Releyendo Las piedras del águila
Este poema en prosa (ese matiz, al menos ahora, me importa muy, muy poco) pertenece a Las piedras del águila (Editorial La Lucerna, 2022), mi última entrega a la imprenta hasta la fecha.
Escritorio literario de Juan Planas Bennásar.
Este poema en prosa (ese matiz, al menos ahora, me importa muy, muy poco) pertenece a Las piedras del águila (Editorial La Lucerna, 2022), mi última entrega a la imprenta hasta la fecha.
Ya está a la venta (y en el enlace de la foto podéis leer bastante material de balde), el cuarto volumen de mis Obras Completas. Contiene los cinco libros publicados entre 2010 y este 2022 que ya se va acabando.
Ha sido importante para mí (para tenerlo todo ordenado -en realidad, casi todo, porque no es fácil escanear algunos textos antiguos- en las estanterías de casa) concluir este agotador proceso de recopilación de toda mi obra desde la lejanía de los primeros libros hasta la proximidad de los últimos, desde las primeras colaboraciones en prensa escrita (cuando el mundo aún vivía bajo el imperio de la imprenta y no disponíamos de otro teclado que el de la ruidosa y entrañable Olivetti) hasta la situación actual en algún lugar indefinido entre el silencio esencial de la consciencia de cada uno y el alboroto indiscriminado de las redes sociales.
Una magnífica velada en La Casa del Libro de Palma entre libros y amigos.
UNA MEDITACIÓN.
Las Piedras del Águila de Juan Planas.
Conozco a Juan Planas desde el año 1974. En aquella época
todos frecuentábamos el bar L ' Estudi en la calle Apuntadores. No hay poeta o
pintor o músico que no pasara por ahí.
Desde entonces ha publicado una docena larga de libros de
poesía. Su manera de hacer es muy diferente de sus compañeros de generación: ni
experiencia, ni modernismo ni surrealismo expresionista. Más bien sigue la
estela de Aleixandre con versos como la respiración y de visos panteístas.
Ahora dice que ha escrito un libro de prosas, pero cuando
uno empieza a leer se da cuenta que no se puede leer rápido. Solo el capítulo
sobre Nueva York y el final de recuerdos podrían presentar la estructura porosa
de lo que llamamos prosa.
Siento comunicar al lector que estamos ante una gran
meditación sobre la vida que es en realidad un largo poema en prosa.
Existe la prosa poética, que en el fondo no es más que un poema no versificado; un buen ejemplo es el poema Espacio de JRJ.
Pero existe también el poema en prosa, aquel que no suele
utilizar los recursos habituales de la técnica poética. En castellano, por
ejemplo, J L Borges y el venezolano Ramos Sucre obtienen a partir de una
apariencia de ensayo o descripción de un paisaje momentos poéticos memorables.
En este sendero último hay que inscribir el último libro
de Juan Planas que titula como lo hubiera hecho Octavio Paz. Está lleno de
citas explícitas e implícitas. Parte de una cita del gran Camus en el sentido
que indica que cada generación regenera la cultura de la misma forma que el
árbol da frutos cada año.
Esta gran meditación sobre el sentido de la vida y sobre
las dificultades de cómo entenderla se va desgranando paulatinamente.
En el primer capítulo se centra en la dificultad de
escribir, y yo añadiría la dureza de la lectura, la aridez hasta llegar a la
fuente del conocimiento. Juan se inscribe en la visión romántica que duda del
sentido de las voces, aunque adjetivada meticulosamente en oraciones que
recuerdan la poesía clásica griega.
La existencia o no del concepto Dios nos obliga a
refugiarnos en la incertidumbre de los poemas.
Lo vivido o lo soñado se deslíen al amanecer... La verdad
de las ideas incansables que perduran y nos persiguen.
"Entre la ficción y la realidad siempre hay un poema
escrito en un espejo", escribe como igual diría el bonaerense (J.L. Borges). Hablar con las palabras de
palabras, en sana contradicción. Pero hay que seguir adelante.
El mito de Nueva York y los recuerdos de infancia también
se escriben en esta gran meditación.
Dar nombre a las cosas nos permite poseerlas, según la
tradición judía., nos permite superar la realidad e ir más allá de la ficción,
un espacio amable para la naturaleza humana.
Si algo nos define es la incertidumbre y la lumbre de los
lemas que una y otra vez nos persiguen... como el amor o la pasión de
comunicarnos con otros cuerpos.
Queda pues avisado el lector que tiene una ardua tarea ante sí para leer con templanza este nuevo libro. Gozosa será la dificultad si trabaja con cuidado. Pero que quede claro que no es de la textura de un artículo de diario, prosa sí, aunque intenta acariciar las estrellas.
Ángel Terrón.
Este es el enlace digital a la Entrevista en UH.
