticos ritos litúrgicos en el lenguaje
espiritual
de la tribu – ¡Y que crepite el fuego
sobre
la tierra entera, la declinación
de
cuerpo y alma, el éxtasis gramatical perfecto!
Etiquetas: Creación, Literatura
miércoles, enero 19
Las piedras del águila
Muy pronto en las mejores librerías.
Prosa poética, diario, ensayo.
Etiquetas: Creación, Fotos, Literatura
miércoles, diciembre 1
Biografía del deseo (edición en tapa dura)
Si los poemas que publiqué entre 1982 y 2009 se leen (y siguen leyéndose) de fábula en e-Book o en tapa blanda, ahora, en la nueva edición de tapa dura (con un cuadro de mi hijo como portada y con la reproducción en el interior de las portadas originales de cada libro y alguna que otra corrección) se vuelven sólidos e irreales, densos y volátiles, como la vida misma.
Detalles del producto
- ASIN : B09KN62NFT
- Editorial : Independently published (8 noviembre 2020)
- Idioma : Español
- Tapa dura : 547 páginas
- ISBN-13 : 979-8753926975
- Peso del producto : 907 g
- Dimensiones : 15.24 x 3.63 x 22.86 cm
Etiquetas: Literatura, Varios
martes, junio 8
El video
(65) Presentación de Arpas y laúdes en la Fira del Llibre 2021 - YouTube
Etiquetas: Literatura, Varios, Videos
Presentación de Arpas y laúdes en la Fira del Llibre 2021
Lo que dije.
En realidad dije muchas más cosas pero esto es lo que llevaba escrito para la ocasión. Muchas gracias a Javier Matesanz y a Natàlia Rabassa por publicar mi libro contra viento y marea. La presentación me resultó muy divertida. Más tarde subiré el video a You Tube.
Como decíamos ayer, dijo Fray Luis de León en la Universidad de Salamanca al regresar de cinco años en la cárcel de la Inquisición. Como decíamos ayer, dijo Miguel de Unamuno al recuperar su puesto de trabajo tras la Dictadura de Primo de Rivera. Como decíamos ayer, me gustaría poder decir, aquí y ahora, como si el año largo, larguísimo, que llevamos de pandemia no hubiera existido nunca y como si ese paréntesis brutal en nuestras vidas se hubiese cerrado ya para siempre. No es así. De momento aún no es así. El virus, como tantas otras cosas, campa de un lado al otro sin atender a nada que no sea su propia supervivencia, su reproducción, incluso su mutación si no le queda otro remedio. Me da que, venga de donde venga, este terrible virus sigue siendo, en el fondo, muy humano, quizá demasiado.
Es curioso, el último libro que presenté fue la traducción al catalán, a cargo de Natàlia Rabassa y Anna Alsina, de Los pliegues ocultos. Han pasado unos ocho o nueve años y ha querido el azar o el destino que hoy -al fin- presente otro libro en el que Natalia es también parte importante, su editora junto a Javier, gracias a ambos.
He dicho “al fin”, porque cuando terminé de corregir las galeradas de Arpas y laúdes parece que se detuvo el tiempo. Es sólo una forma de hablar, porque todos sabemos que el tiempo nunca se detiene del todo. Como mucho, se curva, se pliega sobre sí mismo y cae sobre nosotros sin que nos sirva de mucho escondernos como dos amantes bajo las sábanas cuando el amor aprieta y afuera amenaza tormenta. El tiempo siempre nos acaba aplastando.