Aquí la versión extendida. Las preguntas son de Adrián Malagamba.
UH.- P.- La
cita previa de Camus fue escogida, obviamente, antes de algunas situaciones de
la actualidad, como la guerra de Rusia y Ucrania, no obstante parece muy apropiada.
¿Tiene relación con los acontecimientos que nos rodea o, por otro lado, hay que
entenderlo como algo más micro?
R.- Las
buenas citas no caducan y valen para entender tanto la gran historia de todos
como la pequeña de cada uno. Cada civilización se edifica sobre las ruinas de
las anteriores y por ello no es extraño que, de jóvenes, queramos mejorar el
mundo y que, ya de mayores, nos tengamos que conformar con mantener en pie lo
poco que logramos construir. Vivimos entre ruinas, inevitablemente.
P.- Se comenta
en el prólogo del editor que es un estilo ‘inclasificable’. A veces se abusa de
este epíteto, ¿por qué es inclasificable este texto? ¿Es algo buscado o, por
otro lado, el mero resultado de su propio estilo?
R.- Aquí,
inclasificable, es una etiqueta que busca no serlo. No me gustan las etiquetas.
Este libro es el más poético de todos mis libros; y, sin embargo, es en prosa…
Y abarca todos mis temas de referencia: las relaciones entre el conocimiento y
el lenguaje, el temblor del universo al ser nombrado, la incertidumbre y el
insomnio de los días y las noches, la infancia y la familia, la muerte, la
sombra oscura de Dios, el amor y, por supuesto, la belleza, Marilyn Monroe, la
ciencia ficción del futuro o el pasado persiguiéndome por las calles de Nueva
York o Palma…
P.- Las
temáticas tratadas son, como se explica, «las ya tratadas en la dilatada obra
del autor», y que incluyen cosas como la muerte, el cuerpo, el amor, etcétera.
¿Es capaz de agotarse la escritura de un autor sobre los temas que le
obsesionan?
R.- Todo se
puede agotar, desde luego, cuando uno deja de añadir experiencias vitales a su
vida, pero dudo mucho que una sola vida baste para saciar toda la curiosidad
que me suele mantener expectante.
P.- Se habla
de que nuestra generación (por nuestra me refiero a la mía, la los nacidos a
partir de los 80-90) tenemos un gran salto con respecto a las que nos preceden
y no hemos vivido grandes catástrofes o un mundo tan problemático como el que
existió en gran parte del siglo XX. Esto ha sido utilizado para explicar que no
hay tanta comunicación entre generaciones. Desde esta premisa, y teniendo en
cuenta que en los últimos 15 años hemos tenido una crisis económica, pandemia y
un conflicto en ciernes a las puertas de Europa, ¿nos hemos puesto las pilas
para llegar a esa comprensión y comunicación?
R.-Conozco
tu generación, porque es la de mi hijo. En general, tuvisteis una excelente
infancia, sin demasiados problemas. Yo tampoco los tuve de niño o joven y es
muy posible que sea ahora, ya adulto, cuando me alcanzan las crisis económicas,
las guerras intolerables, los populismos sectarios, etcétera. Sinceramente me
temo que todos nos tendremos que poner las pilas al unísono.
P.- Se habla
al inicio del libro del anhelo por la piedra que se sabe piedra o el perro que
se sabe perro, por oposición, ¿sabe el hombre que es hombre con todo lo que
ello implica dada su condición? ¿Es esa la gran batalla a la que se enfrenta el
poeta y el narrador: descubrir qué y quién es? Dicho de otra manera, ¿se logra
dar con el tranquillo de ser uno mismo y de saber quién se es?
R.- ¡Ser
uno mismo! Puede que esa sea la gran cuestión de todas las filosofías. «Ojalá
llegues a ser quién eres», decía Píndaro, y en esas seguimos estando
porque nunca acabamos de reconocernos del todo. Hay un abismo entre la realidad
y el lenguaje, entre el conocimiento y su formulación exacta. En esa grieta
llevamos desde siempre. Ya me he acostumbrado a ella.
P.- Hablando
de rocas, ¿a qué hace referencia Las piedras del águila? (sé que se menciona
las supuestas propiedades de un tipo de roca, la conocida como etite, pero ¿a
qué se debe esta referencia?). ¿Cómo se conjugan escritura, memoria, intimidad
y el paso del tiempo en este libro?
R.- Las
piedras del águila pertenecen al ritual físico del nacimiento de un ser vivo,
no importa si los aguiluchos o si nosotros mismos. Me sirven para ilustrar la
difícil tarea de la creación: creamos universos con palabras y luego no somos
capaces de comprenderlos en su totalidad. Una paradoja muy interesante, creo.
P.- El libro,
que posee un carácter intimista, parece un paseo por la memoria, con
referencias a autores aquí y allá y a momentos más o menos importante. «La
verdad y la mentira no importan en la memoria», dice en el capítulo New York,
New York, ¿qué importa en ella pues?
R.-Todo
importa, pero sólo lo justo. No hay nada que deba importar demasiado. En mi
libro he vaciado mi propia conciencia sabiendo que nada es inmutable, que la
verdad y la mentira responden a unos parámetros fijos que, a veces, se quedan
desfasados, obsoletos. Parece, en fin, que todo se transforma sin parar. Un
optimista hasta diría que evoluciona. Pero visto el panorama actual
-populismos, pandemias, guerras, sin olvidar la discriminación cultural y
lingüística, especialmente aquí en Baleares- no estoy nada seguro de que sea
así.
P.-¿Se corre
el riesgo de acabar ahogado en el torrente de recuerdos si uno se fija en él el
tiempo suficiente? (parafraseando la famosa cita de Nietzsche acerca del abismo).
¿Puede uno acabar convertido en un recuerdo andante (y, acaso, es eso algo
malo)?
R.-La
locura no es una opción, sino un fracaso. Es cierto que somos una extraña
alianza entre el tiempo y el espacio, entre la idea del principio y la idea del
final. No es fácil observar siempre el mundo con la suficiente lucidez y
cordura, pero somos los dueños únicos del discurso y estamos obligados a mirar
directamente a la luz y a mantener su mirada. Como los aguiluchos de
Aristóteles.
Etiquetas: Creación, Literatura, Relatos
Captar la presencia en la
disipación sombría de los instantes
Lucifer existe. Me lo aseguró
personalmente
Cristóbal
Serra, ya hace mucho
tiempo,
cuando el diablo
seguro
que existía y rondaba
nuestros
jóvenes cuerpos
y
hablaba por nosotros
en
aquellos instantes en los que no sabíamos
qué
decir. El diablo existe con la misma
imposibilidad
metafísica
que
existimos nosotros.
Podría
parecernos un milagro,
pero
no es más que inercia,
una
rutina más de la existencia.
Lo
imposible nos ronda y, a veces,
hasta
nos hiere. Rueda la luz
(como
si fuera un rayo
láser)
abriéndonos en canal
como
una ruleta rusa cargada de plomo
y
sentimos, entonces, la suerte olvidada
de
alguna antigua presencia de regreso.
Todo
regresa, no sabemos cómo, pero regresa
como
recordatorio, tal vez, de que nos fuimos
de
la realidad
cuando
no era el momento de cerrar los ojos,
de
ceder al instante frágil del miedo
o
de la incertidumbre. No debimos
emprender
la huida y no podemos
excusarnos
en la ignorancia.
Ni
en alguna ilusión óptica.
No
fue un simple engaño
ni
una acumulación de situaciones
que,
simultáneamente, podrían
llevarnos
hasta la locura sin darnos ni cuenta.
(No
es el caso y tampoco me avergonzaría, respondí,
exhibiendo
la lanza y el costado herido de la vida)
Ya
casi me da lo mismo si existe
o
no el diablo. Hay presencias,
igual
de tenebrosas que la suya,
con
las que me doy de bruces
tantas
veces que ni me inmuto. Lucifer
juega
seguramente conmigo como yo juego
con
mis recuerdos, con las distintas
imágenes
que voy coleccionando
de
mí mismo: me esfuerzo en conservarlas.
Una
vez corrí a cruzar unas cortinas enormes
y
tropecé con alguien que corría en sentido
contrario.
Me rompí un diente de leche
(porque
los dientes de los hombres
no
son los dientes de los dioses)
como
quien se rompe el alma
y
no sabe qué dejar bajo su almohada,
si
el diente o el alma. –¡Nunca vendas tu alma!
me
dijo alguien que me quería, alguien
que
me dio unas pocas monedas a cambio
de
mi pequeño diente sanguinolento.
Privilegio
sería descifrar el sortilegio
del
presente. El hechizo
que
nos atrapa y nos obliga a correr
hacia
dentro, hacia muy dentro.
¿Es
posible entrar en uno mismo?
Pues
lo hacemos sin saber cómo.
Y
una vez adentro, recitamos
los
herméticos ritos litúrgicos en el lenguaje
espiritual
de la tribu – ¡Y que crepite el fuego
sobre
la tierra entera, la declinación
de
cuerpo y alma, el éxtasis gramatical perfecto!
Etiquetas: Creación, Literatura
Muy pronto en las mejores librerías.
Prosa poética, diario, ensayo.
Etiquetas: Creación, Fotos, Literatura
Si los poemas que publiqué entre 1982 y 2009 se leen (y siguen leyéndose) de fábula en e-Book o en tapa blanda, ahora, en la nueva edición de tapa dura (con un cuadro de mi hijo como portada y con la reproducción en el interior de las portadas originales de cada libro y alguna que otra corrección) se vuelven sólidos e irreales, densos y volátiles, como la vida misma.