Era marzo de 2020 y Natalia y Javier me entregaron en mano, recién salidos de la imprenta, los primeros ejemplares de este libro al mismo tiempo que el gobierno decretaba el Estado de alarma y todos acabábamos confinados en nuestras casas, bajo nuestras sábanas de amantes más que silenciosos, silenciados. Vino a nacer, pues, este libro en plena cuarentena de los sentidos y ha vivido hasta casi hoy mismo en pleno silencio, alejado de las librerías y de los lectores, sin más publicidad que un par de entrevistas en los medios locales, olvidado incluso por algunos amigos que nunca habían dejado de celebrar mis últimos poemarios (quiero pensar que en plena pandemia no había demasiadas ganas de celebrar nada), sin que sus editores tuvieran otra ayuda que la falta absoluta de ayuda: la sorprendente (o no tan sorprendente, qué más da) negativa de los organismos de la cultura oficial de concederle las subvenciones que, por el simple hecho de ser yo mismo autor mallorquín, debieran de haberle concedido. Así son las cosas, a veces, cuando se escribe en castellano en esta isla. Puedo decir con tristeza por el agravio comparativo y por la más que evidente injusticia, que este libro fue el único entre los muchos que solicitaron ayuda (pude hojear en internet el largo pdf de las resoluciones) al que le denegaron las ayudas económicas que sirven, algo es algo, de paliativo a la crisis editorial en la que vive o agoniza la industria del libro. Por eso quiero agradecer y resaltar, antes que nada, el esfuerzo que Natalia y Javier hicieron para que este libro fuera finalmente posible. Gracias, chicos.
En el viaje de la vida lo importante no es el destino, porque ya sabemos muy bien cuál será nuestro destino último; lo importante son las escalas, el tránsito, el tiempo que se expande mientras vivimos lo más profundamente posible, los milagrosos instantes que pasamos siendo casi, casi, nosotros mismos, las experiencias que nos trastornan y perturban, las que nos mutilan y las que nos multiplican, las que nos hacen mejores y las que nos destrozan, las que acaban ocupando un lugar en nuestra memoria y las que, una vez culminadas, desaparecen sin dejar ninguna huella.
Sin embargo, Arpas y laúdes empezó a palpitar en mi interior antes de esta histórica pandemia que ha singularizado nuestras vidas como experiencia histórica ciertamente única; empezó a palpitar en mi interior y en mis expectativas en 2012, en cuanto acabé mi anterior libro El árbol de Teneré y decidí que convenía dedicar mi tiempo, en exclusiva, a las alimenticias colaboraciones en prensa. Así lo hice hasta el 12 de octubre de 2018. Fue entonces, a partir de esa fecha, que empezaron estos versos a cuajar físicamente en mí mismo y en la página en blanco que luego se convertiría en todas y cada una de las páginas de este libro.
En Arpas y laúdes regreso a mis orígenes, a los poemarios de poemas cada uno con su propio título tal y como también había hecho en mi primer libro, Hipertelía, allá en los años 80. ¿Es una novedad regresar a los hábitos del pasado? ¿Dónde podríamos encontrarnos a nosotros mismos sino en el pasado? Pues es de ahí de donde venimos, os lo aseguro.
Asimismo aparece un personaje absolutamente nuevo en mis obras. La ciudad de Palma, a la vez el paraíso al que siempre acabo regresando, reconfortado, y el infierno inhabitable de una ciudad sucia y repleta de contradicciones sociales, de problemas urbanísticos, de masificación turística, de sectarismos políticos y lingüísticos, se convierte en una de las protagonistas del libro, serpenteando sus calles como lo hacen también mis versos, quizá buscando los lugares donde fui feliz o lo intenté al menos. No son pocos, desde luego.
Como cuento con más detalle en las Notas para el lector de este libro acostumbro a desaparecer de vez en cuando. Desaparecí, por ejemplo, en los años 80 porque el ambiente cultural de aquellos años acabó desesperándome, y volví a desaparecer en 2013, porque la grafomanía empezaba a abrumarme y porque, en definitiva, los años no pasan en balde y hay que saber, a veces, recoger las velas y los bártulos y esperar a que amaine el temporal o a que sedimente la existencia, ese dilema hermético que llamamos vida propia, ese ser lo que somos o no somos, lo que fuimos, lo que seremos, lo que nunca alcanzamos plenamente a ser, salvo en algunos momentos especiales instalados fuera del tiempo y del espacio en que normalmente vivimos: momentos que brillan por nosotros y que dicen, también por nosotros, todo aquello que nosotros no alcanzamos a decir. Siempre se nos quedan ideas en el tintero, en algún rincón del corazón, en algún pliegue oculto de la biografía que representamos sin saber muy bien quién escribió el guión. ¿Fuimos nosotros? Es difícil saberlo.