Etiquetas: Literatura, Varios
Etiquetas: Literatura, Varios, Videos
Lo que dije.
En realidad dije muchas más cosas pero esto es lo que llevaba escrito para la ocasión. Muchas gracias a Javier Matesanz y a Natàlia Rabassa por publicar mi libro contra viento y marea. La presentación me resultó muy divertida. Más tarde subiré el video a You Tube.
Como decíamos ayer, dijo Fray Luis de León en la Universidad de Salamanca al regresar de cinco años en la cárcel de la Inquisición. Como decíamos ayer, dijo Miguel de Unamuno al recuperar su puesto de trabajo tras la Dictadura de Primo de Rivera. Como decíamos ayer, me gustaría poder decir, aquí y ahora, como si el año largo, larguísimo, que llevamos de pandemia no hubiera existido nunca y como si ese paréntesis brutal en nuestras vidas se hubiese cerrado ya para siempre. No es así. De momento aún no es así. El virus, como tantas otras cosas, campa de un lado al otro sin atender a nada que no sea su propia supervivencia, su reproducción, incluso su mutación si no le queda otro remedio. Me da que, venga de donde venga, este terrible virus sigue siendo, en el fondo, muy humano, quizá demasiado.
Es curioso, el último libro que presenté fue la traducción al catalán, a cargo de Natàlia Rabassa y Anna Alsina, de Los pliegues ocultos. Han pasado unos ocho o nueve años y ha querido el azar o el destino que hoy -al fin- presente otro libro en el que Natalia es también parte importante, su editora junto a Javier, gracias a ambos.
He dicho “al fin”, porque cuando terminé de corregir las galeradas de Arpas y laúdes parece que se detuvo el tiempo. Es sólo una forma de hablar, porque todos sabemos que el tiempo nunca se detiene del todo. Como mucho, se curva, se pliega sobre sí mismo y cae sobre nosotros sin que nos sirva de mucho escondernos como dos amantes bajo las sábanas cuando el amor aprieta y afuera amenaza tormenta. El tiempo siempre nos acaba aplastando.
Era marzo de 2020 y Natalia y Javier me entregaron en mano, recién salidos de la imprenta, los primeros ejemplares de este libro al mismo tiempo que el gobierno decretaba el Estado de alarma y todos acabábamos confinados en nuestras casas, bajo nuestras sábanas de amantes más que silenciosos, silenciados. Vino a nacer, pues, este libro en plena cuarentena de los sentidos y ha vivido hasta casi hoy mismo en pleno silencio, alejado de las librerías y de los lectores, sin más publicidad que un par de entrevistas en los medios locales, olvidado incluso por algunos amigos que nunca habían dejado de celebrar mis últimos poemarios (quiero pensar que en plena pandemia no había demasiadas ganas de celebrar nada), sin que sus editores tuvieran otra ayuda que la falta absoluta de ayuda: la sorprendente (o no tan sorprendente, qué más da) negativa de los organismos de la cultura oficial de concederle las subvenciones que, por el simple hecho de ser yo mismo autor mallorquín, debieran de haberle concedido. Así son las cosas, a veces, cuando se escribe en castellano en esta isla. Puedo decir con tristeza por el agravio comparativo y por la más que evidente injusticia, que este libro fue el único entre los muchos que solicitaron ayuda (pude hojear en internet el largo pdf de las resoluciones) al que le denegaron las ayudas económicas que sirven, algo es algo, de paliativo a la crisis editorial en la que vive o agoniza la industria del libro. Por eso quiero agradecer y resaltar, antes que nada, el esfuerzo que Natalia y Javier hicieron para que este libro fuera finalmente posible. Gracias, chicos.
En el viaje de la vida lo importante no es el destino, porque ya sabemos muy bien cuál será nuestro destino último; lo importante son las escalas, el tránsito, el tiempo que se expande mientras vivimos lo más profundamente posible, los milagrosos instantes que pasamos siendo casi, casi, nosotros mismos, las experiencias que nos trastornan y perturban, las que nos mutilan y las que nos multiplican, las que nos hacen mejores y las que nos destrozan, las que acaban ocupando un lugar en nuestra memoria y las que, una vez culminadas, desaparecen sin dejar ninguna huella.
Sin embargo, Arpas y laúdes empezó a palpitar en mi interior antes de esta histórica pandemia que ha singularizado nuestras vidas como experiencia histórica ciertamente única; empezó a palpitar en mi interior y en mis expectativas en 2012, en cuanto acabé mi anterior libro El árbol de Teneré y decidí que convenía dedicar mi tiempo, en exclusiva, a las alimenticias colaboraciones en prensa. Así lo hice hasta el 12 de octubre de 2018. Fue entonces, a partir de esa fecha, que empezaron estos versos a cuajar físicamente en mí mismo y en la página en blanco que luego se convertiría en todas y cada una de las páginas de este libro.
En Arpas y laúdes regreso a mis orígenes, a los poemarios de poemas cada uno con su propio título tal y como también había hecho en mi primer libro, Hipertelía, allá en los años 80. ¿Es una novedad regresar a los hábitos del pasado? ¿Dónde podríamos encontrarnos a nosotros mismos sino en el pasado? Pues es de ahí de donde venimos, os lo aseguro.
Asimismo aparece un personaje absolutamente nuevo en mis obras. La ciudad de Palma, a la vez el paraíso al que siempre acabo regresando, reconfortado, y el infierno inhabitable de una ciudad sucia y repleta de contradicciones sociales, de problemas urbanísticos, de masificación turística, de sectarismos políticos y lingüísticos, se convierte en una de las protagonistas del libro, serpenteando sus calles como lo hacen también mis versos, quizá buscando los lugares donde fui feliz o lo intenté al menos. No son pocos, desde luego.
Como cuento con más detalle en las Notas para el lector de este libro acostumbro a desaparecer de vez en cuando. Desaparecí, por ejemplo, en los años 80 porque el ambiente cultural de aquellos años acabó desesperándome, y volví a desaparecer en 2013, porque la grafomanía empezaba a abrumarme y porque, en definitiva, los años no pasan en balde y hay que saber, a veces, recoger las velas y los bártulos y esperar a que amaine el temporal o a que sedimente la existencia, ese dilema hermético que llamamos vida propia, ese ser lo que somos o no somos, lo que fuimos, lo que seremos, lo que nunca alcanzamos plenamente a ser, salvo en algunos momentos especiales instalados fuera del tiempo y del espacio en que normalmente vivimos: momentos que brillan por nosotros y que dicen, también por nosotros, todo aquello que nosotros no alcanzamos a decir. Siempre se nos quedan ideas en el tintero, en algún rincón del corazón, en algún pliegue oculto de la biografía que representamos sin saber muy bien quién escribió el guión. ¿Fuimos nosotros? Es difícil saberlo.
Lo que sí sé es que este libro -como todos mis libros- contiene una parte esencial de mí mismo, la que siempre regresa para añadirme algo, alguna sombra, algún matiz, alguna llaga o algún hechizo; la que regresa para completar (sin éxito, claro) lo incompleto e inacabado que son, por igual, tanto la obra de cualquier escritor como la vida de cualquier ser humano; la que regresa en busca de ese lugar único donde todo parece tener algún sentido: esa laguna Estigia donde escogeremos nuestro último destino, ese bloc de anillas desencuadernado donde confinamos nuestras primeras urgencias, esa voluntad renacida de exorcizar la ciudad que creció con nosotros, esa necesidad de apurar al máximo el espíritu de ese territorio conceptual, imaginario, que llamé, hacia 1982, Hipertelía. Allí di mis primeros pasos y aquí sigo dándolos igual que lo haré en los próximos libros. Alguno ya ha salido publicado, también en plena cuarentena, como Cercandanza, y otro saldrá dentro de unos meses, en octubre, como Las piedras del águila. También he dado forma a mis Obras Completas. Voy haciendo, pues, el camino que imaginé algún día hace ya mucho tiempo, pero ahora, igual que antes y que siempre, me duelen y seguirán doliendo algunos senderos que no he conseguido todavía desbrozar. No son pocos, os lo aseguro, pero no hay motivo mejor que ellos para seguir escribiendo.
Dibujando las constelaciones
Todo se resume en un cónclave disperso sin sentido lógico alguno ni conclusión crítica posible. Aquí la relatividad no existe o no se manifiesta como tal. Para celebrarlo nos podemos dibujar como ángeles remontando el vuelo contra una cascada de luz que no sabemos de dónde viene. La hermética indeterminación del fracaso. La hermética indeterminación del éxito. Esa alternancia nos va a permitir vivir tanto en el seno cálido y nutricio de la existencia como en el claroscuro fuertemente azul y magnético, azul y negro, del pensamiento. Pero aun y así, el universo no se resigna y aguarda, inquieto, como si necesitase una voz, una palabra, un diagnóstico, un artificio fundacional, un bálsamo contra la expectación o el dolor, contra la indiferencia o la escrupulosa angustia del que se espera a sí mismo sin ser capaz de reconocerse; sin ser capaz, tampoco, de reconocer el lugar del encuentro. Ese lugar definitivo sólo podrá ser un lugar único en la vida de cada uno de nosotros: un lugar en el tiempo y el espacio extraído, tal vez, de la última pesadilla antes del despertar al alba; la que nos transporta el ruido intermitente de los alambiques de cristal ahumado y el sudor inútil de las torres verticales apuntando, desoladas, al cielo lejano, inalcanzable; la que nos deslumbra con el rápido movimiento de las brumas pasajeras; la que nos asusta con el pálpito de las entrañas proféticas de un pez sumergido en el lodo: sus ojos trémulos y a punto de estallar; la que nos despereza con el estruendo de las polvaredas de ceniza, rocío y niebla, de polen y calima en la piel rasgada de la tierra; la que nos asombra tras el primer giro en el aire de las constelaciones al sugerirnos que, quizá con ellas y en ese mismo preciso instante, ocurre el nacimiento del temblor inimaginable de la vida recorriendo los eriales resecos, del lenguaje otorgando un primer nombre mágico a todas las cosas. ¿Por qué no? El mar -no el lejano mar bíblico sino el mar nuestro de cada día- abrió, rugiendo, sus fauces y las primeras voces del alba las atravesaron corriendo, maravilladas. No iban a ninguna parte. No huían de nadie. Sólo viajaban más allá de sí mismas, de cualquier destino, de cualquier finalidad, hipertélicamente.