Lo que sí sé es que este libro -como todos mis libros- contiene una parte esencial de mí mismo, la que siempre regresa para añadirme algo, alguna sombra, algún matiz, alguna llaga o algún hechizo; la que regresa para completar (sin éxito, claro) lo incompleto e inacabado que son, por igual, tanto la obra de cualquier escritor como la vida de cualquier ser humano; la que regresa en busca de ese lugar único donde todo parece tener algún sentido: esa laguna Estigia donde escogeremos nuestro último destino, ese bloc de anillas desencuadernado donde confinamos nuestras primeras urgencias, esa voluntad renacida de exorcizar la ciudad que creció con nosotros, esa necesidad de apurar al máximo el espíritu de ese territorio conceptual, imaginario, que llamé, hacia 1982, Hipertelía. Allí di mis primeros pasos y aquí sigo dándolos igual que lo haré en los próximos libros. Alguno ya ha salido publicado, también en plena cuarentena, como Cercandanza, y otro saldrá dentro de unos meses, en octubre, como Las piedras del águila. También he dado forma a mis Obras Completas. Voy haciendo, pues, el camino que imaginé algún día hace ya mucho tiempo, pero ahora, igual que antes y que siempre, me duelen y seguirán doliendo algunos senderos que no he conseguido todavía desbrozar. No son pocos, os lo aseguro, pero no hay motivo mejor que ellos para seguir escribiendo.
Dibujando las constelaciones
Todo se resume en un cónclave disperso sin sentido lógico alguno ni conclusión crítica posible. Aquí la relatividad no existe o no se manifiesta como tal. Para celebrarlo nos podemos dibujar como ángeles remontando el vuelo contra una cascada de luz que no sabemos de dónde viene. La hermética indeterminación del fracaso. La hermética indeterminación del éxito. Esa alternancia nos va a permitir vivir tanto en el seno cálido y nutricio de la existencia como en el claroscuro fuertemente azul y magnético, azul y negro, del pensamiento. Pero aun y así, el universo no se resigna y aguarda, inquieto, como si necesitase una voz, una palabra, un diagnóstico, un artificio fundacional, un bálsamo contra la expectación o el dolor, contra la indiferencia o la escrupulosa angustia del que se espera a sí mismo sin ser capaz de reconocerse; sin ser capaz, tampoco, de reconocer el lugar del encuentro. Ese lugar definitivo sólo podrá ser un lugar único en la vida de cada uno de nosotros: un lugar en el tiempo y el espacio extraído, tal vez, de la última pesadilla antes del despertar al alba; la que nos transporta el ruido intermitente de los alambiques de cristal ahumado y el sudor inútil de las torres verticales apuntando, desoladas, al cielo lejano, inalcanzable; la que nos deslumbra con el rápido movimiento de las brumas pasajeras; la que nos asusta con el pálpito de las entrañas proféticas de un pez sumergido en el lodo: sus ojos trémulos y a punto de estallar; la que nos despereza con el estruendo de las polvaredas de ceniza, rocío y niebla, de polen y calima en la piel rasgada de la tierra; la que nos asombra tras el primer giro en el aire de las constelaciones al sugerirnos que, quizá con ellas y en ese mismo preciso instante, ocurre el nacimiento del temblor inimaginable de la vida recorriendo los eriales resecos, del lenguaje otorgando un primer nombre mágico a todas las cosas. ¿Por qué no? El mar -no el lejano mar bíblico sino el mar nuestro de cada día- abrió, rugiendo, sus fauces y las primeras voces del alba las atravesaron corriendo, maravilladas. No iban a ninguna parte. No huían de nadie. Sólo viajaban más allá de sí mismas, de cualquier destino, de cualquier finalidad, hipertélicamente.