En el pdf del enlace va el programa de actos para la 39ª Fira del Llibre 2021 que se va a celebrar del 4 al 13 de junio en el Borne....
Etiquetas: Creación, Literatura, Varios
Memento Mori en Agitadoras Revista Cultural
Etiquetas: Creación, Literatura
Después de mucho -en realidad, de muchísimo- trabajo de búsqueda, recopilación y correcciones editoriales, me alegra poder informaros de que ya están a la venta los primeros tres tomos de mis Obras Completas, tanto en formato e-book como en libro de tapa blanda. Para visitar mi página de autor en Amazon este es el enlace.
Queda en hibernación el cuarto tomo, Poesía 2010-XXXX, que saldrá más adelante.
Preguntas con respuesta en Agitadoras Revista Cultural
Pese a lo que pueda pensarse cuando sólo se le conoce por sus abrigos y bufandas, Juan Planas Bennásar (Palma, 1956) no es un poeta maldito, como tampoco lo es bendito, ni de la experiencia ni del silencio. Huye de las etiquetas lo mismo que de los cenáculos literarios y si uno se le acerca y le habla de poesía corre el riesgo de que le espete: “Sabemos lo que vale un cuadro de Picasso pero ¿y un verso de Juan Ramón?”.
Es autor, tanto en prosa como en verso, de los siguientes libros: Hipertelía (1982), Pasión Impresa (1984), Insomnios (2003), Fuera del Tiempo (2004), Alrededores o la mansión de las luciérnagas (2006), Duellum (2006), Los pliegues ocultos (2006), El bálsamo de la indiferencia (2008), Tratado de las cosas sin nombre (2009), Los lugares del sitio (2011), El árbol de Teneré (2012), Arpas y laúdes (2020) y Cercandanza (2020).
El año 2020, tan nefasto en general, ha sido en lo literario excepcional para Juan Planas Bennásar, ya que ha publicado los libros de poesía “Arpas y laúdes” (Òrbita Editorial) y “Cercandanza” (Los Papeles de Brighton), así como los dos primeros volúmenes de su obra completa que cubre su poesía de los años 1982 al 2009, así como parte de su obra en prosa y artículos periodísticos.
Empecemos por lo genérico:
P. ¿Cómo le está afectando la pandemia en lo personal y en lo literario?
R. La pandemia nos está afectando a todos y nos está afectando, además, mucho. Nuestro modo de vida ya no es el que era y es muy probable que nunca vuelva a serlo. Ante algo así se nos aparecen, y yo los percibo de forma bastante agitada, sentimientos muy diversos: asombro, incredulidad, rabia, frustración, miedo y también algo de nostalgia.
P. ¿Cuáles son sus planes a corto y medio plazo?
R. En unos meses estará en las librerías, si el estado general del país no lo impide, un nuevo libro mío, de la mano de la editorial La Lucerna, titulado Las piedras del águila. Se trata de un libro que he escrito en prosa, pero con voluntad de poema, de diario impuntual, de celebración biográfica. Me parece que nunca había llegado tan lejos en el viaje del discurso de la consciencia como en este libro escrito, paradójicamente, durante estos últimos meses de confinamiento más o menos voluntario… Por lo demás no tengo más planes que seguir viviendo y escribiendo, que no es poco y viene, además, a ser lo mismo.
P. ¿Cuándo descubrió que lo suyo era la creación literaria?
R. Un día en clase, con diez u once años, se me ocurrió escribir una especie de relato absurdo y disparatado con personajes infantiles sacados de tiempos y lugares muy distintos, mezclados, tal vez, sin ton ni son. Se lo fui pasando a los compañeros y disfruté viendo cómo algunos de ellos se quedaban como enfrascadosy risueños con mi texto. La sensación de felicidad que sentí entonces no se me ha olvidado todavía…
P. ¿Qué obras literarias le han marcado más profundamente?
R. Las primeras lecturas siempre son las que dejan huella, aunque no siempre esa huella sea positiva. Hay libros que leí y no debí haberlo hecho. Con todo, me sigo quedando con mis clásicos de siempre: Juan Ramón, Eliot, Pound, Dante, Milton, los místicos hispanos,Gracián, Ungaretti o Holderlin.
P. ¿Qué lugar o situación de tu pasado recuerdas con más nostalgia?
R. Soy muy poco nostálgico, la verdad. Cada tiempo tienes sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas. Aprovechar las enseñanzas de unas y otras y mantenerse fiel a las exigencias de la vida (que no son pocas) es lo que, en definitiva, nos debiera de mantener en pie.
Sigamos por Cercandanza:
P. ¿Por qué el título?
R. Siempre andamos cerca de nosotros mismos, nos rondamos sin llegar a alcanzarnos del todo. Esa consciencia de aproximación, ese movimiento de búsqueda y también, cómo no, de fracaso es lo que viene a designar, con notable precisión, además, la palabra Cercandanza.
P. ¿Qué tipo de poesía se va a encontrar el lector en el libro?
R. Supongo que encontrará mi poesía de siempre puesta al día una vez y otra, un libro y otro, de forma continua, sin detenerse por nada (tampoco me permito relamerme las heridas) en la medida de lo posible.
P. ¿Qué une a los poemas?
R. En Cercandanza es la memoria, el tiempo biográfico (no el histórico) el hilo que sostiene la trama principal. Como en la vida misma, por cierto.
P. ¿Cuál de los poemas que lo forman le es particularmente querido?
R. Aunque, seguramente los poemas más redondos sean los del capítulo inicial del libro, en el segundo capítulo, en Los Cantos, me reconcilio con mi pasado, reescribiendo, al fin, unos poemas que no fui capaz de escribir, satisfactoriamente, en los años 80. Conseguirlo ha sido una tarea difícil, pero muy estimulante.
De Arpas y laúdes:
P. ¿Qué diferencia la poesía del libro del de Cercandanza?
R. En Arpas y laúdes la ciudad, Palma, y algunas de sus calles –especialmente la calle Olmos y sus alrededores- toman las riendas del libro para conducirme por donde no siempre fui feliz. Perosiempre lo intenté, faltaría más.
P. ¿Cuándo fueron escritos los poemas?
R. Después de poner punto y final a mis quince años ininterrumpidos de colaboraciones en la edición mallorquina de El Mundo y tomarme, más o menos, un año sabático, amediados de 2019 toqué diana de nuevo y me puse a escribir lo que llevaba unos ocho años rumiando sin tomar ni tan siquiera apuntes… ¿Ocho años resumidos en uno? Pues más o menos fue así.
P. ¿Qué une a los poemas?
R. En Arpas y laúdes resuena, a lo largo y ancho de todos sus poemas, la misma voluntad de búsqueda y consciencia, la idéntica perplejidad ante lo que somos y no alcanzamos nunca a comprender por completo: el resplandor, quizá, de ese instante milagroso y único en que nos miramos en los espejos como en los ojos de los demás, por ejemplo.
P. ¿Cuál de los poemas que lo forman le es particularmente querido?
R. No suelo tener preferencias, porque no acostumbro a memorizar mis versos, pero ya que me lo preguntas es posible que el poema titulado Génesis sea uno de los poemas, formalmente hablando, mejor resueltos y estructurados de entre todos los míos…
Sobre la Obra completa:
P. ¿Por qué el nombre genérico de “Biografía del deseo”?
R. Casi todos mis libros, alguna vez, han tenido ese título provisional… Pero ninguno se quedó con él. Es obvio, pues, que lo guardaba, sin ni siquiera sospecharlo, para unas obras completas que, al fin y al cabo, son eso, el fruto acumulado del deseo, su biografía impuntual pero constante, la mía
P. ¿Cómo ha ido evolucionando su poesía entre los años 1982 al 2009?
R. Yo me reconozco sin problemas en todo lo que he escrito, en lo que me sigue gustando y en lo que no. Esto implica aceptar numerosos cambios de registro, numerosas variantes y niveles de pensamiento, de sensibilidad, de consciencia, de identidad incluso. Todos esos cambios y mutaciones me permiten estar vacunado, de alguna manera, contra la terrible posibilidad de levantarme un día aciago y comprobar, con desolación, que todos los libros que he escrito son el mismo libro. No lo son. No pueden serlo. O eso espero.
P. ¿Cómo ha cambiado su mirada frente al mundo en ese período?
R. Pienso que habrá cambiado más el mundo que mi mirada que, al fin y al cabo, no hace sino interpretar lo que ve y convertirlo, si puede y le dejan, en algo lo más inteligible posible. Pero aun y así, de un mundo, con cabinas telefónicas donde a veces nos quedábamos atrapados, a otro dominado absolutamente por la ubicuidad nebulosa de las redes sociales va un trecho muy largo repleto, evidentemente, de numerosos cambios. Y no todos beneficiosos para el ser humano, por cierto.
P. ¿Se siente más cómodo en la poesía, en la prosa o en su faceta periodística?
R. La verdad es que nunca me he sentido muy cómodo conmigo mismo. Quizá por ello no he hecho en mi vida otra cosa que escribir, que coserme y recoserme las costuras, que adentrarme en la realidad como en la mayor de las ficciones… Y esto vale tanto para la creación literaria en verso como en prosa, sin distinción ninguna. El periodismo, sin embargo, es otra cosa. Escribir en un periódico es, además de un trabajo como otro cualquiera, un oficio con bastantes referentes éticos y estéticos de gran peso exterior e interior. Una manera –quiero pensar que noble- de contactar con la realidad para intentar no perderse en ella y, ya puestos en faena, intentar hacerla cada día un poquito mejor. Indudablemente, disfruté mucho escribiendo en la prensa, mucho. Lástima, eso sí, que sea, cada vez más, un trabajo precario y muy mal pagado.
P. Si se fuera a una isla desierta y tuviera que elegir solo una, ¿cuál de sus obras se llevaría? ¿Por qué?
R. No me llevaría ninguno de mis libros. Me llevaría, eso sí, una moleskine de hojas en blanco para poder anotar todo lo que ahí me ocurriera.
P. ¿Qué período considera más fructífero? ¿Por qué?
R. Es fácil hacer balances y dejarse llevar por las luces y las sombras de la contabilidad y pensar, entonces, que tuvimos años mejores y años peores. Yo no creo que sea así. Todo lo que hago hoy es fruto de lo que hice ayer y anteayer y así, sucesivamente, hasta llegar a una fría (imagino) noche de diciembre de hace ya muchísimos años. Espero que lo más fructífero aún esté por llegar, siempre.
P. Venda su obra. ¿Por qué un lector debería comprar sus libros?
R. Imposible intentarlo, siquiera. Nunca lo he hecho, además. Mira. Ya he dejado de soñar con grandes números de lectores y ventas porque, desde hace muchísimo tiempo, sé que escribo para muy poca gente, para gente con gustos tan especiales, quizá, como los míos propios. No pretendo llegar, pues, donde no tendría ningún sentido ir.
P. ¿Qué orden de lectura elegiría para alguien que no se ha asomado nunca al universo Planas Bennásar?
R. Yo siempre empezaría por el final, por el último libro y, más en concreto, por las últimas páginas de ese último libro. Si al lector le gusta lo que ahí pueda encontrar, siempre tendrá tiempo, entonces, de desandar el camino y comprender cómo fue posible.
Acaba de salir el número 2 de la Revista cultural Registros, una publicación ciertamente exquisita y exigente. Van dos poemas míos. Espero que os gusten.
Etiquetas: Creación, Literatura
El editor (y, sin embargo, amigo) Juan Luis Calbarro acaba de publicar este ensayo que os recomiendo leer. Está en la Revista El Coloquio de los perros.
Etiquetas: Artículos, Literatura, Varios
"La sinceridad del poema sólo es comparable a la del deseo, escribí el siglo pasado. Ya es hora, pues, de empezar a recopilar lo que la vida nos da, durante un cierto tiempo, y nos quita, después, sin apenas inmutarse". Biografía del deseo es el primer volumen (Poesía1982-2009) de las Obras Completas del poeta mallorquín Juan Planas Bennásar. Incluye los 9 primeros libros publicados por el autor (tanto en verso como en prosa poética) además de una selección de poemas inéditos rescatados para la ocasión. "Me gustaría dar a estos libros , especialmente a los dos primeros, la oportunidad, que casi no tuvieron, en su momento, de ser leídos".
Clicando en la portada del libro deberías poder leer gratis bastantes páginas. A vuestra salud!
Hablo largo y muy tendido sobre mí mismo y sobre mis libros Arpas y laúdes y Cercandanza -víctimas, como todos, del infame estado de pandemia en el que intentamos sobrevivir- en la versión extendida de la estupenda entrevista que me hizo para Diario de Mallorca, Pere Estelrich, ofrecida ahora, en primicia mundial, por la revista cultural Agitadoras.
En el año 2002 conocí, incluso personalmente en un par de casos, a un buen grupo de gente en la red que incluyó varios de mis poemas de entonces en sus libros de papel. Aquí os los dejo en esta recopilación... Me ha sorprendido recordarme.
https://www.yumpu.com/es/document/read/14367930/untitled